jueves, noviembre 16, 2006

Los jovenes se divorcian de la Iglesia

jueves 16 de noviembre de 2006
MISIÓN JOVEN EN MADRID
Los jóvenes se divorcian de la Iglesia
Por José Francisco Serrano Oceja
Se ha dicho y se ha repetido, no siempre con toda la razón, que si la Iglesia perdió a los obreros en el siglo XIX y a las mujeres y a los intelectuales en el XX, en el XXI perderá a los jóvenes.
Juan Pablo II, profeta del hombre, se empeñó en las Jornadas Mundiales de la Juventud y consiguió con esos parades de la fe católica algo más que hacer visible a los jóvenes, y a la sociedad, que existe una Iglesia joven y viva, como diría bien pronto su sucesor. Una de los más bellos escritos de Juan Pablo II fue su carta a los jóvenes, en la que, glosando el evangelio del joven rico, les hacía una invitación a la autenticidad, a la novedad del Evangelio, a la búsqueda de la felicidad.
Madrid está en estado de misión. La Misión joven, ideada por el cardenal Antonio María Rouco Varela y secundada por los obispos de Getafe y Alcalá, es algo más que una propuesta de actividades varias para los jóvenes. Es un desafío a la cultura de nuestro tiempo, especialmente a la cultura o subcultura de los jóvenes. Un desafío a la historia reciente de los procesos y de las formas educativas, en la familia y en la escuela, de la juventud. Un desafío a los pilares sobre los que se ha construido la cultura y la sociedad de la satisfacción. Una cultura y una sociedad que nos ofrece los más variados medios para nuestro progreso material –calidad de vida, de salud, abundancia de bienes–, pero que no nos hace felices. Y una cultura que no nos hace felices es una cultura que se vuelve contra el hombre. Martin Seigman, de la Universidad de Pensnsylvania, estudioso de la felicidad, afirma que hay cuatro razones que explican el aumento de la depresión: el individualismo, la mal entendida autoestima, la educación en el victimismo y el consumismo de escape.
Si hacemos caso a la sociología –el justo–, por ejemplo, al reciente estudio de Javier Elzo sobre los jóvenes y la felicidad, descubrimos que "la gran masa de jóvenes españoles mantiene con la Iglesia una situación de divorcio asimétrico y distante; la distinción entre la dimensión institucional de lo religiosos y la dimensión experiencia sigue siendo central y atraviesa la religiosidad juvenil española y la de gran parte de Europa occidental". La Iglesia se ha equivocado en su trabajo con los jóvenes cuando en vez de presentarles una propuesta de exigencia de fe, de verdad, de humanidad, se ha dedicado a hacer con ellos sociología aplicada. No pocas de las pastorales juveniles que han estado en boga, en los últimos años, carecían de lo específico cristiano, una pedagogía sobre la vida de fe, de esperanza y de caridad, y se habían entregado a una metodología de lo común humano que consistía en hacer muchas actividades para que nadie estuviera quieto y se parara a pensar.
La pedagogía cristiana no olvida la edad del hombre y de los hombres. No huye de los tiempos en la maduración de la persona; antes bien, facilita que las virtudes personales y morales alcancen sus más preciados horizontes. La generosidad, la entrega, el idealismo, propios de la juventud, son la mejor tierra para sembrar el Evangelio y la naturaleza comunitaria de la fe. La comunidad cristiana sabe que no hay mejor enseñanza que la compañía de vida, la presencia. Ésa es su única y su más acreditada fórmula de éxito apostólico.
Vivimos en un mundo en el que los modelos de la sociedad de consumo y de la relación entre empresa y consumidor se están aplicando inconscientemente a todos los órdenes de la vida. Frente a las instituciones demandamos respuestas individuales. Los jóvenes, insatisfechos con la carcasa de la historia por su tendencia a la novedad, quieren de la Iglesia que les escuche uno a uno, a todos y a cada uno, que esté atenta a sus problemas, a sus fracasos, a sus expectativas y a sus ilusiones. Después de la escucha, los jóvenes piden a la Iglesia lo que otras instituciones no les pueden dar: aquello que un día el joven rico demandó de Cristo, que le dijera en qué consiste ser bueno, en dónde está la clave y la llave del secreto de la felicidad, de la vida plena de sentido que viene a su encuentro.Con la Misión joven, los jóvenes de Madrid van a salir al encuentro de otros jóvenes y se van a dejar hacer las preguntas de ayer, de hoy y se siempre, ¿qué he de hacer para ser feliz? Y les contestarán: deja lo que más te enganche, dáselo a quien lo necesita, y síguenos. No te arrepentirás.

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