Noruega. Acabemos ya con el psicópata
José Javier Esparza
28 de julio de 2011
Ya llevamos seis o siete notas sobre lo de Oslo. Mil gracias a los lectores por sus comentarios. Yo dejo ya el tema con las siguientes consideraciones:
1. No es lo mismo un atentado ejecutado por un grupo, más o menos organizado, que un atentado perpetrado por un individuo solo. Las diferencias son notables en cuanto a las implicaciones políticas y sociales del hecho. En este caso, todo apunta a que es obra de un individuo, "solo o en compañía de otros", pero sin conexion orgánica con ningún grupo que haya actuado antes o vaya a actuar después.
2. Siendo la obra de un solo individuo, las motivaciones ideológicas ocupan un lugar secundario respecto al perfil individual del sujeto. Es fácil entenderlo: no habrá otros Breivik -de momento, Dios lo quiera- porque Breivik sólo hay uno y ya está en la cárcel. Por eso en este blog me han interesado más las motivaciones personales del asesino y su perfil psicótico.
3. Ante barbaridades como la de Oslo, es demasiado fácil atribuir al malo las ideas que uno mismo detesta. En esto la izquierda suele ser magistral: los mismos que exculpan al islam por el terrorismo islámico o al separatismo por el terrorismo etarra, los mismos que homenajean a asesinos en serie como el Che Guevara o Marcos Ana, se apresuran sin embargo a culpabilizar a la derecha genérica o a los cristianos en general por el crimen de un tipo que dice ser -entre otras cosas- cristiano y de derechas. No es serio. Es más: es criminal, porque crea odios nuevos.
4. Lo que sabemos de Breivik es lo que él mismo ha escrito en su pedantesco fárrago. De esas páginas se deduce un caótico perfil ideológico construido con elementos heteróclitos e incongruentes: antinazi y sionista, pero racista hasta el delirio; cristiano, pero anticatólico; conservador, pero incapaz de entender un orden social espontáneo; odia a los musulmanes, pero mata a los noruegos. Reducir a "fundamentalista cristiano y ultraderechista" el perfil del sujeto es simplemente mentir. Y por otro lado, sus ideas son lo suficientemente incongruentes como para prestarles demasiada atención.
5. Lo mismo cabe decir, creo yo, de su pertenencia masónica, que en realidad es la única filiación comprobada de este sujeto, pero que hay razones para considerar tan extraviada como todo lo demás. Lo que hay en la cabeza de este señor es un batiburrillo de lecturas esoterizantes que no es posible tomar en serio, intelectualmente hablando. A eso me refiero cuando hablo de "sucedáneos". No es posible describir una realidad objetiva a través de la visión de una mente perturbada.
6. La "conexión satanista", a la que los medios han prestado poca importancia, a mí me parece sin embargo, muy reveladora. Hay que estar como un cencerro para pensar que el mal es digno de adoración. Aquí se acentúa el perfil del psicópata y pierde relevancia todo lo demás.
7. La reacción del poder ante este crimen ha sido de libro: un tipo mata a otros 70, luego es preciso vigilar de cerca... a quienes el poder quiere vigilar. Es fácil entender que el poder necesita enemigos visibles a los que señalar, pero esto no deja de ser retórica. ¿A quién señalar y vigilar? ¿A los partidos de la derecha escandinava anti-inmigración? Pero es que precisamente Breivik no tenía relación con ellos.
8. Por otro lado, que la inmigración se ha convertido en un problema en Europa es un hecho objetivo, y no cambia por estos crímenes. Incluso al revés: alguien debería preguntarse si una situación de fragilización social no precipita reacciones psicóticas como la de este criminal.
9. Lo que queda ahora por averiguar es materia policial: uno, si el psicópata actuó solo o con la asistencia logística de otros como él; dos, por qué la policía noruega lo hizo tan rematadamente mal. Sobre eso sabremos más cosas en las próximas semanas.
© Intereconomía
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