lunes 21 de abril de 2008
El sorprendente suicidio del PP
Pablo Sebastián
Cinco años no son muchos, pero parecen suficientes para que el Partido Popular haya regalado, en el 2004, el poder al PSOE de Zapatero y le haya permitido renovar el poder en el 2008, a pesar del desastre de la legislatura pasada, y para que, como colofón y consecuencia de los graves errores y de la doble derrota, este partido se encuentre sumergido en una seria crisis que lo conduce hacia una posible ruptura, y una nueva serie de derrotas electorales (nacionales y autonómicas) si en los próximos dos meses no recompone su destrozada imagen y unidad y no consigue un liderazgo con fuerza y credibilidad. El que nada tendría que ver ni con el doblemente derrotado, Mariano Rajoy, ni con las ambiciosas maniobras de Esperanza Aguirre, a quien Rajoy acaba de pedir que se vaya al partido liberal, en justa respuesta a la petición de dimisión que Aguirre le hizo a Rajoy en la noche electoral del 9 de marzo desde Telemadrid (“váyase, señor Rajoy”).
Naturalmente, al fondo de este suicidio colectivo del PP aparece la imagen de José María Aznar, como el autor de una serie de errores que empezó con el apoyo a la guerra de Iraq —contra la inmensa mayoría de los españoles y sobre un cúmulo de mentiras—, y siguió con la designación de Rajoy como su sucesor, y la mentirosa y caótica gestión de los atentados del 11-M que les llevó a la primera derrota electoral, que se negaron a reconocer. Y esa doble mentira (de la guerra Iraq y el 11-M), levantada sobre las tumbas de 192 inocentes, y cientos de heridos, la mantuvieron viva en el PP durante la pasada legislatura Aznar, Rajoy, Acebes, Zaplana, El Mundo, la COPE, la AVT y la Conferencia Episcopal, con la “conspiración” del 11-M —la que fue desmontada por la sentencia de la Audiencia Nacional—, unida al discurso catastrofista y bronco de la España que se rompe, la economía que se hunde y la rendición ante ETA, con una burda, ruidosa y callejera escenificación.
La que le impedía al PP transmitir con credibilidad y eficacia los múltiples errores de la legislatura que Zapatero comenzó a rectificar seis meses antes de las elecciones —rompiendo sus relaciones con ERC y la negociación con ETA, y empezando a reconocer la crisis económica e institucional—, lo que, finalmente, permitió al PSOE renovar el poder, con otra derrota del PP que tampoco fue reconocida, esta vez por Rajoy, quien, para salvarse él, no ha dudado en sumergir este partido en una profunda crisis, que ya ronda la ruptura, y en una descarnada lucha por el poder entre los dos políticos que tienen la responsabilidad de la derrota electoral: Rajoy y Aguirre. La presidenta madrileña, como capitana de la bronca y las mentiras de Iraq y del 11-M, heredadas y mantenidas por Aznar —quien dice que Iraq “está muy bien”— y agitadas por sus adláteres Acebes, Zaplana, El Mundo, la COPE y la Conferencia Episcopal, y Rajoy como el capitán consentidor de todo ello y en complicidad con este clan que, después de llevarlo en andas hacia la derrota, ahora lo quiere decapitar para hacerse con el control del poder.
De manera que los dos principales autores de la derrota del PP, Rajoy y Aguirre, son los que ahora, con sus respectivos aparatos, están luchando por alcanzar el poder y el control del PP. Aguirre haciendo alarde de sus malas artes y de la agresividad de su “combo” mediático visceral, y Rajoy usando la embestida de la madrileña como argumento para su permanencia y conseguir el apoyo de los barones periféricos del PP —Camps, Valcárcel, Arenas, Sirera, Feijóo, Herrera, Cospedal, etc.—, incluso de Gallardón, a quien ha ofrecido la secretaría general del PP, tras haberlo expulsado de la lista al Congreso por Madrid, para convertir a su víctima en escudo y aliado con el único argumento de “que vienen Aguirre y los suyos”. Los mismos a los que nunca hizo frente Rajoy, cuando destrozaban política y mediáticamente al alcalde, en los pasados años, ante la mirada complaciente del presidente del PP y las risotadas de Acebes, Zaplana y Aguirre, los testigos de cargo del locutor de la COPE en el juicio planteado por Gallardón.
Y todo ello con el doble argumento y trampa de Rajoy de que: en primer lugar, tienen que derrotar y frenar a Aguirre y a sus intrusos mediáticos, El Mundo y la COPE; y, luego, ayudarle a ganar las comicios europeos del 2009 con el compromiso, de Rajoy, de que si los pierde dará paso a otro líder. Un ganatiempo con el que el aún líder del PP pretende perpetuarse hasta las elecciones del 2012 (porque tampoco piensa convocar el congreso ordinario del PP en el 2011, como no convocó el que era obligado en el 2007), camino de otra nueva derrota y haciendo mangas y capirotes en la organización del partido. Como acaba de hacerlo con los portavoces del Parlamento, mientras todavía esconde el famoso “equipo propio” que dice presentará ante el congreso de junio, donde confía en seguir colocando a su corte funcionarial, camuflada tras el mascarón de proa de Gallardón. Como si los dos únicos responsables de las derrotas electorales del PP fueran Acebes y Zaplana —los que fueron los grandes colaboradores de Rajoy— y nadie más.
Allá los barones periféricos, y allá Gallardón, si se prestan a colaborar con semejante pantomima, en vez de plantear una auténtica renovación del PP y el relevo de los verdaderos autores de la derrota, que son Rajoy y Aguirre. Los que, para mayor confusión y escarnio del PSOE, andan disimulando con acusaciones mutuas sobre liberales y socialdemócratas, cuando se sabe que la derecha, que nadie quiere reconocer, es la verdadera ubicación ideológica de este PP. Sobre todo desde que Aznar, en el año 2000, logró la mayoría absoluta —ante la ausencia de adversarios y en pleno crecimiento económico mundial— y creyó, desde su ceguera y soberbia personal, que el control del poder español era irreversible, como imaginó invencible y casi eterna la “derecha sin complejos” y “neocon” que él había impuesto en el Gobierno y en el PP.
La pretenciosa piñata ideológica y de poder de Aznar, que, de derrota en derrota, ha sido destrozada a bastonazos por los suyos. Los que buscan por el suelo los trozos de su dorado ídolo de cartón —ajeno al sentir mayoritario de los españoles— con la intención de recomponerlo con otra denominación que nadie sabe cuál será, si conservadora, democristiana, socialdemócrata, liberal o radical.
http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=21/04/2008&name=manantial
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