domingo 19 de noviembre de 2006
Comer en Nueva York (III)
No pocos viajeros buscan la excelencia neoyorquina en el escaso metro cuadrado de una mesa con mantel y, claro está, topan con la dura realidad de que, como ha quedado dicho, en la capital del mundo se produce la basura y el brillante, el eructo y la romanza, el esperpento y la fantasía, todo a la vez y varias veces al día. Muchas parejas deseosas de remedar alguna escena romántica de su película favorita deambulan de ambiente en ambiente hasta dar con el rincón adecuado, que suele ser de luz tenue, vistas adecuadas y piano incorporado. Yo les aconsejo un clásico: River Cafe, en la otra orilla, frente a Manhatthan, presenta una visión nocturna tan espectacular que difícilmente se le olvidará. Exigen chaqueta. No se cena mal, tiene buena carta de vinos, el servicio es muy atento y conviene reservar. No saldrá de allí sin haber soltado 100 dólares por cabeza. El equivalente al River Cafe, pero al otro lado del río Hudson, es Chart House, en Weehawken, Nueva Jersey (unánimemente elegido el Estado más feo de toda la Unión), a través de cuyos ventanales divisará el otro perfil de la Gran Manzana. Magníficas vistas, ya que se trata de eso, las encontrará en Rainbow Room, en la planta 65 del famoso edificio Rockefeller Center. No cenará mal. Como tampoco lo hará en el célebre Four Seasons, en la calle 52, entre Park y Lexington, restaurante en cuyas paredes cuelgan un picasso, un miró y un pollock y cuyo diseño fue encargado al holandés Mies Van der Rohe. Buena costilla de cerdo. En su grill room celebró JFK sus cuarenta y cinco años. Gusta mucho Le Bernardín, francés que trabaja bien el pescado –y las patatas bravas con chorizo, pásmense–, aunque la única vez que fui reconozco que no acabé de encontrar las dos estrellas Michelin que adornan su entrada. Hablando de estrellas Michelin: en el edificio Warner hay más estrellas que en toda Europa del norte (lo cual tampoco es muy difícil). Siendo caro y previsible es el lugar más in de todo EE.UU. Lo de las estrellas de la guía de neumáticos tampoco es como para perder la cabeza: una vergüenza para ellos es que un comediante mediocre como Jean Georges Vongerichten tenga tres estrellas en su restaurante Jean Georges. Ni se acerquen, es una estafa vomitiva, al igual que su otro local llamado Vong, repugnante y mal servido. Un lugar simpático y agradable es un francés llamado La Goule, en Madison con la 63, cerca de las mejores tiendas de NY y más cerca aún del Metropolitan: es informal, de excelente comida tradicional y con un servicio muy bien dispuesto. Tiene una estrellita y es frecuentado por la gente ‘Bonita Pero Informada’ de la ciudad. Si lo que quiere es poder decir que ha estado en el más caro de Nueva York, no lo dude: Per Se, en el Time Warner ya citado. Thomas Keller se encargará de hacerle pasar una buena velada mientras usted divisa el Central Park y cena una calotte de boeuf de l´Idaho grillee a la moelle croustillante, millefeuille de pommes de terre, morilles et sauce bordelaise. No quedan muy atrás Aureole y Daniel, americano el uno, afrancesado el otro. Todos caros, pero también buenos. A mucha gente le gusta la experiencia iniciática de pasar por el Tavern on the Green, uno de los restaurantes más filmados de la ciudad, sito en pleno corazón del oeste de Central Park y punto final, por ejemplo de la Maratón de Nueva York: si quiere mi opinión, lo que vale es el lugar, no la carta. No pocos amigos lectores me insistieron la pasada semana en que ampliara la relación de lugares en los que comer un excelente hot dog. Aprovecho las últimas líneas de éste de hoy para aconsejar vivamente Crifdogs, en el East Village, donde sirven una salchicha ahumada con bacon extraordinaria. Y no me dejen atrás el enorme y fantástico Brooklyn Diner USA y el no menos transcendental F&B, en Chelsea, calle 23, lugar moderno y sabroso repleto de los mejores perritos calientes y de estupendos sándwiches. Punto final. Si después de estos tres artículos no sabe adónde ir a comer cuando viaje a Nueva York, haga el favor de no echarme a mí la culpa. Y ya otro día hablaremos de clubes y abrevaderos varios.
domingo, noviembre 19, 2006
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