viernes 3 de noviembre de 2006
Las indignaciones del intelectual medio
Ignacio San Miguel
L A Prensa publicó hace días un artículo del diplomático Inocencio F. Arias en el que se quejaba de la indiferencia que Occidente está mostrando ante el genocidio de Darfur, en Sudán. Son ya trescientas mil las personas masacradas. Sin embargo, de Sudán nos llegaban noticias de masacres desde hace ya muchos años. No se nombraba entonces a Darfur. Pero se hablaba de un genocidio que duraba ya diez años (eso se decía hace tres años aproximadamente), y cuya cifra de asesinados prefiero omitir, pues me resulta increíble. Sólo diré que era muchísimo mayor que la citada ahora de trescientos mil. ¿Ha habido grandes protestas de los medios de comunicación y de los llamados intelectuales por estas matanzas? De ninguna manera. Hay que tener en cuenta que los masacrados son cristianos y que los genocidas son musulmanes con la complicidad del gobierno musulmán de Jartum. Es decir, la sensibilidad del intelectual medio no puede sentirse herida; porque se trata de una sensibilidad extremadamente selectiva, en la que las matanzas de cristianos a manos de los musulmanes no arranca vibraciones. Esto es así, qué le vamos a hacer. Pero, imaginemos que la situación fuera la opuesta; que las víctimas fueran musulmanas y cristianos los genocidas. ¿Alguien puede pensar que la reacción no sería terrible? Lógicamente, la Prensa ardería con inflamadas denuncias, empezando por el “New York Times” y el “Washington Post”. Los prohombres demócratas estadounidenses, los Kennedy, los Kerry, los Clinton, clamarían con voces tonantes contra el horrible crimen. Jimmy Carter derramaría lágrimas de indignación. Bruce Springteen se armaría de su guitarra, henchido de ira, y Michael Moore se aprestaría a rodar otro bodrio ¿Y qué diría José Saramago, que siempre ha denunciado los crímenes del cristianismo? ¿Y en España? ¿Se imaginan la indignación de Juan Luis Cebrían, quien ya ha condenado la “insidiosa Reconquista española”? Y no digamos nada de Juan Goytisolo. Estremece sólo pensar en su cara. Pero no hay por qué seguir mencionando nombres destacados de la progresía. Sabemos de qué pie cojean todos ellos. Cuando hablo del intelectual medio, me refiero al adocenado, al que sigue las normas de lo que se ha venido en llamar “lo políticamente correcto.” La gente sencilla piensa que estos intelectuales tienen un pensamiento propio, independiente. Nada más lejos de la realidad. Todos ellos llevan el mismo uniforme intelectual, y es un aburrimiento oírlos porque ya se sabe poco más o menos lo que van a decir. Hablarían, en el caso supuesto, de las Cruzadas, sin la menor duda; de los horribles crímenes cometidos por los cruzados. Se explayarían bien sobre la Inquisición, la conquista de América y la noche de San Bartolomé. Falseándolo todo, naturalmente. Y es que, repito, la suya es una sensibilidad selectiva. Por ejemplo, cuando les interesa se acuerdan instantáneamente de “los niños”. Parecería que son su más acuciante preocupación en determinados casos ¡Qué sensibles son! Con la guerra de Irak, se acordaron de los niños. Con el ataque israelí a Líbano, se acordaron de los niños. ¿Recuerdan acaso a los niños de Darfur? Ni a los niños ni a sus padres. Es también digno de resaltarse que todos ellos son abortistas. Un antiabortista entre ellos sería indudablemente una rara avis, digna del más severo de los ostracismos. Por eso resulta llamativa esa fijación que tienen en la defensa de los niños (por lo menos, de los que no son cristianos). Todo apunta a una hipocresía de carácter abismal. Hipocresía y cinismo que se extiende a la política internacional, cuando consideramos que el presidente de Sudán, Al Bashir, declaró en la ONU que lo que dicen de su país son mentiras inventadas por los judíos y por las ONG codiciosas de dinero. Un acto de chulería y cinismo verdaderamente espectacular de un individuo que debería estar siendo juzgado como Saddam Hussein (y recibiendo la misma condena). Los países árabes en el Consejo de Seguridad han optado por amortiguar el problema, es decir, por la “moderación”. Se indignaron horriblemente con la invasión de Irak y también con el ataque de Israel a Líbano, pero la matanza de cristianos en Sudán no es cosas que les afecte mayormente. Hay una verdadera sincronía de sentimientos entre los árabes y el intelectual medio occidental. De forma que se dedican a retrasar la toma de decisiones en la ONU con paños calientes en almibarados discursos de carácter “moderado”. China tiene muy buenas relaciones con el gobierno de Sudán, país al que compra casi la mitad de su petróleo. No quiere, por tanto, hablar de intervención alguna. Rusia se contiene también, ya que, pensando en sus propias matanzas en Chechenia, no desea sentar un precedente intervencionista. ¿Y qué diremos de la inefable Unión Europea? Sus gobiernos podrían tomar alguna decisión si sus opiniones públicas respectivas presionaran. Pero ya hemos visto que el intelectual medio no está por la labor, y la opinión pública sigue a la manera bovina la ruta de pensamiento que le marca el intelectual medio. En la violencia de Sudán no tiene intervención alguna la odiada superpotencia, Estados Unidos (aliada y protectora de Europa, y por eso mismo odiada). Por tanto, Sudán se convierte en un asunto molesto del que más vale olvidarse. Comprobando esa selectividad y oportunismo sectario de sus indignaciones morales, las declaraciones, actitudes y escritos de estos llamados intelectuales no pueden ser contemplados sino con irrisión y desprecio. No pueden convencer a nadie que tenga un mínimo de juicio crítico. No es posible considerar una manifestación encabezada por el clan Bardem contra Bush y la guerra de Irak como algo sincero que surge de un sentimiento hondamente sentido. Y lo más desagradable son sus hipócritas referencias a los niños. Si fueran tan sensibles se preocuparían de los niños asesinados y violados en Darfur, y en los dos millones que malviven hambrientos. Aunque cristianos, son también niños.
jueves, noviembre 02, 2006
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