jueves 28 de julio de 2011
España, el paraíso de los inmigrantes
Félix Arbolí
A L parecer, los “indignados” que han regresado nuevamente para ocupar las calles y plazas madrileñas, procedentes de otras provincias y fastidiar el domingo a los madrileños que ya estamos un poco hartos de soportar todas las protestas y broncas del resto de España, se han marchado a Bélgica para continuar dando la tabarra a las puertas, me figuro, de las instituciones europeas que allí tienen su sede. En aquél escenario no deben tener problemas de enfrentarse al gobierno y a sus medidas más o menos represivas, porque no hay. Viven sin tener que soportar ese lastre de altos cargos y toda la parafernalia que los mismos conllevan, y parece que la experiencia no les resulta nada mal. Esto nos demuestra que cuando se trata de un país responsable y civilizado no hacen falta estos chupópteros disfrazados de políticos, que se creen necesarios y nos amargan la vida con sus arbitrariedades, corrupciones y abusos. ¿Cuándo seremos capaces de librarnos de esa rémora de diputados, senadores, asesores y altos cargos de tantas e innecesarias comunidades?. Son Gobiernos que sólo sirven para que unos pocos aprovechados se den la gran vida explotando la necedad de los otros a los que convencen y engañan haciéndoles creer que son distintos y mejores que los vecinos.
Si a esto le añadimos el problema de la inmigración constante e incontrolada que padecemos, resulta que nos estamos hundiendo en la miseria más degradante y deplorable de toda nuestra historia, sin que haya nadie sea capaz de dar la voz de alarma y poner coto a tanto y descarado desbarajuste. Conste que en mi ánimo no está la xenofobia, ni la discriminación social, sino realizar una simple llamada de atención sobre nuestra supervivencia a base de estadísticas fiables y dignas de tenerse en cuenta. En primer lugar he de destacar que los españoles han tenido que volver a emigrar a otros países europeos porque los puestos de trabajo disponibles en su propio país, están ocupados en su mayoría por los que llegan de fuera, aunque no tengan ni pastelera idea de lo que se tienen entre manos. Son trabajadores que aceptan precios ridículos y contratos basura, perjudicando a los españoles, porque en el peor de los casos están mejor remunerados que en sus propios países y además pueden enviar dinero a sus familiares todos los meses. Divisas que se van y nos están endeudando aún más de cara al exterior. Como ven, todos son problemas para nosotros desde que al señor Caldera se le ocurrió la feliz idea de llamar a la inmigración ofreciéndoles un paraíso en el que ya no queda ni la manzana.
Según estudios realizadas por la Oficina de Estadística (Eurostat), España es el país de la Unión Europea con mayor porcentaje de extranjeros. 5,7 millones de inmigrantes, sin contar con el enorme número de ilegales que no pueden ser contabilizados. Una cifra que supera al doce por ciento de nuestra población total. El primer colectivo lo constituyen los rumanos, con el 14,5 por ciento y el segundo los marroquíes, con el l3,1 por ciento. Les siguen Ecuador y Colombia. Como pueden ver los más cualificados y de mayor utilidad a nuestra cultura y la evolución de nuestra economía. Sin omitir la desaparición constante e irrecuperable de nuestras tradiciones, comportamientos y señas de identidad que están en los niveles más bajos. Hasta en los “culebrones” sudamericanos de tan baja calidad que a diario y en diferentes horas nos ofrece la “tele” advertimos esta saturación que nos está “aculturizando” a marchas forzadas.
Cinco de cada diez españoles son partidarios de expulsar a sus lugares de procedencia a los inmigrantes en paro. Un gasto social enorme en un momento económico en el que no estamos para lanzar cohetes de euforia. De los seis millones de inmigrantes legales que “padecemos”, sólo un millón cuatrocientos mil trabajan. Es decir, el resto, cuatro millones y medio de ellos viven del cuento y a nuestra costa, gracias a unas absurdas leyes que les amparan, protegen y atienden con mayor celo y estímulo que a los mismos españoles. Hospitales, médicos y servicios sanitarios gratis, que han puesto en peligro la continuidad y el adecuado servicio a los que a lo largo de muchos años hemos cotizado para asegurarnos esas necesarias atenciones. No hay fondo que resista esa sangría de tantos foráneos que van al médico hasta para curarse un simple catarro. Cada día nuestras consultas, lo sé por experiencia, se ven más colapsadas por los que han llegado ilegalmente y reclaman unos derechos que no tienen. Sin contar las ayudas sociales, escolarización y libros de textos gratis y demás canonjías que reciben de bóbilis por el simple hecho de llegar en una patera o atravesar una frontera de manera ilegal.
