lunes, febrero 02, 2009

Felix Arbolí, El pintor de los marginados

lunes 2 de febreo de 2009
El pintor de los marginados

Félix Arbolí

J OSÉ LUIS nació por un bendito despiste en las cuentas de la fertilidad materna, y se coló a pesar de las medidas tomadas por sus padres, cerrado el cupo de hijos previstos. Ya tenían una pareja de cinco y cuatro años y la trágica experiencia del nacimiento de una hija muerta. Habían decidido que con dos cubrían el cupo y evitaban la posibilidad de una nuevo y desgraciado parto. Le llamaban el niño del seis, pues nació el dieciséis de junio de 1966, a las seis de la mañana y pesando seis kilos .Increíble, pero cierto. Cuando le vio su padre sólo pudo decir “¡Éste no es un niño, es un camionero!”.

Desde su nacimiento, gracias a que sus padres no eran partidarios del aborto, se convirtió en el “rey de la casa”, incluso entre sus propios hermanos, pues era un niño gordito, bullanguero, nada llorón y muy inquieto. Lo que más sorprendía era su obsesión desde muy pequeño por pintarrajear todo cuando llegaba a sus manos, pero no a base de los garabatos normales a todo crío, sino de unos trazos irreconocibles en los que se advertían ya evidentes conatos artísticos. Antes de cumplir los tres años, escribía su nombre y otras cosas más, sin haber pasado siquiera por una guardería. Sencillamente dibujaba lo que sus padres le escribían en cualquier papel utilizando el primer lápiz que llegaba a sus manos o pinturas de colorear, unos de sus juguetes preferidos. Ignoraba su significado pero todo lo copiaba con una exactitud que llamaba la atención de cuantos presenciaban la escena.

Su llegada al colegio no le causó ningún trauma. Aprendió rápido, aunque seguía pintando sobre cualquier cuaderno o papel lo que su imaginación le dictaba o advertían sus ojos, sin que hiciera falta especificarlos para reconocerlos. No fue un estudiante de los que se citan como ejemplo. Normal en las diversas materias escolares, a excepción de las que se relacionaban con el dibujo o la manualidad donde sus notas daban un enorme salto hacía arriba. En cierta ocasión tuvieron que ir sus padres a ver al profesor para convencerle de que en ese dibujo, en el que le había suspendido por no creerle autor, no había tenido la menor intervención un adulto, sino obra exclusiva del chaval. Y ante su incredulidad, repetirlo en su presencia, cambiando el suspenso por un sobresaliente y la primitiva represión por la excusa y la felicitación. Posiblemente el detalle de ser zurdo le ayudó bastante ya que achacan a los que poseen esta habilidad con la siniestra valores y méritos artísticos que no desarrollamos tanto los demás.





Sus dibujos se fueron transformando en pinturas y adquiriendo perfiles y formas con un estilo muy preciso y sugestivo. Ante su constante interés artístico sus padres le plantearon la posibilidad de inscribirlo en alguna academia para su perfección y el aprendizaje de nuevas técnicas, pero su innata modestia y sencillez, impidió que esa decisión pudiera realizarse. No hubo forma posible de que se dejara influenciar por las enseñanzas de un profesional en este difícil arte. Ël lo consideraba como una simple anécdota en su vida y los lienzos iban aumentando sin preocuparse ni consentir exponerlos o venderlos, a pesar de algunas ofertas recibidas. Cuando sus padres llevaban algunos a enmarcar para colgarlos en el salón o hacer algún regalo a un familiar o compromiso al que no se le podía negar, la encargada de la tienda de marcos y molduras, solía pedir permiso para exhibirlos algunos días en el escaparate, ya que le parecían dignos de figurar a la vista del público. Incluso quiso adquirirle algunos para complacer a sus clientes, que él no aceptó, aduciendo que sólo pintaba para familiares y amigos que se lo pedían. En realidad, la mayoría de sus cuadros han ido a parar a casas de familiares, amigos y compromisos ineludibles al tratarse de sus propios jefes, a los que no podía negarse. Son muchos los que ya adornan salones y paredes de casas madrileñas, aunque algunos tuviera que firmarlos casi a la fuerza en el instante que los entregaba. Fue su hermano mayor y la insistencia de sus padres, los que lograron que aceptara la venta de varios y atender algunos encargos.

No le han afectado las alabanzas por ese arte instintivo, sin aprendizaje académico, que para el autor sólo significa un mero pasatiempo en sus momentos libres. Su obra fue precisando los detalles, perfeccionando la combinación del color y depurando una técnica mixta que utiliza el óleo, la acrílica y la tinta, aunque el primero con mayor frecuencia. De sus manos surgieron retratos familiares y de otras personas que ocupan lugares destacados en varias casas. Pero la empecinada modestia que le domina hace que le cueste trabajo firmarlos y hubo que realizar un enorme esfuerzo para convencerle de que acceda a ese requisito, aunque a veces sólo consigan un simple Jose.





Es el pintor de los marginados, que son sus personajes y modelos preferidos. Dotado de una extremada sensibilidad su pintura quiere ser una llamada solidaria hacia esos seres que carecen de lo más indispensable y una queja descarada ante una sociedad hipócrita y cínica que vive de espaldas a esta cruda y triste realidad. Hombres y mujeres, generalmente de color, con sus ojos hundidos sin brillo, las miradas enquistadas en el sufrimiento y esos gestos que más que súplicas suscitan denuncias pacíficas ante una atormentada situación sin posible alivio, porque la Humanidad se empeña en cerrar los ojos al dolor y a la tragedia del débil e indefenso. Madres que se sienten impotentes ante la necesidad imperiosa de sus hijos por escapar del hambre, soportando con resignación y amargura la indiferencia del que tiene más de lo que necesita y las ve sin inmutarse. Hay indias también de vistosos colores en sus saris, músicos caribeños que espantan sus males o muestran su alegría con sus ritmos bailones, familias en la miseria más absoluta hábilmente expuesta y esa abuela que a pesar de su dolor y sufrimiento sostiene amorosa a ese pequeñajo, en cuyos ojos se descubre el pavoroso sufrimiento de unos países a los que fuimos a civilizar y los dejamos hundidos, esquilmados y sin esa esperanza en un mañana mejor, que es lo nunca nadie debe perder. Mal tratado por una civilización que bajo su apariencia amable y complaciente a su llegada, escondía un corazón y unos sentimientos mezquinos y miserables.

En los modelos expuestos, para adornar este artículo, se puede apreciar el arte, la grandeza y la sensibilidad artística de un joven padre de familia, que merece ser conocido y admirado, por esa habilidad innata que Dios le ha dado para disfrute, orgullo y satisfacción de los que le quieren de verdad. No quisiera desaparecer de este mundo sin ver sus obras fuera de salones particulares, exhibiéndose en esas galerías donde los artistas presentan sus credenciales. Porque José Luis, ya lo habrán adivinado, es mi hijo pequeño. Uno de los mayores favores que me ha concedido la vida, al permitir que se colara gracias a que el aborto no figuraba, ni figura en nuestros planes.

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=5030

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