jueves 30 de noviembre de 2006
INSTRUCCIÓN PASTORAL
Los obispos, expertos en democracia
Por José Francisco Serrano Oceja
Pocos días después de que los obispos españoles aprobaran el documento Orientaciones morales ante la situación actual de España, la consejera de Estado y filósofa áulica Amelia Valcárcel se explayaba con unas declaraciones públicas en las que definía a los prelados españoles, junto con los imanes, como "señores de avanzada edad, con aficiones a llevar faldas largas de colores y muchas cosas en la cabeza, a los que no se les puede dejar juntos diciendo cosas".
Tamaña afirmación demuestra que hace mucho que no conoce o no se ha encontrado con un obispo. Ni imaginar podemos los consejos de esta consejera de vaya usted a saber qué Estado, si líquido disolvente, gaseoso letal o sólido accidental. El reduccionismo de la política laicista está empeñado en presentar a la Iglesia bajo el rostro del no sistemático a la modernidad, al progreso, y del sí a la más rancia tradición de nuestra historia.
La Iglesia en España, una vez más, ha puesto las cartas sobre la mesa con una Instrucción pastoral que es un auténtico referente de la razón acerca de las bases de la convivencia y de la sociedad civil. Quien quiera saber qué opina la Iglesia, porqué la Iglesia hace los discernimientos sobre la realidad, que leemos y escuchamos en los medios, ya tiene una guía acreditada. No hace falta que recurramos a teólogos de ocasión ni a eclesiásticos de condición dudosa. Los obispos han trabajado a fondo para que nadie se lleve a engaño. Ni se engañan, ni nos engañan. Han escrito: "Intentamos también ayudar a descubrir las implicaciones morales de nuestra situación a cuantos quieran escucharnos. La consideración moral de los asuntos de la vida pública, lejos de constituir amenaza alguna para la democracia, es un requisito indispensable para el ejercicio de la libertad y el establecimiento de la justicia."
Con un texto tan teórico como práctico, le han puesto nombre y adjetivo a la realidad social, y han sacado las consecuencias pertinentes. Sirva como ejemplo esta muestra: "Si es verdad que los católicos pueden apoyar partidos diferentes y militar en ellos, también es cierto que no todos los programas son igualmente compatibles con la fe y las exigencias de la vida cristiana, ni son tampoco igualmente cercanos y proporcionados a los objetivos y valores que los cristianos deben promover en la vida pública."
Los obispos no han pretendido dar lecciones de democracia, aunque bien pudieran por historia, por experiencia, por criterio, como se demuestra en el texto. Los obispos españoles son, y cualquiera que tenga un poco de honradez intelectual lo percibirá, expertos en democracia, porque lo son en la concepción del hombre como ser social. El implantado artificialmente laicismo social ya no sólo pretende deslegitimar a quien cree en Dios, sino que denuncia que no es capaz de asumir las consecuencias éticas y sociales de quien confiesa una fe como sustrato de su existencia y de su acción. Si los siglos XIX y XX atentaron contra la gracia; el XX y el XXI están empeñados en destruir la naturaleza. Los obispos nos han recordado que las ideas y costumbres contrarias a la ley natural, a la común naturaleza del hombre, "debilitan los fundamentos de la justicia y deterioran la vida de las personas y de la sociedad entera". No hay más que echar la vista atrás y fijarse en la historia.
Pero no se quedan ahí parados. Dan un paso más y nos recuerdan que "si los parlamentarios, y más en concreto, los dirigentes de un grupo político que está en el poder, pueden legislar según su propio criterio, sin someterse a ningún principio moral socialmente vigente y vinculante, la sociedad entera queda a merced de las opiniones y deseos de una o de unas pocas personas que se arrogan unos poderes cuasi absolutos que van evidentemente más allá de su competencia". ¿Acaso no les suena a nuestros lectores esta cantinela?
El cristianismo implica siempre verdad e historia. Una de las tentaciones recurrentes de los cristianos a lo largo y ancho de los tiempos ha sido convertir la fe en ideología, escaparse de la realidad o querer transformar la realidad política, social, cultural desde criterios ajenos al Evangelio y a la tradición de la Iglesia. Cuando la santidad desaparece, nace la utopía.
La Iglesia en España, existe, se manifiesta y escribe documentos. Existe en la vida; más que una institución, es una vida que se comunica. Existe cuando crea sociedad civil siendo comunidad de creyentes, comunidad religiosa. La Iglesia está en medio del mundo no para tranquilizar la conciencia de los bienpensantes de lo socialmente correcto, ni para apuntalar el poder de los que narcotizan el espíritu y matan la letra. Está en medio del mundo para sembrara la inquietud que supone la conquista de la libertad interior y de la libertad pública. Y cuando se dice que la Iglesia está en medio del mundo se quiere decir que la Iglesia está en medio de los combates. Lo que los obispos nos han recordado es que España necesita hoy cristianos "convertidos y convencidos". No hay mejor ni más eficaz programa personal y social.
jueves, noviembre 30, 2006
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