martes 2 de abril de 2008
ENERGÍA
El etanol, esa gran estafa
Por Walter E. Williams
La Ley de Política Energética de 2005 llama a las petroleras a incrementar el uso del etanol mezclado con gasolina. En este punto, conviene recordar las palabras que pronunció el presidente Bush en su discurso sobre el Estado de la Unión de 2006: "América es adicta al petróleo, el cual procede frecuentemente de zonas del mundo inestables".
Ahora, veamos qué maravillas nos depararía la sustitución de la gasolina por el etanol.
El etanol contiene agua que no puede eliminarse durante el proceso de destilación. Así las cosas, se trata de un producto que puede provocar daños de importancia en aquellos motores que no estén específicamente diseñados para quemarlo. El agua contribuye asimismo a la corrosión de los oleoductos, por lo que el etanol ha de ser transportado en camiones, trenes o barcos, lo cual es mucho más caro.
El etanol es entre un 20% y un 30% menos eficiente que la gasolina, por lo que resulta mucho más caro cuando se tiene en cuenta el consumo por milla recorrida. Se necesitan 450 libras de maíz para producir el etanol necesario para llenar el depósito de un todoterreno. Con esa cantidad de maíz se puede alimentar a una persona durante todo un año. Pero es que además se necesita más de un galón de combustible fósil –gasolina o gas natural– para producir un galón de etanol. Después de todo, el maíz ha de cultivarse, abonarse, cosecharse y transportarse, procesos todos ellos en los cuales ha de tirarse de combustible fosil. Pero es que además (bis) se necesitan 1.700 galones de agua para producir uno de etanol. Por otro lado, ha de decirse que si toda la producción norteamericana de maíz se dedicara íntegramente a la producción de etanol, el consumo de gasolina se reduciría entre un 10 y un 12%.
El etanol es un producto tan costoso que no prosperaría en un mercado libre. Es por esto que el Congreso ha decretado que se le concedan sustanciosos subsidios, de entre 1,05 y 1,38 dólares el galón, lo cual no es sino un impuesto sobre el consumo. De hecho, aquí entran en juego dos impuestos: uno en forma de subsidios al etanol y otro en forma de ayudas a los cultivadores (más de 9.500 millones de dólares sólo en 2005).
Hay algo más que falla en este panorama que se nos pinta idílico. Si el Congreso y el presidente Bush dicen que tenemos que depender menos del petróleo y hacer un mayor uso de las energías renovables, ¿por qué el primero ha impuesto un arancel altísimo, de 54 centavos el galón, al etanol procedente de Brasil? Por cierto, el etanol brasilero se produce a partir de la caña de azúcar y no sólo es mucho más eficiente en términos económico, también es más limpio y más barato.
La producción de etanol ha provocado que se dispare el precio de los productos obtenidos de los animales alimentados con maíz, como la carne de ternera, el pollo o los lácteos, así como de los derivados del propio maíz, como los cereales. Y la mayor demanda de maíz ha hecho que suba igualmente el precio de otros granos, como el trigo y la soja. El hecho de que Estados Unidos sea el mayor productor y exportador de grano significa que este tipo de subidas repercutirá en el precio de los alimentos en todo el mundo.
Es comprensible que la gente, que quiere que el precio de los combustibles baje, albergue esperanzas con respecto al uso del etanol. Pero los políticos, los cultivadores de maíz y los productores de etanol saben que están estafándola miserablemente. Por dinero, claro.
El baranda de los estafadores es Archer Daniels Midlands, el mayor productor de etanol del país. Los productores de etanol y el lobby agrario han hecho creer a los congresistas de los estados donde la agricultura tiene un gran peso que cometerían un suicidio político si no apoyaran los subsidios a la producción de etanol. He aquí el palo; las donaciones electorales hacen las veces de zanahoria.
El fraude del etanol es un buen ejemplo de eso que los economistas denominan conflicto entre los beneficios limitados y constatables y los costes dispersos. Al lobby del etanol le sale a cuenta recaudar dinero para untar a aquellos políticos dispuestos a plegarse a sus intereses, pues el beneficio que pueden obtener es inmenso. En la otra punta están los millones de consumidores de gasolina, que pagan la factura a través de unos precios más altos del combustible y la comida pero que están relativamente poco informados y no tienen influencia. Después de todo, ¿a quién piensa que invitará un político a su despacho del Congreso, o de la Casa Blanca, para mantener un intercambio sincero, a usted o a un ejecutivo de Archer Daniels Midlands?
© Creators Syndicate
http://revista.libertaddigital.com/articulo.php/1276234484
martes, abril 01, 2008
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