jueves, noviembre 02, 2006

España es diferente

viernes 3 de noviembre de 2006
España es diferente
José Meléndez
E L eslogan turístico “Spain is different”, que dio la vuelta al mundo y llenó nuestras costas de extranjeros dispuestos a quemarse sus pieles blancas bajo el sol mediterráneo, en una lúdica inmolación de vacaciones, tiene ahora una corroboración mucho más profunda y trascendente al mostrar la actitud de los electores españoles ante el momento político que nos ha tocado vivir. Cuando el presidente José Luis Rodríguez Zapatero se ha quitado todas las caretas del talante, del diálogo y de las edulcoradas florituras verbales y la tozuda realidad de los hechos han dejado al descubierto sus mentiras en el sinuoso desarrollo del Estatuto catalán y en la forma cobarde y subrepticia con la que está llevando a cabo la negociación con ETA-Batasuna en lo que llama pomposamente “proceso de paz”, asi como sus errores garrafales en la gestión gubernamental como el problema de inmigración desencadenado por la impericia de su ministro Jesús Caldera o los reveses que sufre a nivel internacional el ministro Moratinos, del que se ríen hasta los senegaleses, la última encuesta de opinión pública a nivel nacional, sitúa al PSOE 4.4 puntos por encima del PP y concede a Zapatero y su gobierno un ¡5.1! de aprobado en su gestión. Si nos situamos en los países de nuestro entorno –una manida posición, muy usada por los políticos españoles para justificar sus errores, apoyándose en el demoledor aforismo de que el mal de muchos es consuelo de tontos- eso no ocurre en ninguna democracia, donde los electores no perdonan las equivocaciones ni los engaños. Ni siquiera en la democracia brasileña, donde el populista Lula era como un ídolo intocable y ahora, ante los casos de corrupción en su partido, está arañando hasta el último voto para sobrevivir políticamente. Por si todavía hay españolitos que no se han enterado de lo que pasa, enfrascados como están con los temas trascendentales de lo que ocurre en la familia de Rocío Jurado o los escarceos lujoso-amorosos de la Martínez Bordiú y José Campos –sin olvidar a la peluquera ¡faltaría más!- trataré de recordárselo. El nuevo Estatuto de autonomía de Cataluña representa la columna vertebral de la sectaria política de Zapatero, porque es la primera piedra del Estado federal que busca, algo así como la Unión Federal de Repúblicas Españolas para convertir nuestra nación en un puñado de taifas a cambio de conseguir los votos nacionalistas para presidirlas todas. Y para ello ha mentido reiteradamente, ocultando sus intenciones. Primero dijo que respetaría el estatuto tal como viniera de Barcelona, después negó que el término nación iba a figurar en el texto, más tarde figuró en el preámbulo y ahora los nacionalistas lo usan todos los días por muy preambular que sea. El nacionalismo, cuando se radicaliza, resulta ridículo y ridícula es esa pretensión vasco-catalana de tener selecciones nacionales deportivas o los desesperados intentos de la Generalidad para que las películas americanas lleguen dobladas al catalán, pagando para ello todos los gastos y cosechando uno tras otro el no de las productoras. También afirmó que, en lo económico, sería un estatuto justo y solo hay que echar un vistazo a los presupuestos del año próximo para ver lo que se llevan los catalanes y que, a buen seguro, desencadenará una serie de demandas de las comunidades restantes. En cuanto al “proceso de paz” el rosario de mentiras y ocultaciones es interminable. Zapatero está firmemente decidido a pasar a la historia como el Príncipe de la Paz y para ello no tiene reparo en jugar sucio y recurrir a cesiones que están reñidas como la más mínima noción de dignidad nacional, de responsabilidad de ser el presidente de todos los españoles y del respeto a las víctimas que ha causado la barbarie terrorista. El argumento, teñido con un falso barniz humano, de que hay que hacer todo lo posible para que no haya más víctimas no sirve porque no hay garantías de que ETA deje de matar si no se admiten todas sus demandas, que son imposibles en un Estado de derecho. Y lo triste es que hasta ahora, Zapatero las está admitiendo todas, plegado a las bravatas de Batasuna y a las amenazas de ETA. Aunque él y sus segundos, incluido Pérez Rubalcaba , lo nieguen, las negociaciones continúan en términos desconocidos para la opinión pública. La llamada “mesa de partidos”, que parece más bien un mostrador de reparto, es una realidad cada vez más cercana y la excarcelación de presos etarras ha comenzado ya –la clamorosa rectificación del fiscal, rebajando la petición de cárcel de 96 a 6 años para que el criminal De Juana Chaos pueda salir a la calle a reponerse de su dudosa huelga de hambre, es un ejemplo de la aportación borreguil de la Fiscalía General a los planes de Zapatero- y es de temer que en un plazo de pocos años no quede ni un criminal etarra entre rejas. ETA está consiguiendo, paso a paso, todo lo que quiere. Lo último es la consecución de lo que ellos llaman “la internacionalización del conflicto”, que ha llegado al Parlamento europeo de Estrasburgo con la anuencia del PSOE. Tanto los gobiernos de Adolfo Suarez y Felipe Gonzalez como los de José María Aznar se opusieron rotundamente a ello, pero Zapatero ha echado por tierra la política antiterrorista de aquellos, que llevó a ETA al borde de la derrota, para satisfacer sus ambiciones políticas personales. En cuanto a la inmigración, el caos que organizó su legalización masiva de inmigrantes ha producido miles de víctimas de pobres infelices ahogados cuando buscaban una tierra prometida y un caos en toda la Unión Europea que ha criticado duramente la política del gobierno de Zapatero, caos del que no sabe como salir. Las viejas acusaciones socialistas sobre el “Prestige” y la guerra de Irak, que tan buenos beneficios les rindieron, se han vuelto ahora contra ellos en los incendios de Guadalajara y Galicia y en haber metido a los soldados españoles en el avispero del Líbano y Afganistán. Cada problema que le surge al gobierno del PSOE pone de relieve su ineficacia para resolverlo. Pero hace unos días, Zapatero afirmó en Valencia que España es como un roca, inamovible porque todo marcha bien. Y la gente debe creerlo, a juzgar por la encuesta a que me refería al principio. Si es así, cabe pensar, por triste que sea, que hay pueblos que se merecen el gobierno que tienen.

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