jueves, febrero 12, 2009

Jose Melendez, Un gobierno irresponsable

jueves 12 de febrero de 2009
Un gobierno irresponsable

José Meléndez

E L presidente Zapatero le tenía miedo a debatir en el Parlamento la aguda crisis económica que padecemos. Por eso, se valió de los buenos oficios –comprados, claro está- de sus aliados parlamentarios para esquivar su comparecencia en enero cuando el paro rebasó los tres millones de desempleados y como ya no tuvo mas remedio que comparecer el martes, varió el esquema tradicional del debate, dejando que los portavoces parlamentarios comentaran su intervención, sin contestarles uno a uno, sino a todos juntos al final. Así rehuía el cuerpo a cuerpo con Mariano Rajoy, metiendo al PP en el pelotón, junto a grupos tan poco significativos como IU y ERC.

Pero a pesar de esta jugada, no pudo evitar que Rajoy, brillante, contundente y sobrado de razón en sus argumentos que avalan los hechos, le diera un buen repaso a su discurso generalista e incierto, en el que enumeró las docenas de medidas que su gobierno ha tomado hasta ahora y que, como señaló Rajoy, hasta la fecha no han servido para nada porque han sido medidas improvisadas, sin calado, que solo servían para salir del paso y aparentar que el gobierno hace algo. Y es de señalar que lo mas destacado de las propuestas que anunció a los diputados es el recorte de 1.500 millones de euros del gasto público, para destinarlo a los subsidios de paro, precisamente una propuesta que el PP presentó en el Parlamento hace tres meses, cuando el paro rozaba a los tres millones y la mayoría gubernamental la rechazó.

La pregunta es forzosa. ¿Qué va a reducir del gasto público para sacar esos 1.500 millones? ¿Va a suprimir los gastos suntuarios de algunas autonomías, como Galicia, o los viajes oficiales con un ejército de acompañantes, o las subvenciones a organizaciones que solo tienen afinidad de ideas con el PSOE, o ese ministerio de Igualdad que nadie sabe para qué sirve?

El debate fue un desastre para él, porque no solamente le atacó Mariano Rajoy, sino todos y cada uno de los demás portavoces parlamentarios, aunque en algunos casos eso lo hicieran con la boca pequeña porque a la hora de la verdad estarán dispuestos a venderse una vez mas si la tajada que puedan sacar es suculenta.

Un gobierno puede incurrir en muchos pecados, todos ellos graves porque lesionan su misión insoslayable de velar por los intereses de sus gobernados, que es para lo que ha sido elegido. Pero quizás el peor de ellos es el de irresponsabilidad y ese pecado se ha convertido en el distintivo de la gestión del gobierno que padecemos en España.

La irresponsabilidad de su gestión de la crisis que nos atenaza comenzó por negarla cuando todas las luces de alarma se encendían y no adoptó medidas preventivas porque eso sería reconocer lo que vehementemente negaba y podría perjudicar sus opciones en la campaña electoral que se vivía entonces. Y después, cuando la crisis estalló con todas sus demoledoras consecuencias, se encontró desbordado por los acontecimientos y desde entonces va a la deriva tomando decisiones que solo demuestran su ineficacia y su ausencia de ideas para hacer frente a la situación mas grave que vive nuestro país desde la Transición.

En la economía no caben ni el talante ni las promesas irreflexivas ni el tratar de ocultar los hechos o restarles la importancia que tienen. Un gobierno que había prometido el pleno empleo hace apenas cuatro años, ha visto crecer la dramática lista de parados hasta alcanzar los tres millones trescientos mil, que es la cifra mas alta de la Europa comunitaria y un gobierno que prometió viviendas para todos ve ahora como mas de un millón de familias han perdido sus casas o están en trance de perderlas por no poder hacer frente a las hipotecas. Un gobierno que se vanagloriaba de que España era la octava economía mundial, no dice ahora nada cuando la producción industrial ha bajado un 28 por ciento y España ha entrado en recesión porque lleva dos trimestres con cifras negativas en el PIB.

En toda la sucesión de reveses económicos que estamos padeciendo en los últimos doce meses, la gestión del gobierno es primero negar la evidencia y después, cuando ésta se impone, aventurar que la solución está cercana. Los límites que Zapatero, Solbes y sus corifeos han ido poniendo a la hecatombe son de risa. Primero dijeron que el empleo se solucionaría y la economía mejoraría a finales del 2.008, después en el 2.09 y ahora en el 2.010. El ministro de Trabajo afirma que no se llegará a los cuatro millones de parados cuando eso es el vaticinio general de los expertos y como si no llegar a esa cifra fuera un éxito. Y el propio Zapatero sigue con su optimismo antropológico y ahora llama a la crisis “paréntesis” que es como decirle al que le han amputado las dos piernas que ha sufrido un contratiempo.

