martes 12 de julio de 2011
ECUADOR
Medio siglo de intervencionismo
Por Gabriela Calderón de Burgos
La intervención del Estado en la economía no fue algo que empezara a hacer la revolución ciudadana. El autoritarismo que experimentamos se inició en las dictaduras militares de izquierda (1963-1979), se mantuvo casi intacto en la social-democracia (1979-2006) y fue perfeccionado y profundizado en Montecristi.
Esto es lo que explica Franklin López Buenaño en su excelente Desahucio de un proyecto político: el porqué del fracaso del Socialismo del Siglo XXI, cuya tesis es muy políticamente incorrecta; y es que López asevera que "la planificación y la redistribución [estatales] conducen inexorablemente el país a la autocracia". Este libro, por cierto, no es una defensa de la derecha, pues señala que también ésta contribuyó a la emergencia de un Estado planificador y redistribuidor.
López nos recuerda que fue la dictadura militar de 1963 la que se volcó en el desarrollo de las ideas de planificación estatal de la Cepal. En ese entonces se crearon el Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias (Iniap), el Centro de Desarrollo (Cendes), el Banco Nacional de Fomento (BNF), la Corporación Financiera Nacional (CFN). Entre 1971 y 1990 se crearon 61 empresas estatales (Flopec, CEPE, TAME, Enprovit...). Todo esto se hizo con el argumento cepalino de que había que "corregir las fuerzas inequitativas del libre comercio y del mercado".
Luego de las dictaduras militares vino la democracia, pero el alto grado de intervención estatal no fue alterado, lo que tuvo consecuencias desastrosas... que derivaron en un intervencionismo cada vez mayor, así como en una creciente desinstitucionalización del país. De nuevo López:
La ironía más grave en toda esta historia es la calificación de neoliberales a los gobiernos de las últimas décadas, cuando lo que hemos vivido es un camino desbocado al socialismo (...) Como en los últimos 28 años de democracia no se ha resuelto el problema de la pobreza, entonces los gobiernos no han sido de izquierda. He ahí la falacia y el engaño.
López hace recuento de los presidentes de ese periodo: Jaime Roldós, abiertamente socialista; Oswaldo Hurtado, quien en ese entonces sostenía tesis socialistas; León Febres Cordero, que, siendo de derecha, decía ser "capitalista de la línea de Europa" y llegó a proponer una ley de control y regulación bancaria verdaderamente estatista...
Según los economistas Pedro Romero y Fabián Chang, entre 1965 y 1980 el gasto del Estado como porcentaje del PIB pasó de 9,5 al 22,5%. Una vez que volvimos a la democracia, el tamaño del Estado nunca volvió a estar por debajo del 21%. En 2010 el gasto público llegó a constituir 40% del PIB.
La creencia de que se puede planificar la economía, de que es necesario redistribuir la riqueza y controlar las actividades privadas ha estado ahí siempre, la han compartido todos los que han gobernado el país desde 1963, los militares y los políticos a derecha e izquierda. Lamentablemente, muchos ecuatorianos siguen aferrados a tal creencia. El economista Manuel Ayau explicaba que, si está dañado, un auto no va a echar a andar por el mero hecho de que se le cambie el conductor. Aquí seguimos pensando que el problema es el conductor, jamás sospechamos del auto.
© El Cato
GABRIELA CALDERÓN, editora de elcato.org.
http://exteriores.libertaddigital.com/medio-siglo-de-intervencionismo-1276239206.html
http://desahuciodeunproyectopolitico.blogspot.com/
INTRODUCCIÓN
Este blog está dedicado a comentar sobre el libro: DESAHUCIO DE UN PROYECTO POLÍTICO o sobre el tema del libro
En 2006, el pueblo ecuatoriano, hastiado principalmente[1] de la ineficiencia y corrupción de la clase política —conocida como “partidocracia”— buscó un cambio profundo de sus instituciones. La promesa de cambio encontró en Rafael Correa Delgado y en su movimiento político a sus mejores exponentes. Con Correa y Alianza País[2] nacería lo que proclaman a diario: la Revolución Ciudadana y un proyecto político que busca implantar el socialismo del siglo XXI[3].