El ochenta por ciento de los españoles opinamos que es excesivo el número de inmigrantes que tenemos que soportar y atender, ya que perciben mucho más de lo que nos aportan y con evidentes preferencias sobre los que hemos nacido aquí y hemos luchado y trabajado duro para levantar nuestra patria. También tienen ventajas en hallar puestos de trabajo, aunque nos atosigue el paro, ocupando bares, restaurantes, hoteles, recepcionistas, teleoperadoras, comercios, mensajerías, transportistas y repartidores, etc. Todos los trabajos que han perdido los españoles y se han tenido que ir al paro. Resultado de este acaparamiento es que tengamos que cruzar las fronteras si queremos trabajar y dejarles nuestros puestos a ellos. Una vez más aparece el “quijotismo” en nuestras vidas.
Al parecer se han tomado medidas para intentar frenar la invasión de rumanos, que es tanto como decir eliminar a gran número indigentes de las puertas de supermercados. Iglesias y otros lugares públicos. Salvo raras excepciones, que también las hay, es a lo que mayormente se dedican. ¿Qué beneficio y falta nos hacen?. Es el colectivo más numeroso de todos cuantos tenemos viviendo a nuestra costa. Su número se acerca a los novecientos mil miembros, sin contar los incontrolados. Lo que no me explico es esta limitación a los rumanos y no controlar y frenar a los marroquíes, que ocupan el segundo lugar y encima duplican la cantidad en ilegales llegados en pateras y no todos devueltos a sus procedencias. Se da el caso curioso que son los únicos que no se integran, ni lo pretenden, en nuestras costumbres y hábitos, formando un grupo aislado y numeroso que entraña un serio peligro para nuestra integridad territorial, nuestras creencias y maneras de ir por la vida. No me agrada tener que hablar de este modo de nadie, pero son ellos los que se hacen tan distintos…
Cerca del trece por ciento de la población española es ya inmigrante, sin contar a los incontrolados y a los ilegales. Si esto no es alarmante y preocupante, no sé qué otra causa nos debe soliviantar. Es hora ya de hacer un balance detallado de sus consecuencias. ¿Qué quedará de España y de su identidad cultural y étnica de continuar esta espiral de “huéspedes” y visitantes que se extiende imparable a través de nuestras costas, aeropuertos y fronteras terrestres?.
En el piso de abajo al que ocupo, se han venido a vivir unos paraguayos. Primero llegó la pareja y ahora ya ni se sabe cuántos forman parte de esa casa que ya no es ni patera, sino poblado. Siempre he creído que los argentinos, paraguayos, uruguayos y chilenos, eran los de más fácil convivencia. Estos me han demostrado todo lo contrario. A la música ramplona puesta a todo gas en las horas más intempestivas, sin que hagan caso alguno a nuestras insistencias para que bajen el volumen, nos tocó aguantar los partidos del campeonato americano de fútbol y la ascensión hacia la final del Paraguay. Hasta colocaron una bandera enorme en el balcón, que me dio a conocer su procedencia e invitaron a paisanos y amigos a unirse a ellos en ese evento que, felizmente y lo siento por Forlán, perdieron, porque si llegan a ganar no nos dejan dormir en toda la noche con sus risas, golpes, gritos, música a todo volumen y el continuo consumo de bebidas alcohólicas asomados al balcón para que les vieran en todo el barrio. Hasta cohetes tenían preparados esperando la feliz culminación que gracias a Dios no se produjo. No se dan cuenta que no están en su país, que viven entre personas que no tienen por qué aguantar sus excesos, barrabasadas y borderías. Me alegré y no saben cómo del resultado. ¡De buena nos libramos! Lo que no me explico es la postura del dueño del edificio que alquila sus pisos a individuos que pasados los meses de la fianza, tienen que irse por falta de pago y les dejan el piso en unas condiciones tan lamentables que tiene que contratar a un albañil, pintor y fontanero para que se lo deje en las debidas condiciones. Lo que gana por un lado, lo suelta con creces por otro. Y no escarmienta…
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=6195
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