martes 1 de abril de 2008
El PP y las obviedades
Germán Yanke
Mariano Rajoy se propone una obviedad (“de lo que se trata es de convencer a más españoles de los que hemos convencido”) y propone, en definitiva, otra (“tenemos que trabajar más”). Obvio, me permito anotarlo, no es lo mismo que predecible. En su largo análisis electoral, que es lo debería haber hecho hace más de quince días y no ahora, se lleva la mayor parte la visión complaciente de lo ocurrido y, en la menor, se plantea la existencia de un “recelo” hacia el PP en “algunos ciudadanos y algunos territorios” que habrían tenido una “indudable influencia” en el voto.
No se trata de requerir al presidente del PP que se fustigue a sí mismo y a su partido por no haber conseguido el objetivo, que era ganar las elecciones a quienes habían sido presentados como lamentables ignorantes. El espíritu crítico que sí se le podía exigir lleva más bien a la formulación de un discurso político de altura para marcar la línea del PP a partir de ahora. El “recelo” no es algo sorprendente, achacable a las particularidades de algunos ciudadanos, sino una responsabilidad de su propio partido que, conducido a menudo por donde no debía (tanto desde el punto de vista intelectual como de la mera eficiencia), ha apartado a los que podrían haberle dado el triunfo.
Pero Rajoy, sorprendentemente, ha dejado de lado los planteamientos intelectuales para señalar algunas obviedades, otra vez, de las discrepancias del PP con el Gobierno y los llamamientos al trabajo, a la unidad y a la ilusión. Una oportunidad perdida para aportar al debate un gran discurso de contenido político, como en ocasiones ha sabido hacer el orador en la tribuna del Congreso. A veces, en este sentido, daba la impresión, al dirigirse a la Junta Directiva del partido, de que se trataba de una ligera conversación de pasillo, camino de alguna reunión en la que sí se iban a tratar algunas cosas: hemos presidido —dijo— “dos o tres comisiones”, y luego manifestó no estar muy seguro de cuál era el procedimiento para que el PP eligiera a sus candidatos a las mesas de Congreso y Senado. Son detalles anecdóticos pero dan muestra del tono del discurso.
No basta con trabajar más, sino que hay que hacerlo mejor. No basta con la ilusión, cuando está planteada, por el momento, como una actitud detrás del líder que acaba de perder los comicios y que tiene en vilo a los demás incluso para anunciar la fecha del Congreso o los portavoces parlamentarios. La ilusión se cimenta en un proyecto cuyo problema fundamental no está en haber sido mal explicado, sino mal formulado. No basta con los diagnósticos, sobre todo cuando el “diagnosticador” queda fuera del campo de análisis. Y tampoco con los llamamientos a la “unidad”, en la que se insiste tanto —imagino que para evitar los problemas de la realidad con esa careta—; sería conveniente saber por qué hay tanto pavor en el PP a que se quiebre. Quizá porque no basta con todo lo anterior…
Tras mucho esperar, los quinientos dirigentes populares, los periodistas y los ciudadanos que seguían el parlamento, llegaron por fin los nombres de los portavoces parlamentarios. En el Senado no hay cambio y Pío García Escudero seguirá llevando las riendas del grupo popular. En el Congreso ya no era una sorpresa que la elegida iba a ser Soraya Sáenz de Santamaría. Esteban González Pons, cuyo nombre había sonado para ese puesto, se apresuró a decir que Rajoy había elegido a la mejor, con lo que demuestra que, además de inteligente, es un señor educado. Soraya Sáenz de Santamaría es, sin duda, uno de los grandes valores del PP, además de su proximidad a Mariano Rajoy. Lo que sinceramente no sé es si su aportación al partido, que tiene que ser importante por sus muchas cualidades, es en el grupo parlamentario la mejor de las posibles.
Un grupo que trabaje siguiendo la estela del presidente del partido, como al parecer quiere, estará bien dirigido por una colaboradora tan cercana, pero la apertura que el PP precisa quizá requiera que el papel de los diputados sea de otro orden. Hablan algunos populares, quizá de oídas o por intuición dados los silencios del líder, que en el Congreso debe haber una suerte de “gobierno en la sombra”, pero un equipo de esta naturaleza no debe estar en el seno del grupo parlamentario, sino fuera de él, incluso dando cabida a personas de valía que no sean afiliados o, en todo caso, que no sean necesariamente diputados.
Es de esperar, de todos modos, que el realismo de Rajoy no le lleve a pensar que, hecho el llamamiento a la unidad y la ilusión y nombrados los portavoces, el PP ya es el que debe ser para afrontar estos cuatro años de oposición. Ni que su liderazgo está asegurado en un partido que, se diga lo que se diga, ni los aplausos unánimes acallan la crisis que vive en estos momentos.
http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=01/04/2008&name=german
martes, abril 01, 2008
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