martes, noviembre 21, 2006

¿Que podemos esperar de Daniel Ortega?

martes 21 de noviembre de 2006
NICARAGUA
¿Qué podemos esperar de Daniel Ortega?
Por Humberto Belli Pereira
Lo más probable es que Ortega se abstendrá de seguir la agenda radical que promovió en los años 80. No creo factible que vuelva a sacar las uñas de su radicalismo. El mundo y la Nicaragua de hoy (tomará posesión de la presidencia en enero de 2007) han cambiado tanto que se torna irrepetible una reedición del pasado.
En los años 80, en un mundo dividido por la confrontación comunismo-capitalismo, los líderes de la revolución eran guerrilleros mesiánicos, empeñados en llevar Nicaragua a la utopía socialista. Los de hoy son dirigentes acomodados, que vieron derrumbarse el experimento socialista y que manejan empresas o inversiones.

Cuando Ortega y el FSLN tomaron el poder, en 1979, tenían el pleno respaldo del pueblo nicaragüense y de la sociedad internacional. Hoy lo hacen con el voto adverso de más del 60% de los electores y ante la mirada exigente de los donantes. En estos años el país ha logrado importantes avances en su consolidación democrática, cuenta con un ejército y una policía orgullosos de su profesionalismo, con una prensa libre indoblegable y con una Asamblea Nacional pluralista e investida de mucho poder: el nuevo Gobierno tendrá que negociar en la Cámara la aprobación de todas las leyes.

Pero lo que por encima de todo invitará a Ortega a ser realista es la economía. El nuevo Gobierno tendrá que enfrentar considerables presiones fiscales con un presupuesto extremadamente reducido y rígido. Un tercio del mismo lo financia la comunidad internacional, que exige se mantengan los acuerdos de ajuste convenidos con el FMI; los otros dos están comprometidos con gastos fijos, como los salarios, y con cuotas establecidas por ley, como el 6% universitario, el 10% de las alcaldías y el 4% de la Corte Suprema. El margen de maniobra para gastos emergentes es, pues, minúsculo.

Con estas limitaciones, Ortega tendrá que hacer frente a las grandes expectativas de mejora salarial del profesorado (se les prometió acercarlos muy pronto a sus contrapartes centroamericanos, que ganan tres veces más), así como a las exigencias de los médicos del sector público y a las demandas de subsidio por parte de los transportistas, entre otros colectivos. Además, deberá lidiar con la crisis energética y con el espinoso asunto del Seguro Social, que es una verdadera bomba de tiempo financiera, pues incrementó sus beneficios por encima de sus ingresos, y con el vencimiento, en 2008, de los bonos de indemnización.

Ortega necesitará no sólo la paz y reconciliación que predicó en su campaña, sino la activa cooperación del sector privado, que genera el 80% del empleo y la casi totalidad de los tributos que alimentan al Estado. Para mantener en la buena marcha el motor de la inversión privada, el nuevo Gobierno deberá demostrar su respeto a la propiedad privada, la libre empresa, el Estado de Derecho y el CAFTA (Tratado de Libre Comercio de América Central).

Hasta ahora, las declaraciones de Ortega sugieren que es muy consciente de las nuevas realidades. Así, ante centenares de inversionistas afirmó que el combate contra la pobreza no puede librarse sin alentar la inversión privada. No son meras palabras. No hay que olvidar que, más que un ideólogo, Ortega es un político pragmático; junto a una retórica ocasional de izquierda, tiene un buen instinto para adoptar políticas que le son útiles.

Algunos se inquietan por el rol que podría jugar Chávez, que no dará ayuda sin buscar alinear a Nicaragua en su eje antinorteamericano. Pero el costo de esta confrontación sería muy alto para el país y para el propio Ortega, quien tendrá que tejer muy fino para evitar sacudidas que ahuyenten la inversión privada y comprometan su política de reconciliación, la cual no fue sólo una consigna útil para llegar al poder, sino que será la estrategia más inteligente para conservarlo.

El peligro con Ortega en la Presidencia no es que derive hacia el izquierdismo, sino hacia el somocismo; que trate de torcer las instituciones del Estado para aumentar su poder y repartir beneficios entre sus amigos. Pero esto es una mera posibilidad; no obstante, debemos estar listos para movilizarnos, con fe en nuestra capacidad para cambiar las cosas. Mientras tanto, hay que darle al comandante un generoso compás de espera y el beneficio de la duda. No tanto por él como por Nicaragua.


© AIPE
HUMBERTO BELLI PEREIRA, rector del Ave Maria College of the Americas (Nicaragua).

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