viernes 20 de febrero de 2009
In Memoriam
Juan Urrutia
H ACE poco, muy poco, falleció un hombre que merece ser recordado. Enseñó a sus hijos que el amor a la familia es lo más importante, por encima de cualquier otra cosa, y les educó en sólidos principios. Gran lector, de extraordinaria cultura y siempre cortés, fue un Señor con mayúsculas, poseedor de esa distinción que no otorgan la nobleza ni la sangre azul. No, no voy ha hablarles de un renombrado poeta o de un famoso escritor, simplemente era un padre, esposo y ser humano.
Le apasionaba el recorrido de la humanidad a lo largo de su existencia y podía charlar largamente sobre las más diversas épocas de nuestra historia. Era empedernido cinéfilo, melómano y extraordinariamente aficionado a la artesanía, de hecho, él mismo era un gran artesano.
Al tiempo que, con la única ayuda de una simple navaja, daba caprichosas formas a la madera, enseñaba a sus hijos a manejar las herramientas sin herirse o les contaba historietas cervantinas que, con el paso del tiempo, despertaron en ellos suma curiosidad por la lectura. Jamás obligó a sus retoños a leer un libro, sino que sembró en su interior la semilla de la lectura, de la curiosidad y el deseo de aprendizaje. Regresando a la madera, era casi una obsesión para él crear auténticas réplicas de aquellos coches que conoció en su infancia, allá por los años treinta, cuando la aparición de un humeante vehículo era motivo de admiración para niños y adultos. Copiaba, con exactitud absoluta y resolviendo siempre de forma creativa los problemas que se le presentaban, aquellos cacharros que representaron el comienzo del automovilismo moderno. Su casa estaba llena de geniales ideas, estaba llena de él, que con maestría era capaz de transformar el cajón de los cubiertos en una estantería, un viejo tubo de latón, que en su tiempo sustento la cortina de la ducha, en una lámpara o darle el uso más insospechado a cualquier herramienta. Imaginativo, lo era sin duda, y también valiente, se enfrentó con coraje a su final, que no fue sencillo. Quizás esa fuera la última lección que dio a sus vástagos.
Tras esta escueta descripción de quién fue el hombre del que hablo, añadiría que sus hijos se sienten agradecidos porque les enseñó algunas cosas, todas importantes a la hora de enfrentarse a la vida. Puede que ya lo hayan supuesto, esta es mi forma de decir: adiós querido padre.
Artículo dedicado a la memoria de Alberto Urrutia, mi padre.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=5072
viernes, febrero 20, 2009
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