martes 3 de febrero de 2009
Y, tercero, la situación palestina
Félix Arbolí
M IS “Contraportadas” anteriores “Las novias de Alá” y “Fabricando niños bomba”, referidas a los documentales del canal 64, “Historia”, de la cadena digital, en los que se contaban los procedimientos del grupo terrorista Hamás contra Israel, necesitaban un tercer y último comentario sobre el problema palestino y sus creencias religiosas, origen del conflicto entre dos pueblos hermanados por la historia que se odian a muerte. Pero éste de una manera imparcial y personal, sin citar fuentes que puedan estar más o menos interesadas en arrimar el ascua a su sardina. Que de esos abundan mucho en nuestros entornos y lecturas. Unas consideraciones que puedan estar o no equivocadas, pero que reflejan mi postura y punto de vista sobre esta espinosa y endurecida cuestión. Aunque mi intención es hacerlo libre de interferencias extrañas y sentimentalismos íntimos, he comprobado que resulta difícil comentar este triste episodio de nuestra actualidad política sin caer en justificadas o descalificadas apreciaciones de una u otra parte. Son dos pueblos muy enfrentados aunque nacieron de un mismo tronco y habitaron a lo largo de los años los mismos espacios. Ambos monoteístas con raíces ideológicas que citan idénticos personajes y paisajes comunes en las páginas de sus Libros Sagrados Revelados, aunque con una serie de matices que los diferencian en su contexto. Incluso con menciones al Cristianismo, en cuya fuente bebió el venerado Profeta Mahoma para formular algunas de los suras de su El Corán, pues no hay que olvidar que consideran a Jesús como un gran Profeta, “enviado por Alá para anunciar la llegada de Mahoma” y le creen nacido de virgen y elevado a los cielos, como posteriormente hicieron con su Profeta. Más aún, esperan que la segunda venida de Cristo será para practicar el Islamismo y que después de cuarenta años entre nosotros, todos nos convertiremos al Islám. Yo, como cristiano veo en todo esto la obra de una gran imaginación y una leyenda tan bonita como irreal para nosotros los que no somos musulmanes aunque respetemos a sus creyentes.
En este libro tan estudiado, asimilado y seguido por la extensa comunidad musulmana, tienen sus correspondientes citaciones Jesús, María, los arcángeles San Gabriel y San Miguel y otros nombres que nuestros Evangelios usan y veneran como sagrados protagonistas de su contenido. Para el Islam el más importante es el arcángel Gabriel, segundo en rango celestial, ya que fue el mensajero que reveló a Mahoma el contenido de El Corán y hasta dicen que tradujo al árabe las últimas revelaciones de Alá, a lo largo de varios años. Al igual que en la religión hebraica fue también el mensajero que reveló a Daniel “el final de los días” cuando se hallaban los judíos cautivos en Babilonia y a Noé el diluvio universal, entre otros pasajes bíblicos y en la religión cristiana alcanza una gran relevancia al ser el que anunció a María, el nacimiento de su Hijo Jesús, que sería el Mesías y Redentor de la Humanidad. Como ven las tres religiones guardan una enorme y evidente similitud en cuanto a personas y misterios, aunque pueda apreciarse que se hallan hábilmente camuflados en unas de otras. No es explicable este odio radical que se han profesado a lo largo de la Historia, judíos, cristianos y musulmanes, cuando deberían ser más tolerantes y permisivos, teniendo en cuenta que han tenido unos orígenes y protagonistas con enormes coincidencias bastante sospechosas, miradas desde fuera.
En el asunto de Palestina la situación llega al límite de la intransigencia y la confrontación, al ser una zona donde las tres religiones tienen sus más importantes vestigios y son lugares santos y de significativa importancia para sus respectivas creencias. El “quid” de la cuestión estriba en que tanto judíos como árabes no dan su brazo a torcer., ni aceptan a ceder algunas de sus esgrimidas prerrogativas sobre esa zona para que la convivencia pueda ser pacífica y el respeto a sus respectivas creencias aceptado de una manera ejemplar por ambas partes. Algo difícil, yo diría imposible, al tratarse de dos pueblos excesivamente radicalizados en sus creencias religiosas y tradiciones históricas, donde la vida humano no tiene valor alguno cuando se trata de defender sus posiciones ideológicas y las zonas de su influencia. No creo estar equivocado cuando pienso y temo que este inquietante drama psicológico y físico, tiene soliviantado y expectante a todo el mundo sin excepción. Es una especie de bomba de incalculables consecuencias que sólo espera que algún descerebrado pulse el detonador de manera equivocada o a sabiendas y el mundo estalle en mil pedazos ante la impasividad de los que pueden evitarlo.