En el caos de decisiones irreflexivas, Zapatero anunció a bombo y platillo que destinaba 50.000 millones de euros a garantizar que ha banca volviera a conceder créditos a las familias necesitadas de ello y se ha encontrado con la negativa de la banca que, dejando aparte su detestable sistema de poner el pie en el cuello de los clientes que no son preferentes, ha exhibido un hecho que tiene una lógica incontestable: no se le puede pedir a los bancos que vuelvan a la concesión de créditos sin garantías suficientes porque eso es lo que ha producido la crisis financiera en el mundo. El ministro de Industria y Comercio Miguel Sebastián –que entra en el término “metrosexual”, acuñado por el inglés Mark Simpson en 1,994 para describir al hombre bien parecido y trajeado, que se arregla las uñas y usa cremas en oposición al tradicional concepto de “macho”- afirmó que al gobierno se le está acabando la paciencia con los bancos, lo que tuvo la inmediata respuesta del inefable Pepiño Blanco –quizá pensando en los útiles que son los bancos para los partidos políticos, prestándoles dinero para las campaña electorales- asegurando que el gobierno tiene una paciencia infinita. La tendrá, pero desgraciadamente no tiene otra cosa

La mayor preocupación del gobierno en esta crisis es dar con la forma de fomentar el consumo que sufre una atonía casi completa. Y para ello, dado que no parece contar con los bancos por ahora, se buscó una fórmula que a su solo anuncio produjo un escándalo. La Dirección General de Seguros, que depende del ministerio de Economía y Hacienda, se sacó de la manga un procedimiento mediante el cual el gobierno permitiría el rescate de los ahorros acumulados en los planes de pensiones cuando el titular, su cónyuge, sus padres o sus hijos estén en paro durante un período continuado de seis meses. Eso representaría un grave riesgo para el modelo de previsión social complementaria y echaría por tierra el ùltimo reducto que le queda a la clase trabajadora, que es el ahorro. La normativa actual permite rescatar el plan de pensiones en caso de enfermedad grave o paro de larga duración, doce meses continuados como mínimo. De hecho y durante el 2.007, según datos de la Dirección General de Seguros, un total de 3.840 partícipes rescataron 44.2 millones de euros. La reacción a esta excesiva flexibilidad por parte de los sindicatos y las gestoras que estiman el proyecto como “un disparate” que destruiría el modelo de previsión social a largo plazo, ha llevado al ministro Pedro Solbes a rectificar una vez mas y asegurar que será solo el titular en paro el que podrá efectuar el rescate y no por familiares desempleados. Veremos si no rectifica de nuevo, porque con Solbes nunca se sabe a que carta quedarse.

La impresión que nos queda después del debate del martes es penosa, porque el gobierno no sabe o no quiere acometer las reformas estructurales que requiere la crisis. Como de puntillas, Zapatero reconoció que lo peór está por venir antes de que escampe. Y lleva razón. Lo que no dice es que la nómina de desempleo se está haciendo insoportable para las exhaustas arcas del Estado, que la deuda exterior sobrepasa los límites impuestos por la Unión Europea y el comisario de Economía Joaquin Almunia, precisamente un socialista español, ha expedientado a España dándola un plazo para que corrija el déficit. Eso quiere decir que si no se hace, España corre el riesgo de ser expulsada de la serpiente monetaria y volver a nuestras míseras y entrañables pesetas. Y tampoco dice, cuando habla de la luz que se ve al final del túnel que esa luz está aun muy lejana porque el tejido productivo español tardará años en reponerse y la construcción ha dejado de ser el motor que impulsa la economía. Hay un millón de casas nuevas sin vender y mientras éstas no se vendan no se construirán otras y, por desgracia, no hay nadie que pueda comprarlas.

Ese es el panorama que nos ofrece un gobierno que hace cinco años heredó una economía pujante, unas cuentas públicas saneadas y un sistema de pensiones y Seguridad Social garantizado. Si a pesar de eso le siguen votando, es que estamos en un país que todavía cree en los Reyes Magos y en Caperucita Roja.

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=5056

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