viernes 17 de noviembre de 2006
Reflexionando sin rencor
Félix Arbolí
H E leído detenidamente, sopesando palabras e intenciones, la contraportada donde se publica “Reflexiones”, el clamor o manifiesto de un grupo de personas vinculadas a la vida militar directa o indirectamente, en el caso de los familiares que figuran. Nada que objetar a lo que expresan, sienten y proclaman a los cuatro vientos con sus nombres y apellidos, sin camuflajes y ocultaciones con seudónimos, a la manera que suelen expresar sus sentimientos y exponer sus inquietudes los hombres que se visten por los pies y las mujeres que les acompañan en su vida, fieles a su amor y a sus ideales. A nadie debe impedírsele proclamar libremente sus ideas y opiniones en un país democrático como el nuestro, sin tener que recurrir para ello al insulto personal, la grosería provocativa y la ofensa al adversario o al que no piense de idéntica forma. Directo al objetivo, pero sin usar descalificaciones que suelen ocasionar mayor daño al que las dice que al que las recibe. En dichas “Reflexiones”, se habla del gobierno, de la oposición, de la iglesia española, del pertinaz revanchismo de la nueva izquierda y de la cicatera y cobarde actitud de una derecha que no se mantiene firme en sus posiciones, ni demuestra la debida honestidad y ejemplaridad en el ejercicio de sus funciones, como desgraciadamente estamos viendo a diario, pensando sólo en el propio beneficio de sus políticos y sus intereses partidistas. Dejándose pisar el terreno por los que van directos a la división de los españoles, con alusiones a un pasado de rencores y enfrentamientos, en las que solo se mencionan y destacan los abusos y errores del bando contrario, sin entonar el debido “mea culpa” por los que tuvieron ellos como protagonistas y verdugos, cuando ostentaban el poder en ese temido y jamás olvidado periodo del Frente Popular. ¿O es que ese periodo de asesinatos sin causas que los justificaran, incluso menores y familias enteras, debe eliminarse de esa tan cacareada “memoria histórica”?. ¿No es mejor olvidar ese triste episodio de nuestra Historia y mirar a un futuro sin odios y rencores entre españoles?. . He tenido la paciencia de leer uno a uno los nombres que figuran en la lista de firmantes y he observado que algunos de ellos me son muy familiares desde los tiempos de mi infancia y posteriores años, en los cuarenta y ocho que estuve como funcionario civil al servicio de la Marina. También he notado la ausencia de otros que yo esperaba aparecieran y no los encontré. Unos, desgraciadamente, por habernos adelantado al incógnito final de nuestra existencia y otros de los que ignoro el motivo de su ausencia. Ya me extrañó que mi amigo y pariente el Negro, habitual de estas páginas y cuya identidad conozco, ya que me unen unos lazos muy fuertes e inquebrantables con su familia, no figurara en ella. Pero mi extrañeza quedó disipada rápidamente cuando advertí que, inasequible al desaliento y firme en su ideal, ocupaba el primer comentario en el que ofrecía su total adhesión a la causa expuesta por sus compañeros de armas, dejando claro su profesión de médico y su alta graduación militar, a la que también llegó su inolvidable padre. Posiblemente no debieron mostrarle esas “reflexiones” a tiempo, pues si así lo hubieran hecho, en la “V”, hubieran ido dos nombres más, el de él y el de su hermana, que también leo entre los comentaristas. ¡Te conozco “resalao”!. (Perdona la broma). Yo estoy de acuerdo con algunas de esas consideraciones, pero hay cosas y sucesos que por mi edad y experiencia en mi dilatado trabajo en un estamento militar, que algunos de los nombres figurantes me lo han hecho recordar, no son afines a mis criterios. En mi vida entre militares, he tenido la continua experiencia de que el subordinado debe obedecer siempre, en todo momento a su superior, aunque piense que no lleva razón en lo que le ordena. La disciplina y la obediencia son virtudes castrenses incuestionables. He sido testigo personal de hechos, desaciertos y abusos por parte de algunos mandos hacia sus subordinados, sin que a pesar de ir contra la lógica y tener razón, los infortunados pudieran alzar su voz y mostrar su protesta, porque los