Zapatero y el bambicidio
TOMÁS CUESTA
Martes, 17-02-09
NO es la bruja curuja de la crisis lo que abruma las noches del señor Zapatero. No es la marabunta de parados lo que invade su cuarto y le expulsa del lecho. Todo eso le inquieta, por supuesto; mejor dicho, le inquieta por-su-puesto. Pero no le desvela, sin embargo, ni debilita su optimismo antropológico, ni le agusana la moral o la conciencia. Lo que en realidad le impide pegar ojo y le come por dentro es el espectro insomne de los muertos. El espectáculo atroz de la ternura desbarrancada en el abismo del silencio. El gorgoteo obsesivo de la sangre que salpica el corredor del sueño.
¡Que no quiero verla!
Que no quiero ver la sangre
de Bambi sobre la arena.
¿Cómo escapar a semejante pesadilla si hasta Federico -el otro- se empeña en hincarle el cuerno? ¿Cómo olvidar que su animal totémico es un despojo inerte? ¿Dónde han ido a parar aquellas tardes en familia en las que compartían suspiros y merienda? ¿Acaso la tragedia del cervatillo de Walt Disney no era similar a la que han padecido sus parientes? «Ponla otra vez, papá». ¿Qué cara pondría ahora si hubiese de apretar el «play» de nuevo? ¡Ay de aquel que escandalizare a uno de estos pequeñuelos...! Cuando no es Federico -el otro- el que rechista, la voz acusadora sale del Evangelio.
¡Quién me grita que me asome!
¡No me digáis que la vea!
Visto lo visto, habrá que concluir que el presidente nunca ha tenido un asomo de vergüenza. De lo contrario, es obvio que las hazañas cinegéticas de Bermejo y Garzón, de Garzón y Bermejo, supondrían un verdadero «casus belli». Claro que, a estas alturas del partido, en plena liquidación del partido de enfrente, lo mismo le da ocho que ochenta. Y si resulta que la mujer del César es una destrozona y un pendón verbenero, no ha de preocuparse por guardar las apariencias. Al fin -¡al fin!- es libre, luego de tanta sacristía y tanto beaterio. Ya puede desfogarse y darle gustirrinín al cuerpo. ¿Estamos o no estamos a favor de que se amplíen los derechos?
No tiene pudor mas sí corazoncito, el señor Zapatero. Es un alma sensible y, bajo la coraza del poder, sus sentimientos están a la intemperie. Si mintió alguna vez, lo hizo por piedad, por no añadirle lastre a la pesadumbre ajena. Y sus errores -lejos de ser producto de la estulticia aguda, la irresponsabilidad cegata o la incompetencia extrema- son achacables al ansia de saber que formula la clásica sentencia: «Errando discitur», o sea, que se aprende a fuerza de escarmientos. Sería injusto, pues, endosarle el mochuelo de que en este país de zopilotes el personal ni espabile ni escarmiente. Cual la mujer del César, también los masoquistas se han ganado el derecho a airear las posaderas. Y a relamerse -¡Hummmm...!- si les baldan a azotes con la mano izquierda.
Brama la oposición escarnecida (escarnecidos quiere Dios, a lo mejor así escarmientan) por la desfachatez del «vis-à-vis» contra natura oficiado al amparo de la Naturaleza. Acumula invectivas y frases solemnes. Que si el ejecutivo por aquí, que si el legislativo por allá, que si los socialistas se han creído que todo el Montesquieu es orégano. Petardeo, farfolla, palabrería hueca. La única pregunta que le hiela la sangre al señor Zapatero es la que su propia sangre le plantea: «Papá ¿por qué han matado a Bambi, por qué no has acudido a defenderle?».
-¡Bermejo, bambicida, cagüen tu calavera!
-¿Pasa algo, José Luis?
-Duerme, Sonsoles, duerme.
http://www.abc.es/20090217/opinion-firmas/zapatero-bambicidio-20090217.html
martes, febrero 17, 2009
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