viernes, octubre 21, 2011

Jose Luis Abarca, Libia se libra de Gadafi

Libia se libra de Gadafi




20-10-2011

José Luis Abarca. Libia deberá refundarse para hacer una verdadera nación en la que todos los libios tengan cabida.

José Luis Abarca

La muerte del coronel Gadafi intensifica esas preguntas sobre la situación en que se encontrará ahora un país durante varias décadas gobernado con mano férrea y, con mucha frecuencia, también despiadada. No es el momento ni el motivo tanto para celebrar su desaparición trágica como para lamentar que el sátrapa no se fuera hace meses por las buenas y en silencio, evitando así a su pueblo toda una guerra civil que ha ensangrentado el país y probablemente hipotecado –por el enfrentamiento entre hermanos, territorios y tribus–, algunas posibilidades de transición política normal, de una Libia democrática en un camino de paz y progreso.

Por el contrario, como el coronel ha preferido morir matando, sostener una resistencia que tarde o temprano se derrumbaría, por el afán mayoritario de los libios y la decidida actuación de la Alianza Atlántica, desde Bengasi hasta Trípoli y Sirte, ha sembrado todo un campo de minas que con urgencia deberán desactivarse.

Efectivamente, al decidirse por la respuesta violenta, el coronel ha dejado abierta al morir esa caja de Pandora en que aparecen las carencias notorias de ese país sin Estado, a las que se unen las numerosas fisuras que derivan de los intereses particulares de tribus y territorios, que una eficaz administración pública habría dotado de una protección compartida y enriquecedora.

A esta realidad fragmentada, conducida y provocada por un dictador extravagante y caprichoso, sin ningún reparo en enfrentar libios entre sí, se une la hora de reconstruir el país las variaciones y rivalidades innumerables entre los mismos combatientes, muy dispuestos a reclamar méritos y derechos para obtener el mayor peso en la futura balanza de poder y la influencia, pero en principio y por ahora muy poco preparados para las difíciles tareas de Gobierno que serán necesarias en esa Libia destruida y desmoralizada; una Libia que deberá refundarse para hacer de ella una verdadera nación en que todos los libios tengan cabida.

Como antes ocurriera con Sadam Hussein, Occidente debería hacer examen de conciencia para dilucidar en qué medida, probablemente muy larga, no se habría contribuido, y de manera esencial, a la dilatada permanencia del sátrapa, en qué medida no se habría mirado hacia otra parte cuando se conocían y padecían sus extravagancias y atrocidades.

La verdad es que en pocos años ese Gadafi que se proclamaba una especie de azote de Occidente, como generoso financiero de cualquier intento subversivo, de cualquier maniobra terrorista, cuando con un cinismo asombroso descubrió la presunta paz y las presuntas buenas maneras, pasó a ser recibido en los mejores salones internacionales.

En definitiva, y gracias a que en las cancillerías occidentales se prefirió prestar oídos sordos a las tropelías que contra su propio pueblo seguía cometiendo, y con manos mas libres aún, al verse ya investido por la reputación internacional recuperada, ese Gadafi, sólo en apariencia ya amansado, es el que hizo junto a su codiciosa familia, los mejores negocios, el que pudo reprimir con la mayor tranquilidad.

Lo importante es que queda una Libia que deberá rehabilitarse y ser gobernable, cuanto antes mejor. Una Libia a la que la sociedad internacional y las democracias occidentales con mayor motivo deberán prestar su máxima ayuda.

De momento debe asegurarse la gobernabilidad, que se recojan las armas, lo que no será fácil con unos combatientes enardecidos por su triunfo y muy merecedores de los beneficios de la paz.
Las tensiones, sin embargo, pueden estallar en cualquier momento, por ese sátrapa desaparecido pero que ha dejado la peor herencia del odio fraticida y de la sangre por su culpa derramada. En último término, el coronel ya no tenía quién le escribiera. Ni en su pueblo ni en su tribu pudieron defenderle por más tiempo, como tampoco pudieron hacerlo sus últimos amigos, tan igualmente impresentables y esperpénticos; los que le quedaban con Hugo Chávez y los hermanos Castro de manera notoria. Ya han visto arder las barbas de Gadafi y mas valdrá que todos ellos pongan las suyas a remojar, como también deberían hacerlo Asad en Siria y Saleh en Yemen.

*José Luis Abarca es diplomático.

http://www.intereconomia.com/noticias-gaceta/opinion/libia-se-libra-gadafi-20111020

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