El propósito de este libro no es juzgar a Rafael Correa como persona. Bastante y mejor lo hacen otros. Mi propósito es analizar su proyecto político. Aunque hay quienes afirman no saber exactamente en qué consiste éste, está bastante claro que se trata de un socialismo bastante tradicional con los siguientes ingredientes:
1. Mayor intervención del Gobierno en las actividades de los ciudadanos, no sólo en lo económico, sino también en la educación, la salud, los gobiernos seccionales y otros. El intervencionismo se consagró en la Constitución de Montecristi, y esto lo estamos viviendo con las leyes que se están impulsando y se impulsarán en la Asamblea; por ejemplo: la Ley de Comunicación, la Ley de Aguas, la Ley de Educación Superior, etc.
2. Planificación estatal. Fue institucionalizada en la Secretaría de Planificación Estatal (SENPLADES). Este componente se deriva del anterior, porque si el Estado va a intervenir, se piensa hacerlo con un plan expresamente delineado adónde se quiere ir y cómo. Esto está muy claro en el Código de Planificación y Finanzas Públicas. También, con este propósito, se ha reformado el sistema arancelario y se ha emitido un Código de la Producción para orientar la economía según los objetivos del Gobierno.
3. Políticas de redistribución de la riqueza. Estas consisten en: (a) Utilización del Erario para, mediante créditos, contratos, subsidios, promover el mejoramiento de los más necesitados, v.g. el bono de la vivienda y el bono solidario. (b) Aumento del gasto social, esto es, en educación, salud, infraestructura (carreteras, puentes, puertos).
4. Sistema tributario progresivo. Van como tres las reformas tributarias con el propósito de recaudar más y de que los que más ganen, más paguen. Carlos Marx Carrasco y el Sistema de Rentas Internas (SRI) han cumplido su papel a cabalidad.
5. Democracia participativa. Quizás esto sea el ingrediente más significativo del proyecto político, pues se la consagró en Montecristi y se ha institucionalizado con la creación del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS), o Quinto Poder, y con la posibilidad de revocatoria de mandato.
Califico este proyecto político como “socialista”, aunque muchas voces de la izquierda afirman que no lo es. Pero, como dice el refrán: a admisión de parte, relevo de pruebas. Correa, Hugo Chávez y Evo Morales se autocalifican de “socialistas”, y por eso dejo a los que antes fueran sus allegados (como Alberto Acosta o los líderes indígenas) que expliquen cuándo y cómo Correa ha dejado de serlo. De igual manera, corresponde a otros demostrar que es un Gobierno populista, o (como sostiene Fabricio Correa, el hermano mayor del Presidente) que se está buscando implantar el comunismo, porque —como exhorta Vivanco (ibid)—, “los que utilizan el nombre de socialismo para actuar en política” están obligados a difundir de manera profunda lo que es en verdad el socialismo.
Es más, sostiene Jorge Oviedo Rueda (2010) que no hay diferencias ideológicas ni programáticas entre Correa y Acosta. Ellos juntos concibieron el proyecto y aunque existen distintas versiones del reformismo —otro epíteto para el socialismo— la única oposición al Gobierno de Alianza País proviene de la izquierda radical.
Conocidas personas de izquierda, como León Roldós o Martha Roldós, o periodistas como Jorge Vivanco o el mismo Emilio Palacio no tienen nada que añadir a la esencia reformista del proyecto de Correa. Lo que parece no agradar a los socialistas “auténticos” o socialdemócratas es la manera en la que se va ejecutando el proyecto. También es importante anotar que es la aplicación del proyecto la que mantiene supuestamente a muchos “moderados” y “demócratas auténticos” dentro de la administración, a pesar de las desavenencias que puedan tener con Correa.
En este libro, busco demostrar que el proyecto político socialista, como el que se ha pretendido imponer en el Ecuador, tanto en su forma conceptual como en su forma operativa, está condenado a fracasar porque lleva en sí mismo las semillas de su destrucción.
No tengo interés de convencer a nadie porque quien lee el libro, sobre todo la parte del orden espontáneo, comprenderá que las raíces de nuestros problemas están en nuestra cultura, en nuestras ideas, en nuestras creencias, en otras palabras, en nuestra ideología. La estructura socio-económico-política del el Ecuador es el resultado de un orden extremadamente fluido y acomodaticio que se repite en la historia una y otra vez y avanza muy, pero muy, lentamente. Es más, sostengo que el cambio radical y “desde arriba” es infructuoso. El sistema económico-político-social no se cambia con Constituciones ni leyes más o menos emitidas entre gallos y medianoche y, si cambia, es hacia lo peor, como en el caso de Cuba. Los cambios verdaderamente perdurables y benéficos ocurren cuando hay consensos, tolerancia, respeto a las opiniones de otros, es decir, sólo desde abajo surgen los arreglos colectivos, las reglas y las instituciones que generan progreso.
