viernes 6 de febrero de 2009
La espiral del caos nos conduce al muladar
Ismael Medina
¿ RETORNAMOS a la teoría de que el desorden es manantial de nuevo orden? Si la vertemos sobre el actual derrumbe económico habríamos de convenir en que asistimos a la implosión final de la espiral del caos. O dicho de otro modo, al colapso del paradigma relativista desembocado en las ideologías liberalista y marxista. Los dos brazos operativos de la Orden de los Iluminados (capitalismo liberalista y capitalismo de Estado), destinados a engendrar la criatura totalitaria del Gobierno Mundial.
Primero se derrumbó el capitalismo de Estado marxista, a causa sobre todo de un desmesurado proceso entrópico que Andropov y Gorbachov pretendieron solucionar mediante fórmulas de liberalismo económico en el marco disciplinario de un totalitarismo político. Como ahora China. Una combinación difícil de armonizar. Algo así como un emulsión de agua y aceite que, una vez pasada la fase de agitación, uno y otro componentes vuelven a su estado natural: aceite por un lado y agua por otro.
Ahora asistimos al derrumbe del paradigma liberalista-capitalista, igualmente aquejado del cáncer de una pavorosa entropía. El objetivo final del Nuevo Orden Mundial se asentaba sobre la estrategia de una atrofia partitocrática del sistema democrático, subordinada a una creciente concentración del poder financiero en pocas manos. Esas de las que se ha dicho que mueven el mundo. ¿Y cómo conseguirlo? Los hechos lo ponen de manifiesto: sustraer a la sociedad su capacidad de ahorro familiar y personal para que su posesión pasara a las grandes corporaciones. Y ahí reside la clave del consumismo desaforado, del control por una minoría de los circuitos comerciales, de la supeditación de éstos al sistema bancario y de un consecuente y generalizado endeudamiento.
Si dejamos a un lado las caretas ideológicas descubriremos que el proceso no difiere del marxista en sus estructuras básicas. No fue insólito, en efecto, que tras el derrumbe de la URSS surgieran gigantes financieros y empresariales de los que se adueñaron, sin arriesgar un solo rublo, jerarcas más o menos notorios del PCUS, no pocos de los cuales situaron enormes sumas en los circuitos financieros y comerciales europeos. ¿Y de dónde, sino de la clase dirigente comunista, han emergido los actuales multimillonarios rusos? Y ahora los chinos a los que alimenta el Estado?
Otro punto común entre liberalismo capitalista y capitalismo de Estado marxista reside en la destrucción de los valores morales de la sociedad, difícilmente separables de la religión cristiana. Ya sentenció Adam Smith que la moral es incompatible con la ley del mercado. Y lo mismo el marxismo con su proclamación de que la religión es el opio del pueblo. Pero el ansia despiadada del poder por sustraer a la sociedad de su independencia económica y convertirla en rebaño, tras despojarla de sus valores religiosos y morales, desembocó en un pavoroso proceso que antepuso la economía especulativa a la economía productiva. Ahí reside la causa profunda del actual estallido de la descomunal burbuja entrópica, inflada durante varias décadas a costa de periódicas y calculadas crisis económicas.
Luis M. González Mata, antiguo jefe de estancia de la CIA en España, publicó en 1976 “Les vrais maîtres du monde” (Ed. Grasset) cuya original versión en español no pudo editar en nuestro país. Además de informaciones bastante precisas sobre ominosos acontecimientos, como el asesinato de Carrero Blanco, denunciaba las líneas maestras de actuación del Nuevo Orden Mundial, de las que eran influyentes brazos operativos (lo siguen siendo) el Club de Bilderberg y la Comisión Trilateral: estrategia de las tensiones, de la que el terrorismo era parte; la estrategia del hambre, de la que el control del comercio mundial de alimentos y materias primas configuraba pieza indispensable; y la estrategia de la corrupción, como instrumento parta el control y subordinación de los gobiernos.
El libro de González Mata fue víctima de la inquisición democrática, unas veces mediante la descalificación y otras el silenciamiento. Pero releído ahora, transcurridos 32 años, el análisis de lo acontecido confirma hasta la saciedad que no iba descaminado en sus denuncias. Y más aún si se acude como complemento a dos libros que he citado en más de una ocasión: “La guerra secreta del petróleo” (1968), de Jacques Bergier y Bernard Thomas, y “Ha empezado la tercera guerra mundial. Interterror en acción” (1976), de Jacques Bergier, ambos de Plaza y Janés en su edición española.
