miércoles, febrero 04, 2009

Tomas Cuesta, Touriño, tras la rueda

Touriño, tras la rueda

TOMÁS CUESTA

Miércoles, 04-02-09

ES fama que el comandante Armstrong (después de pisar la luna —o lo que fuera— y cumplimentar el trámite de las frases celebres: «Es un pequeño paso para el hombre...», etcétera, etcétera) se dio de sopetón con un afilador de Orense. Un tipo, al parecer, reconcentrado y melancólico; resignado y, al tiempo, indiferente. Ni que decir tiene que el heroico astronauta se quedó de una pieza. El comandante Armstrong, que había dado estopa a los pilotos amarillos en la guerra de Corea, estaba persuadido de que los selenitas, de existir, serían verdes: verde carne, pelo verde, verde que te quiero verde. Verdes como el diván de Federico o como el sofá de Kennedy. ¿Y no podían ser rojos, por ejemplo? Para gustos, colores; desde luego. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que, en aquella época, la exclusiva de los alienígenas bermejos la detentaban los marcianos al alimón con los soviéticos. De la misma manera que Federico, entonces, era García Lorca y se acabó, holgaba dar más señas. Hasta que llegó un día en que dejó de serlo y, hoy por hoy, Federico —Federico sin más, a palo seco— en vez de granadino es turolense.
Pero volvamos al enhebre en el que estábamos antes de que los santos se nos fueran al cielo y antes de que alguien, con razón, moteje de lunático a éste que lo es, un servidor de ustedes. Decíamos ayer que, cuando «mister» Armstrong holló el polvo sonámbulo de nuestro satélite («That´s one small step for a man...», etcétera, etcétera) se puso a pegar brincos y a desplegar una panoplia de gesticulaciones y aspavientos que a los terrícolas nos parecieron de alegría aunque, en realidad, no eran sino el reflejo de un pasmo sideral, de una estupefacción supina, de un encontronazo brutal con el misterio. Vamos, que alunizó y alucinó, literalmente. «How the fuck did you get here?» —¿Cómo coño ha podido subirse a la azotea?—, le espetó el comandante al recobrar el fuelle. Y el paisano de Orense —ahora Ourense— se acomodó la boina, miró su bicicleta y solventó el interrogante a la gallega: «Tras la rueda». (La NASA, por supuesto, nunca ha soltado prenda).
Si el admirable afilador logró volar tan alto con tan escasos rodamientos, es imposible imaginar qué cumbres escalará Touriño a lomos de su Audi de medio millón de euros. En lugar de una rueda tiene cinco (cuatro y la de repuesto) y no necesita aguzar los argumentos ni sacar punta al lápiz de afinar la hacienda. El presidente de la Xunta no se corta ni un pelo cortando el bacalao de los dineros. Maneja el asperón propagandístico con oceánica largueza mientras la oposición, que ni pincha ni hiere, cavila de qué modo evitará ser pasada por la piedra. A base de tesón y de insistencia, rodando por derecho, amén de por derecha, se llega hasta la luna o se vuelve, depende. Lo complejo es pretender que el contrincante caiga rodado en el último momento. Al margen de que, en honor a la verdad, Touriño lo único que ha hecho es acatar, con lealtad inquebrantable y monástica obediencia, las instrucciones de Rodríguez Zapatero. ¡Consumid, consumid! ¿No es ésa la consigna? Pues, ea, a consumir, hay que atajar la crisis consumiendo.
Al fin, los populares han despertado de la siesta. Ojalá no haya que aplicarles la sentencia: A buenas horas, mangas verdes. Verdes tal que los selenitas, los romances lorquianos —carne verde, verde pelo— y el sofá de Kennedy. Lo cual —por abrochar el cuento— que no hay de qué preocuparse. Vamos que lo tiramos, vamos derechos hacia un despeñadero. vamos sobre ruedas.

http://www.abc.es/20090204/opinion-firmas/tourino-tras-rueda-20090204.html

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