sabado 19 de abril de 2008
El PP y la segunda transición
GERMÁN YANKE
Si el PP cree que las bromas sobre la inexperiencia de las nuevas incorporaciones al Gobierno del presidente Rodríguez Zapatero son un argumento que vale como materia de oposición para estas primeras semanas se equivoca de plano. Las bromas sobre las «novatas», además de mal gusto, caen en saco roto porque, quiéranlo o no, a la gente -y no sólo a las mujeres, que son muchas- le gusta la presencia de mujeres en el Gabinete como gustó, por cierto, que José María Aznar colocara en primera fila de su equipo a un buen número de ellas. La inexperiencia, siempre relativa, es, además, una necesidad de la renovación de los gobiernos y, si el PP hubiese ganado las elecciones, el equipo de Rajoy estaría lleno de hipotéticos inexpertos como lo está la dirección de su grupo parlamentario.
Además, el presidente ha presentado su equipo -que puede gustar más o menos- desde el punto de vista de una serie de objetivos políticos. Podría haberlo hecho como una combinación de veteranos, ya que permanecen los nombres más importantes del anterior, y jóvenes, pero ha preferido, a mi modo de ver inteligentemente, señalar unas metas y asegurar que la reorganización del Gobierno responde a ellas: una economía competitiva y modernizada basada en la investigación científica y tecnológica, la lucha contra los problemas del cambio climático y la paridad. Son objetivos un poco teóricos, no hay duda, que exigen asuntos concatenados. No hay economía competitiva sin un mercado tan libre como seguro, que necesita medidas urgentes y un criterio adecuado en los organismos reguladores, así como un modelo educativo eficiente. Y no habrá verdadera preocupación por el cambio climático sin sus muchas derivadas en las que, como se ha visto en la cuestión del agua, padecemos trabas estructurales. Tampoco la paridad, entendida como el real derecho de las mujeres, se puede plantear como algo ajeno a una Justicia independiente y modernizada.
La debilidad de un proyecto tan volátil no quita que, desde el punto de vista del debate político, el Gobierno haya tomado la iniciativa más allá de los nombres concretos y las sorpresas de los nombramientos. En el caso concreto de las preocupaciones por la situación económica, Mariano Rajoy anunció en el debate de investidura un paquete de propuestas urgentes que, a pesar de la contundencia de las primeras declaraciones de Cristóbal Montoro, va a terminar llegando después de las primeras decisiones del Gobierno. En el de la Justicia, por no seguir con más ejemplos, la manifestación del deseo de un acuerdo rápido -que tiene como escollo inicial la renovación del CGPJ- podría acompañar la ansiedad de la espera con propuestas concretas para encuadrar tanto la cuestión como el debate ante la opinión pública.
ETA y la estructura del Estado
Sin duda, el PP tiene cosas que decir (aunque sólo sea acudiendo a su programa electoral) sobre la investigación científica, el cambio climático o la paridad. Sería conveniente que se colocaran encima de la mesa, pero la iniciativa política que en estos primeros pasos de la legislatura se echa también en falta afecta a otros planteamientos generales que el PSOE parece interpretar como una fase ya superada. ¿Se discutió sobre la negociación con ETA? Ahora no es posible, viene a explicar esta doctrina, porque ya no hay duda de que la banda quiere seguir con el terrorismo. ¿Se discutió sobre la reforma de los estatutos y la estructura del Estado? Tampoco es posible ahora, ya que, a la espera del Tribunal Constitucional, la realidad y el escenario no son sino lo plasmado en el BOE. Lo que no puede hacer el PP es plantear su trabajo de oposición con el estruendo, el trazo grueso y la beligerancia con que lo hizo durante el primer mandato de Zapatero: el ruido es el modo de no ir al fondo de los problemas, que deben plantearse serenamente, y ha constatado en las urnas que no ha servido para ganar las elecciones.
Pero un discurso equivocado, secuestrado mediáticamente con un tono desafortunado, no significa que los diagnósticos y las preocupaciones políticas hayan desaparecido como por ensalmo y el PP tenga que afrontar estos próximos cuatro años espantado internamente y desconcertado externamente como si le hubiera sobrevenido inopinadamente la tan mentada «segunda transición». La verdadera segunda transición es la que pasa de la Transición a la Democracia, a la España de ciudadanos, a la nación democrática, a la separación de poderes. Y son muchos, sin duda, los que esperan la serena y razonada iniciativa del PP.
http://www.abc.es/20080419/opinion-firmas/segunda-transicion_200804190311.html
sábado, abril 19, 2008
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