galones daban primacía a cualquier otra cuestión digna de tenerse en cuenta. He visto como un Coronel, por cierto firmante de la lista y amigo de mi infancia, contra el que nada tengo personalmente, echaba una bronca fenomenal, casi humillante, a su segundo, un Teniente Coronel, delante de todo el personal, incluidos los marineros allí destinados, cuando lo reglamentario es llamarlo a su despacho y hacerlo reservadamente. Pues el pobre hombre, a pesar de sus tres galones de catorce en la bocamanga de su azulado uniforme, estuvo callado y sumiso, mientras lo amonestaban públicamente por una nimiedad, que no tenía la menor importancia. Más vergüenza sentimos los obligados espectadores de esa incomprensible escena, que el pobre hombre, por cierto muy buena persona, que estaba recibiendo la antirreglamentaria reprimenda. En otra ocasión, un alférez de milicias, de poco más de veinte años, canijo y escuchimizado, con una poblada barba, puro nervio y actitudes de niño pijo de papá, le quiso tomar conmigo y me traía frito con sus llamadas, encargos y problemas, que nada tenían que ver con mi misión y cometido. Aparte, según mi Reglamentación yo sólo dependía del Jefe de la Sección, que era el Coronel, pero no militarmente, sino solo en el aspecto administrativo. Tanto me cansó con sus constantes intentos de abuso de autoridad, (que no tenía sobre mí), que ya no pude soportarlo más. Ante todos, como él acostumbraba a ordenarme cosas que no eran de mi competencia, alzando la voz para que se enteraran los jefes que se hallaban en el despacho contiguo, me enfrenté a él… -“Se puede saber porque me tiene que estar machacando continuamente?. Yo tengo un trabajo asignado y lo que usted me pide no entra para nada en mis funciones a desempeñar, así que no puedo hacérselo”. El “gorrioncillo”, tan poquita cosa, me responde ufano y con aires de victoria.. -“Pues le ordeno que lo haga y sólo le toca obedecerme, ya que tengo estos galones” Aparte de su ofensiva manera de decirlo, me irritó su tono triunfante, mirando a la galería con ese desplante que hacen los toreros cuando dan una buena estocada y esperan el corte de oreja. Eso fue lo que más sublevó. Más aún que ese “macaco” creyera que estaba tratando con un marinero (que tampoco lo apruebo), e intentara ofenderme y humillarme sin el menor respeto y consideración a mi edad (mi hijo el pequeño era mayor que él), profesionalidad y dignidad humana. Mi respuesta fue contundente, aunque lo comprendo, no muy correcta en su exposición. -“Yo hace muchos años que hice el servicio militar y no tengo porqué aceptar órdenes militares y menos de usted que, en realidad, está haciendo la “mili” como este chaval, si no es por esa gracia que hicieron de dar ese privilegio a los universitarios. Yo tengo también mi carrera de Periodista, estudio la de Derecho y soy funcionario civil y en cuanto a sus galones, me los paso yo por los….( la palabra rima con galones). Mi único jefe según la Reglamentación es el Coronel y no como militar, sino como jefe administrativo. Desde entonces no volvimos a tener altercado alguno y terminamos siendo buenos amigos. Quiero explicar con estos dos detalles, tengo muchos más y buenos también, (hasta el orgullo de haber recibido dos Cruces al Mérito Naval con distintivo blanco y una felicitación especial del Almirante de mi Jurisdicción), que la obediencia, la disciplina y el rango en el escalafón son consideraciones inapelables en la vida de miembro de las Fuerzas Armadas desde soldado hasta el más alto mando. El no va más de todo el que se precie de buen militar. Incluso algunos, como el caso de este alférez de milicias lo han querido extrapolar a otros ámbitos ajenos a las Ordenanzas, como era el caso mío. Y como aquella célebre frase de tiempos pasados “!No sabe usted con quién está hablando!”, aunque se tratara de un militar de poca graduación dirigiéndose a un civil. Estos ejemplos vienen al caso para expresar que no puedo estar de acuerdo con el censurable y bochornoso espectáculo que dieron el Tte.Coronel Tejero y los miembros de la Guardia Civil que le acompañaban y secundaban en su intento de golpe de estado, con el gobierno y los diputados reunidos en el Congreso. No es que juzgue los