De igual manera, el lector se dará cuenta de que mi crítica es al construccionismo, es decir, a la intervención del Gobierno para “arreglar” la sociedad. El intervencionismo no es atribuible sólo a la izquierda, sino también a la derecha. Pero como el proyecto político reinante dice ser “socialista”, enfoco mis críticas y pronósticos a los que proclaman a diario “ser de izquierda”, como que esa proclama los levantara a un plano moral más alto, sin comprender que muchas de sus ideas y políticas tienen consecuencias éticas de mal calibre.
Me abstengo de hacer recomendaciones particulares; sin embargo, es fácil reconocer que la crítica al intervencionismo estatal obligadamente conlleva la exhortación de que un Gobierno mínimo es preferible. El uso del poder lleva al abuso, por lo cual lo recomendable es limitarlo, justo lo contrario de lo que se hizo en Montecristi. Dejo a la imaginación del lector, a sus conocimientos e intuiciones esta inquietud: si no se limita el poder, seguiremos cayendo en la trampa de los gobernantes que se convierten en tiranos, en leyes que abruman, en tributos que estrangulan, en regulaciones que incentivan la informalidad, el irrespeto a la ley y, lo que es peor, dan cabida a la corrupción, a la inseguridad personal y a la pobreza.
· El socialismo del siglo XX y el socialismo del siglo XXI tienen un mismo final: el fracaso.
· El que parte y reparte se queda con la mejor parte.
· Lo que no nos cuesta, hagámoslo fiesta.
· Cuando hay torta ajena gratis, no faltan los comensales.
· Es fácil ser socialista con la plata ajena.
Estas perlas de pensamiento deberían ser suficientes para explicar el título y el tema de este libro. Un desahucio ocurre cuando una enfermedad ha avanzado tanto que el tiempo que queda de vida a un paciente es muy poco. Por ello: (1) examino las causas del fracaso de los modelos intervencionistas y (2) analizo los resultados del proyecto político de la Revolución Ciudadana. En otras palabras, después de cuatro años de Gobierno, la descomposición del sistema es cada vez más notable. El desempleo, la delincuencia y la corrupción se han exacerbado, a pesar de los ingentes recursos de los que ha dispuesto el Gobierno.
El libro está dividido en cinco capítulos. En el primero, describo el proceso histórico que hemos recorrido y devenido en el Gobierno de Rafael Correa y de su movimiento, Alianza País. El segundo analiza las razones del porqué ha cuajado entre una mayoría de la población un proyecto político como el del socialismo. El tercero explica por qué el intervencionismo del Gobierno, aún cuando podría ser bienintencionado como el “socialismo”, está condenado a fracasar. En el cuarto, reseño cómo las semillas del intervencionismo dan sus “frutos” en despilfarro, incertidumbre, desempleo y corrupción. En el quinto, se resumen los argumentos del porqué el proyecto político de Alianza País está desahuciado porque los “remedios” fueron peor que las “enfermedades”. Finalmente, Jaime Brito elaboró unos cuadros que resumen los resultados negativos de las acciones y políticas aplicadas por el Gobierno de Rafael Correa incluidos en los Anexos. Estos cuadros permiten que el lector tenga a la mano las causas y los efectos de tener un Gobierno acorde con los dictados del socialismo del siglo XXI.
Febrero 2011
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[1] Digo “principalmente” porque las razones más importantes para el derrocamiento de Gutiérrez fueron de orden político —más que económico—. No obstante, no se puede negar que la democracia ecuatoriana estaba en deuda con el pueblo
[2] El movimiento Patria Altiva i Soberana (PAÍS) unificó a grupos sociales, a partidos políticos de izquierda, como el comunista Movimiento Democrático Popular (MPD), el Partido Socialista y otros de tendencia socialista.
[3] Según Jorge Vivanco (2010), “el socialismo no necesita calificativos de ninguna naturaleza, ni ser ubicado en ninguna etapa de la historia porque es una idea universal”. Lamentablemente, Vivanco se limita a explicar lo que no es el socialismo (no es autoritarismo, no es populismo, no es paternalismo, no es asistencialismo, no es demagogia, no es aislacionismo), pero no dice qué es socialismo.
http://desahuciodeunproyectopolitico.blogspot.com/
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