lunes, octubre 31, 2011

Damian Ruiz, Un dia en la vida

Un día en la vida

Damián Ruiz

31 de octubre de 2011

Hay un día en la vida en la que a uno se le ocurre dejar atrás parte de su pasado, prescindir de las heridas sufridas y de sus consecuencias, olvidarse de los que las produjeron, abandonar un mal hábito, la melancolía o una posición auodestructiva.

No se sabe bien por qué, pero un buen día el universo parece conjurarse para que se produzca ese punto de inflexión, esa toma de conciencia, que te permite ver, verte, con claridad y tomar decisiones determinantes.
Y es que perdemos tanto tiempo lamentándonos –ya resentidos o en posición de víctimas, culpando a los demás o a las circunstancias de nuestra suerte– que desperdiciamos todo el potencial que late en nuestro interior. Dejamos de hacer aquello que nos permitiría vibrar de emoción o volver a conectar eróticamente con la existencia. A veces atrapados en dogmas o en creencias que pueden llegar a asfixiarnos, dejamos que todo suceda sin apenas más implicación que nuestro juicio severo, o mejor dicho, nuestro prejuicio.
Porque ¿qué es lo que en realidad buscamos? ¿Para qué tanta lucha? ¿Tanto desasosiego en la vida? Puede parecer cursi pero detrás de todo, como magistralmente nos mostró Orson Welles en su grandísima Ciudadano Kane, está la necesidad de ser amados, y de amar.
El ser humano se mueve básicamente por Amor, aunque lo camufle tras la búsqueda de riqueza, poder o sexo. Creemos que todo ello nos hará felices, pero no, aunque nuestro ego se muestre satisfecho, la realidad será otra, la insatisfacción permanecerá, no habrá éxito en cualquiera de estas áreas que compense las carencias afectivas, la máxima aspiración de nuestro ser que es conectar con esa energía superior.
La pasión (hacia una persona, hacia una idea, u objeto) tampoco, cuando aparece, es más que un periodo de turbulencias mágicas acompañado por la inquietud, los celos o la inseguridad, pero que a medida que se diluye deja entrever la realidad del otro, de uno mismo, y del vínculo mantenido. Y muchas veces suele tratarse de un profundo autoengaño.
También tenemos los humanos la tendencia natural a la unilateralidad, es decir, a vivir desde algún aspecto de nuestro ser. Algunos no bajan nunca de la azotea del intelecto, y otros no ascienden mucho más de las gónadas sexuales, máximo del estómago. En todo caso, lo primario y lo exquisito son las dos caras de una misma moneda, y muchas veces se retroalimentan, porque lo que ambos tratan de hacer es evitar pasar por el “corazón”, o dicho de otra manera, rehuir la vida.
A veces se hace necesario tener la suficiente humildad como para bajar del ego “que todo lo sabe” o, al contrario, ponerse duro con uno mismo y domesticar las reacciones desbocadas, coger las riendas del caballo que algunos llevan dentro y marcarle un camino, dirigirlo.
Quizás eso pase algún día, un día cualquiera, un día en el que inesperadamente empecemos a sentirnos mal y, en lugar de seguir sin tocar nuestros rígidos esquemas, decidamos hacer una fisura y dejar que entre la luz. Eso puede ser hoy, mañana o un día nublado de octubre o noviembre, por ejemplo.


http://www.elmanifiesto.com/articulos.asp?idarticulo=3848

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