La reunión del Foro de Davos durante la pasada semana nos proporciona una referencia inequívoca de que la espiral del caos ha desbordado y hecho saltar por los aires cualesquiera previsiones. Contrariamente a las pasadas ediciones se desvaneció la euforia y fueron inocultables el desconcierto, la confusión y la incapacidad para avanzar soluciones plausibles al derrumbe. Faltaron importantes financieros y empresarios, antes asiduos y seguros del terreno que pisaban y hoy atrapados por la recesión. También se restringió la presencia de los barones mediáticos, tantos de ellos en la cuerda floja de la crisis. Se pretendió disimular esas bajas con una más ostensible presencia de políticos en el poder entre los que estaba ausente la primera línea española. Bien es cierto que no se les echó de menos. Gracias a Rodríguez, España no cuenta. Está descuartizada como nación, hundida su economía más que las restantes y entregadas a manos extranjeras sus principales empresas básicas. Tenemos un gobierno mediocrático y quinquicrático inclinado a cambiar parcelas de soberanía por una foto de Rodríguez con cualquier político extranjero que se preste a la pantomima. Y a lo que sea para ser recibido por Obama en la Casa Blanca.
¿Y qué hace Obama para sacar a los Estados Unidos de la opresiva dinámica del derrumbe? Sus primeras medidas, a fuer de tópicas y trasnochadas, ponen de relieve que es presa de pareja confusión a la que emergió en el Foro Económico de Davos. Sus recetas no pasan de una mezcla de proteccionismo y keynesismo resurrecto que hieden a cadaverina histórica. Tiene en su torno un gobierno impuesto por el NOM y prendido con alfileres en el que se mezcla una apariencia de coalición para tiempos de excepción con un retorno inquietante a la era Clinton y un forzado subproducto de imagen encubridora de la extrema gravedad de la coyuntura.
Se ha promocionado desde el NOM a un mulato, negro de color y blanco de madre, formación y talante, como imagen de un cambio inexistente. Un hábil engaño publicitario encaminado a anestesiar al electorado y seducir a la progresía internacional para que le sea fiel. Se apunta, por ejemplo, al rollo del cambio climática y a las energías renovables. Pero no por que crea que ahí radica la solución a uno de los grandes problemas de los Estados Unidos y de la humanidad.
La cuestión es otra que ya apunté: el cártel del petróleo quiere precios de congrua rentabilidad mediante la congelación de nuevas perforaciones en sus grandes reservas marinas del Pacífico, frente a la iniciativa de MacCain-Palin de su explotación que haría disminuir los precios internos y poner aún más de relieve los elevados costes de las energías renovables, salvo la nuclear. Y conviene recordar al propósito que el gran negocio del petróleo no reside tanto en los carburantes, sino en sus múltiples derivados petroquímicos.
Ha muerto el paradigma de la ciencia mecanicista, inseparable del relativismo materialista, y se precisa un nuevo paradigma, apenas alumbrado por la ciencia cuántica. Tomo de “El nuevo paradigma”, de Luís Racionero y Luís Medina (Ed. PPU, 1990): “La razón ha llegado al final de su viaje. El presente se ha enjaulado en un tiempo abstruso, incoherente y en contradicción constante con su propia esencia evolutiva de destino (…) El racionalismo ha transformado la visión del mundo en un camino sin corazón, en un rodar a la deriva, reiterando los pasos dados. Sin embargo, y ahora más que nunca, la realidad pertenece a los poetas”.
¿Verdad que a algunos nos suena esa música? No creo, sin embargo, que la escucharan los autores de este libro. Pero suele suceder que quienes atisban nuevos horizontes puedan coincidir no sólo en sentenciar la muerte del viejo paradigma. También en las claves primigenias del nuevo por amanecer.
El monarca pidió angustiado a los españoles que nos confabuláramos para tirar todos del carro. En una crónica relacionada con el discurso del monarca preguntaba: ¿Pero de qué carro? Ni se sabe ni de qué carro tirar ni hacia donde conducirlo. Agoniza un ciclo histórico y se carece de ideas para escapar de la ciénaga.
Obama apeló a los valores patrióticos, morales y religiosos para persuadir a la sociedad norteamericana de que arrime el hombro para sacar al carro del atasco. ¿Pero qué hay detrás de esas frases efectistas y débilmente hilvanadas? Ya lo he dicho: recetas viejas para problemas nuevos. Y compromiso con el NOM para progresar en la estrategia de la corrupción moral de los pueblos sojuzgados o por sojuzgar, uno de cuyos mecanismos es el aborto.
Es ahí, en la descomposición moral de la sociedad, dónde anida la clave más profunda del derrumbamiento del sistema pretendidamente democrático en que braceamos. A los pueblos no se les puede exigir sacrificio y esfuerzo, como ahora se les reclama, si a su frente no hay una clase dirigente que predique con el ejemplo y entusiasme con una oferta atractiva de nuevos horizontes. Y si no es así, apenas si le caben dos opciones: una resignada acomodación al pesebre empobrecido, o una rebelión embravecida.
El doble juego de una retórica enmascaradora de la realidad y la persistencia en socavar los soportes religiosos y morales de la sociedad es tan estéril como el mulo resultante del cruce entre un asno y una yegua o de caballo y burra. Nada de insólito encierra que el desenlace a que nos ha conducido el NOM, llevado hasta el paroxismo por Rodríguez, haya desembocado en un muladar, según la acepción de “lo que ensucia material y moralmente”.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=5050
viernes, febrero 06, 2009
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