Laicismo sin disimulo
Jueves, 05-02-09
AUNQUE se trata formalmente de una visita privada para pronunciar una conferencia, la presencia en España del secretario de Estado del Vaticano tiene un profundo significado político. Además de los encuentros con Su Majestad el Rey y el Príncipe de Asturias, el cardenal Bertone ha mantenido entrevistas con el presidente y otros miembros del Gobierno, y con el líder de la oposición, así como -lógicamente- con los sectores más relevantes del ámbito católico. A nadie se le oculta que Rodríguez Zapatero ha hecho del laicismo radical una seña de identidad de su mandato. Se trata, sin duda, de un guiño ideológico hacia la izquierda más extrema, pero también de una cortina de humo para crear debates artificiales. La Iglesia ha reaccionado con una firme defensa de los principios que configuran su sólida doctrina moral. Para desconsuelo de los radicales, no hay discrepancia alguna entre obispos supuestamente «moderados» y «extremistas» cuando se trata de defender la vida, la familia o la educación en los valores cristianos. El intento de dividir al adversario es un viejo truco que no le funciona esta vez al PSOE porque la respuesta de la Iglesia no ofrece fisuras en materias como el aborto, la eutanasia o la institución matrimonial. En el plano de las relaciones con la jerarquía eclesiástica, el Gobierno intenta mover sus piezas con un aparente espíritu de cooperación. La designación de Francisco Vázquez como embajador y una retórica cargada de falso sentido institucional son pasos orientados a demostrar que no existen problemas de fondo. Sin embargo, el sectarismo laicista está cada día más presente en la orientación política del Ejecutivo. Los anuncios y las advertencias se traducen hace ya tiempo en realidades tangibles. Así, la aprobación de una ley de plazos para el aborto es una decisión política firme, confirmada por el presidente en su reciente comparecencia en televisión. Ayer mismo, el PSOE y sus socios plantearon en el Congreso un «ultimátum» para acelerar esta reforma legislativa, en una reunión cuya coincidencia con el viaje de Bertone no es, por supuesto, puramente casual.
En este contexto, no engaña a nadie el perfil institucional que se pretende dar a la presencia del secretario de Estado, al margen de cortesías, eufemismos e incluso anécdotas. Incapaz de superar su ínfimo nivel en política exterior, el presidente del Gobierno ha invitado a la Santa Sede a participar en su programa sobre la «alianza de civilizaciones», una propuesta insignificante para un mundo en plena crisis. Lo importante, sin embargo, es la imposición autoritaria de los dogmas laicistas. Avalada por el Tribunal Supremo, la polémica EpC, una asignatura inútil e ideológicamente sesgada, está ya en pleno proceso de aplicación. Casi con certeza, la nueva ley del aborto entrará en vigor a lo largo de este año. A corto plazo, está prevista una ronda de consultas entre la Administración y las diversas confesiones para poner en marcha una reforma -absolutamente innecesaria- de la ley de libertad religiosa. Esta es la realidad que sin duda ha sabido percibir monseñor Bertone, diplomático experimentado, prudente y muy bien informado sobre el desarrollo de una ofensiva laicista contraria a la Constitución y a la realidad histórica y social de España.
http://www.abc.es/20090205/opinion-editorial/laicismo-disimulo-20090205.html
jueves, febrero 05, 2009
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