miércoles, febrero 04, 2009

Carlos Semprun Maura, Las manos sucias

miercoles 4 de febrero de 2009
CRÓNICAS COSMOPOLITAS
Las manos sucias
Por Carlos Semprún Maura
Una anécdota familiar, que probablemente soy el único en recordar, cuenta que, mirando una película, ya no sé si en un cine o en el salón ante un Pathé-Baby, yo, muy niño, de pronto me puse a sollozar y a gritar: "¿Pero quiénes son los buenos?", al ver los tiroteos y los muertos en la pantalla sin entender quién era quién.

Algo parecido puedo preguntar, sin sollozos ni gritos infantiles, sobre el espionaje en Madrid. En este caso, mi pregunta sería, más bien: "¿Quiénes son los malos?".

Todo está montado para que aparezca como culpable el equipo de Esperanza Aguirre, pero resulta que el más espiado es Ignacio González, o sea el lugarteniente de Esperanza, y vicepresidente de la Comunidad. ¿En qué quedamos? Pues quedamos en la realidad, en la miseria del PP desde que lo lidera Mariano Rajoy.

El otro día Esperanza Aguirre se declaró "víctima" de un contubernio, y añadió: "Van a por mí". Lo siento, pero cometió un error: una personalidad política de su talla no debe declararse víctima jamás, porque suena a derrota anunciada, y si la atacan, como es el caso, debe contraatacar, con más virulencia aún. Pero nunca víctima, jamás; siempre vencedora y agresiva. Es así como se gana. ¿Se declaró víctima José María Aznar, tan calumniado? ¿Se declaró víctima Margaret Thatcher? Nunca, jamás. Cito estos nombres, podría citar otros, porque creo que se trata de políticos que Aguirre estima.

De todas formas, todo el mundo sabe que existe una guerra civil en el seno del PP, entre Ruiz-Gallardón y Esperanza Aguirre, y que, se trate de Caja Madrid, del espionaje o de las discotecas y sus mafias, todo son conflictos. Pero no conflictos democráticamente discutidos, sino zancadillas, cabronadas, infundios y hasta un supuesto espionaje. Una merienda de negros, hubiera yo escrito, pero hoy resulta imposible, debido a ese presidente que me da muy mala espina. Diremos que se trata de un aquelarre: leo en el Diccionario de la Real Academia: "(Del vasco aquelarre, prado del macho cabrío). 1. m. Junta o reunión nocturna de brujos y brujas, con la supuesta intervención del demonio, ordinariamente en figura de macho cabrío, para la práctica de las artes de esta superstición". Es precioso, ¿no? Podemos imaginar a Cebrián, a Ruiz-Gallardón, a Zapatero, a Miguel Ángel Aguilar, pero con minifalda, y a bastantes más, celebrando el aquelarre, o sea la muerte política de Esperanza Aguirre.

No nos llamemos a engaño: sea quien sea el macho cabrío, la conjura no está mal montada, y El País se apunta un tanto. Pero la guerra no ha terminado, y puesto que el montaje político-periodístico oscila entre la mentira absoluta y la exageración, todo el tinglado se derrumbará, pero quedarán heridas. En todo caso, UGT ya ha pedido disculpas por haberse lanzado a la batalla sin cartuchos, siguiendo la corriente del infundio y la calumnia.

Las informaciones –o más bien chivatazos– de El País son voluntariamente confusas y contradictorias, porque no trata de demostrar algo, sino de crear un ambiente de suspicacia y rechazo contra Esperanza Aguirre y su equipo.

Podría pensarse, leyendo el diario global, o mirando la TVE Internacional, que es la única que alcanzo, que Ignacio González decidió espiarse a sí mismo, o pedir a sus compañeros de partido que le espiasen. La coherencia, repito, no es en absoluto su objetivo, tampoco la verdad; su único objetivo es crear suspicacia y rechazo: "Por lo visto, en el PP se espían hasta entre compañeros".

Pero dejemos esa novela negra, que el pésimo de Vázquez-Montalbán jamás se hubiera atrevido a escribir, para ir al fondo político de la cuestión: ¿qué es el PP, qué quiere realmente el PP? Nadie ignora que, además del portazo de la valiente María San Gil, existen otros problemas y conflictos (bueno, existen en todos los partidos), que existe una batalla entre Ruiz-Gallardón, socialdemócrata de derechas (lo peor, con los católicos de izquierdas), y Esperanza Aguirre, liberal, y además liberal de verdad, no de boquilla. Y Mariano Rajoy, arriba, que inclina su cabeza unas veces a la izquierda y otras a la derecha, pero que sigue a mitad de la escalera, sin subir ni bajar, y que una vez más ha decidido lo peor: la censura, el silencio, todo a puertas cerradas, con lo cual los infundios y las calumnias se exorbitan: si tanto esconden es porque mucho tienen que ocultar, pensará la gente.

Desde luego, ni el PSOE ni sus medios permanecen en las gradas, observando y discretos. Se lanzan, como es lógico, a la batalla, que en estos momentos de crisis les viene como miel sobre hojuelas: ¿cómo podría gobernar el PP con todos esos líos internos que tiene?

Ruiz-Gallardón, que ha librado batalla varias veces contra Esperanza Aguirre por el liderazgo político en Madrid, y siempre ha perdido, debe de temer el librar una nueva batalla democrática y perderla; la tentación es, pues, grande, de librar una batalla sucia, soterrada, favoreciendo todo lo que pueda molestar a su rival, hasta utilizando estos supuestos actos de espionaje.

De todas formas, repito, la situación actual no es buena para el PP. Pero en vez de recluirse, encerrarse, censurar, el PP debería poner todas las cartas boca arriba y zanjar la cuestión democráticamente, o sea mediante el voto de los militantes. ¿Es imposible organizar una asamblea extraordinaria en Madrid, por ejemplo? Y no intentar resolverlo todo en un despacho de Génova.

El País no necesita el apoyo y el aval del PSOE para lanzarse en su campaña de calumnias y chivatazos, que desde luego favorece al PSOE, porque tiene amigos en el PP. El primero de ellos es precisamente Ruiz-Gallardón, quien tiene su propia policía, y sus espías; el segundo –o el séptimo– es José María Lassalle, colaborador habitual de sus páginas y secretario de Estudios del PP (me suena a colegios de jesuitas). Éste viene escribiendo en las páginas Opinión una serie de artículos para explicarnos que existe un liberalismo bueno, que es moderado, sereno y tolerante, y un liberalismo pésimo, extremista, ultraliberal, peligroso; el primero estaría representado por Mariano Rajoy y el autor, y el segundo por Hayek, Aznar y, no faltaba más, Esperanza Aguirre. Las chorradas que ese señor escriba no tienen aparentemente nada que ver con el actual tejemaneje de quién espía a quién, y quién va ganar esta sucia batalla, pero sabia y sutilmente (eso es al menos lo que se cree) defiende a Rajoy echando mano de quien sea, recientemente de Isaiah Berlin, para exaltar la moderación, el compromiso y la alianza de cobardías.

La batalla de Madrid hay que ganarla, Esperanza Aguirre, y ya se verá después.

http://revista.libertaddigital.com/las-manos-sucias-1276236185.html

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