viernes, julio 22, 2011

Damian Ruiz, Compartir piso

Compartir piso

Damián Ruiz

22 de julio de 2011

Inicio con este artículo una serie dirigida a hacer propuestas concretas para campear estos tiempos de crisis pero que pueden ir más allá de ellos. Empiezo con el tema de la vivienda, que es uno de los que más afectan a las familias y a los jóvenes especialmente.

En nuestra sociedad se ha instalado la idea y la costumbre de que compartir piso es algo propio de estudiantes que cambian de ciudad, o de trabajadores desplazados temporalmente a otro lugar. Si no es por esta situación es muy difícil encontrar, es casi excepcional, personas que voluntariamente y sin ser pareja o familia decidan vivir juntos. Hay una especie de acomodo mental en el hecho de creer que uno o vive solo, llegada cierta edad, o con los padres, si no puede independizarse o con la pareja. Y yo me pregunto: ¿por qué? ¿Por qué no pueden convivir un grupo de amigos, o dos parejas, o una pareja y una prima de él o de ella? ¿O dos ancianos y dos jóvenes?
Tal vez sea la pareja oficial y ortodoxa, así como la familia tradicional, representen el colmo de la dicha y la felicidad en este mundo, -todos lo podemos constatar en nuestro entorno-, y nadie quiera aspirar a menos que a estas situaciones de convivencia, auténtico éxtasis terrenal. (Captan la ironía, supongo).
Es verdad que la presencia de niños en una casa, cuya educación escolar y familiar se asemeja cada vez más a la de los monos -a falta de una educación templada basada en el “amor y límites” que siempre defiendo- ya es suficiente para los padres. Pero ante la huida masiva de los padres varones de la familia (yo sostengo la tesis que los hombres no se separan de sus esposas, sino que tras incurrir en una acción no adecuada, suelen ser las mujeres quienes toman la decisión de divorciarse, pero en realidad son ellos los que de forma inconsciente desean separarse de la familia). Bien pues ante el hecho de que muchas mujeres se quedan solas al cargo y cuidado de sus hijos, ¿por qué no pueden convivir con una amiga u amigo (no necesariamente pareja)? Se repartirían las cargas económicas y se ayudarían mutuamente, y de paso los críos no verían a su madre siempre luchando sola para salir adelante.
Conozco, por ejemplo, a hombres homosexuales que hacen funciones de “tío” sustituyendo muchas veces el rol de padre que algunos niños no tienen. Pues ¿por qué no se van a vivir todos juntos?
¿O por qué no conviven varias amigas solteras en un piso amplio? Se trata simplemente de la ayuda mutua y el compartir las experiencias vitales.
La soledad no es buena para nadie, a no ser que sea conscientemente deseada, y creo que hay demasiados prejuicios en las convivencias no “oficializadas”, tanto por parte de los posibles participantes como por la sociedad.
Es cierto que hay que ser muy racional para poder convivir con otros; por ejemplo, yo nunca conviviría con fumadores, ni con gente sucia o especialmente desordenada. Pero por eso lo lógico es establecer unas normas, una distribución de tareas y económica, sabiendo que tarde o temprano habrá pequeños conflictos, pero… hablando se entiende la gente.
Que nadie vea en este artículo un ataque a la familia tradicional, creo que sigue siendo el pilar fundamental en el que se basan las naciones para ser fuertes y prósperas, pero dado el tipo de familia tradicional que tenemos hoy en día, que no se aguanta por ningún lado, tampoco hay que descartar ni atacar otros tipos de convivencia que harían la vida más fácil, cómoda y económica a muchas personas.
Tenemos que empezar a innovar socialmente, e introducir cambios que van más allá de la temporalidad, y que pueden suponer una mejora en la calidad de vida.
Los tiempos de crisis no solo sirven para “aguantar la marea como sea” sino para generar transformaciones sociales de amplio calado, y la aquí propuesta podría ser una de ellas.

http://www.elmanifiesto.com/articulos.asp?idarticulo=3770

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