Si en mis anteriores artículos precisaba el fanatismo de los palestinos pertenecientes al grupo Hamás, con ese pretendido adoctrinamiento desde la cuna de odio y venganza hacia Israel e incluso captando mártires suicidas entre sus chavales, totalmente indefendible, tampoco puedo cerrar los ojos a los desmanes de la potencia destructora israelí, aunque en parte pueda considerarse lógica, ya que tratan de eliminar los focos de donde le viene la amenaza. Pero, ojo, no “equivocándose estratégicamente” para destruir el mayor número de edificios y personas para que luego ellos ocupen y habiten esa zona en su provecho. No es manera de terminar un conflicto, sino de agudizarlo, ya que sólo consiguen aumentar el número de enemigos e incrementar el rencor antijudío en personas que hasta entonces pudieran ser partidarios de una convivencia pacífica. No todos los palestinos pertenecen a Hamás, ni todos los judíos demuestran la tolerancia y trato amable como el de las carceleras de nuestro articulo. En realidad, creo que el árabe se equivoca al querer imponer por la fuerza de las armas y la inmolación con sus bombas la hegemonía de su credo religioso sobre todos los demás. Los cristianos tuvimos ese mismo patinazo con la mal recordada “Inquisición”, que de santa no tenía ni los hábitos de los que la mandaban, y aún estamos pagando sus consecuencias en nuestra conciencia y el mal recuerdo de la Historia. Y me refiero no sólo a la española, sino a la holandesa, suiza y demás países protestantes que cometieron idénticas barbaridades abusando del nombre de Cristo que sólo prodigaba amor y perdón. En eso los judíos demuestran ser más inteligentes al vivir sus creencias sin intentar imponérselas a los demás y menos de forma violenta y exigente. No deben olvidar los musulmanes que si para ellos Alá es el más grande, para los hebreos es Jahve y para los cristianos Jesús. Y ninguna religión debe imponerse por la fuerza, la amenaza y el miedo, sino por la convicción absoluta de que en ella está nuestra Verdad. Y esto no lo entiende el musulmán, como estamos viendo desgraciadamente en múltiples ocasiones.
La “Yihad” esa palabra tan proclamada por las masas sedientas de sangre contra todo aquél que no crea en lo que ellos creen, tiene dos vertientes en la religión islámica: la principal, aunque sea la menos conocida o que menos intentan que se conozca, es la lucha interna que debe mantener el musulmán para perfeccionarse ante Dios y la otra, la “Yihad” pequeña, fíjense que es la menos importante, es la guerra contra los infieles, “si éstos ponen en peligro la paz o la seguridad de la comunidad islámica”. Es decir, sometida a esos planteamientos y que no justifica por lo tanto los cruentos e incalificables atentados de Nueva Cork, Madrid, El Cairo y tantos otros lugares donde nadie cuestionaba las creencias de estos asesinos y por lo tanto no pueden ser consideradas consignas emanadas de El Corán.
No obstante, pueden existir varias interpretaciones de El Corán, según sus traductores, que pueden dar origen a lamentables confusiones y consignas. Por eso los musulmanes no eran partidarios de traducir su Libro Sagrado a otras lenguas. Sucede que entre sus creyentes existen ostensibles divisiones enfrentadas unas contra otras, atacando sus propias mezquitas como si fuera un templo dedicado a otro Dios y derramando la sangre de sus propios hermanos y familiares. Como ocurre con los chiitas y sunnitas, cuyas luchas en suelo iraquí y otros lugares enturbian las relaciones entre unos hombres que deberían considerarse unidos ya que tienen el mismo Dios, el mismo Profeta y el mismo lugar sagrado “La Meca”. Envenenamiento de otros tiempos y otros personajes que ya están en la Historia, pero continúan vigentes sus efectos o defectos.
La increíble expansión de esta religión se debe a la masiva inmigración de musulmanes a todos los países del mundo y a su elevada tasa de natalidad. En España hay ya más de medio millón, gracias a las constantes pateras que llegan a nuestras costas que, casualmente, sus ocupantes son de credo musulmán y aunque al principio acepten nuestras reglas, se acomoden más o menos públicamente a nuestras costumbres y respeten nuestros símbolos y creencias, en cuanto su número aumenta en un lugar determinado y se ve con cierta mayoría o suficiencia empiezan a exigir cambios, eliminación de símbolos cristianos, construcción de mezquitas y escuelas coránicas y otras muchas demandas que nosotros tan lerdos como siempre no le negamos y nos sometemos. De esta manera, aunque la palabra “musulmán”, signifique “sometido”, somos nosotros los que nos sometemos a ellos y en nuestra propia casa. Acaparan las ayudas sociales que un gobierno como el de Zapatero le ofrece tan pródigamente, incluso a los jefes de estado de sus respectivos países ya que se les da muy bien el papel de víctimas pacíficas, mientras no les llegue la ocasión de descubrir su despotismo e intolerancia. En sus feudos practican la “sharia” o ley islámica y no consienten iglesias, religiosos ni vestuario en desacuerdo con sus preceptos y rigores. No verán ninguna iglesia cristiana, sinagoga o cualquier otro signo externo de creencia ajena a la suya en toda Arabia y la inmensa mayoría de sus naciones, ni permitirán que nuestras mujeres vayan de acuerdo a sus costumbres, pero ellos sí reclaman y exigen que en los lugares cristianos y judíos se autoricen sus mezquitas, se les permita el velo a las mujeres y puedan vivir con total libertad sus costumbres que nada tienen que ver con el entorno que les acoge.
Esta puntualización tenía que hacerla para intentar comprender y hacer entender, aunque no siempre sea lo razonable, el porqué los judíos los mantienen a raya, aunque no todos sean merecedores de esta continua amenaza y control. Lo mismo haríamos nosotros en sus circunstancias. No obstante, lo plausible sería que unos y otros vivieran en paz y buena armonía y no fueran necesarios ni los misiles y tanques judíos, ni los misiles y bombas humanas árabes. Que los chavalines en lugar de soñar con el fúsil o el cinturón de explosivos, lo hicieran con la escuela, los juegos y la diversión según su edad. Creo que Alá y Jehová sonreirían felices, en una misma divinidad de diferente manera reverenciada
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lunes, febrero 02, 2009
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