motivos que pudiera tener ese Jefe de la Benemérita para realizar tal acto, si fue engañado por alguien que posteriormente lo dejó solo, si existía descontento por parte de cierto sector militar ante el panorama reinante y quisieron ponerle remedio de una manera tan drástica o si se trataba de un acto de momentánea locura sufrida por unos hombres y secundado por unos subordinados que sólo obedecían las órdenes de su superior. No es éste el caso de mi comentario, aunque personalmente no sea proclive a solventar los problemas a través de las amenazas y de las armas. Me gusta más razonar, discutir con corrección e intentar dialogar con mi adversario para tratar de encausarlo de la mejor manera. Lo que si me pareció inadmisible y vergonzoso, intolerable añadiría yo, que un guardia civil, vistiendo ese honroso uniforme que tanto honor y virtudes ha dado a un Cuerpo, enaltecido y respetado a lo largo de su historia, apareciera en ese video que hemos visto para vergüenza de todos, empujando, atropellando y atacando físicamente, hasta casi tirarlo al suelo a fuerza de empellones, a todo un Teniente General del Ejército y ministro de Defensa, bajo la amenaza y los disparos intimidatorios de su superior y compañeros, sin que hicieran el menor caso a las órdenes y requerimientos no sólo del vejado general, con sus vicios, virtudes, errores, aciertos y circunstancias, pero Teniente General con todas las de la ley, sino a las del propio Jefe del Gobierno, que tuvo la gallardía y la dignidad de permanecer sentado en su escaño, mientras los furiosos visitantes continuaban dando alaridos, disparando en todas direcciones y lanzando groseras amenazas a las máximas autoridades del Gobierno y las Cortes Españolas. En tiempos de Franco y según el Código de Justicia Militar, los culpables de esa acción se hubiesen enfrentado a un juicio sumarísimo y a una condena a muerte. ¿Es que es más correcto y lógico obedecer a un Teniente Coronel que a un Teniente General y ministro de Defensa y más aún humillarlo y tratarlo de forma tan indignante?. Ustedes, mi querida familia militar, sabrán la respuesta correcta, yo debo ser muy duro de mollera, pero no me parece la correcta. ¡Y no me vengan con las consabidas zarandajas de tildarme de comunista, masón y otras etiquetas que no van con mi estilo, aunque no le ponga rabos y cuernos a los que las lleven!. Allá cada cual con sus ideales y maneras de enfocar su vida. Me considero tan español como el que más, incluso los que alardean de serlo, pero hay cosas que no entiendo, ni puedo aceptar y ésta expuesta, es una de ellas. Pienso que actitudes como ésta sólo consiguen avivar los recelos, temores y desconfianzas del pueblo sencillo y llano, sin distinción de ideologías políticas y creencias religiosas, hacia las Fuerzas de Seguridad, cuya misión es totalmente opuesta a la realizada por estos equivocados y uniformados hombres. Ruidos de sables, desobediencias, insultos a superiores, tiros, expresiones groseras y gritos alarmantes, no es un procedimiento idóneo para afianzar la democracia y si para dar una espléndida ocasión al adversario para seguir limitando el poder y la libertad de gestión a las fuerzas armadas y continuar cortando cabezas a esta Hidra, en la que han convertido España, sabiendo que pueden hallar un nuevo Hércules que, por intereses, resentimiento y otras cuestiones más o menos bastardas, sea capaz de darle el tajo definitivo. Puedo suponer las buena intenciones y azuzamiento y posterior abandono al que fue sometido Tejero, en su creía “hazaña” de que lo que hacía era en beneficio y favor de la Patria amenazada, según creencias, pero no es defendible ni justificable bajo ningún matiz, ni causa, su intolerable proceder hacia una persona de muy superior rango militar y otras muchas autoridades, aunque fueran civiles, aunque las considerara equivocadas en su manera de proceder políticamente. Lo suyo y me duele reconocerle, fue sencillamente bochornoso y totalmente intolerable. Lo siento, aunque el uniforme que vestía y las dos estrellas de ocho puntas que lucía en su bocamanga, me merezcan un gran respeto. No hay más comentarios.
jueves, noviembre 16, 2006
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