miercoles 5 de julio de 2006
Buitres, picabueyes y gorrinos
Por IGNACIO RUIZ-QUINTANO
UNA historia de ruido y furia contada por un idiota: eso es, resumido shakesperianamente, el Proceso de Paz.
-Paz. Vivir en paz, la más grande utopía universal. Con emoción y admiración... a Gandhi. De España, un país en paz, un país para la paz. (¡Puafff!)
Esas palabras escribió Rodríguez en el libro de honor del monumento funerario indio, donde, una vez leídas, hasta las moscas verdes describían ochos en el aire en busca de bolsas para el mareo, como las que ofrecen las compañías aéreas bajo los asientos de los aviones, en las que arrojar. Pero no es la primera vez que Rodríguez, al paso alegre de su paz, hace a la gente correr a cambiar la libra. En la Feria del Libro de Madrid, nada más estrenar cargo, a una muchacha que le pasó un libro a la firma le escribió: «Con mi Paz.» Y eso que a humilde, como dijo una tarde en el Congreso esta especie de Lawrence de Eurabia desnudo como Gandhi y que se cree Lanza del Vasto, no le gana nadie. Si será humilde este hombre que, pudiendo ser Blair o Chirac, es Rodríguez.
-Blair y Chirac apoyan el Proceso de Paz- deja caer la prensa de progreso, al estilo de aquellos chupatintas de los cursos de verano en El Escorial que para convencer a Thomas Bernhard de que viniera a Madrid a pasar una semana de balde le dejaban caer un «pues Umberto Eco ha aceptado ya».
Cuando se dice que Blair y Chirac apoyan el Proceso de Paz, ¿qué se quiere decir? ¿Que Blair ha puesto el Primer Batallón del Regimiento Real Irlandés en Iraq a las órdenes de las viudas de Al Zarqaui o que devuelve Gibraltar ante la simple amenaza de un movimiento de liberación terrorista del Peñón? ¿Que Chirac entrega la iglesia de la boda de Luis XIV en San Juan de Luz, la Roca de la Virgen de Biarritz y la tumba del santo cura de Ars en Bayona al patrimonio sindical de Josu Ternera o que simplemente va a sentarse con Otegui en un banco corrido de la Hermandad de Pescadores de Hondarribia a degustar, en paz, por supuesto, un rodaballo salvaje como la rueda de un tractor?
Según la primera ley de la negociación, enunciada por Arthur Bloch, se considera que una negociación ha tenido éxito cuando todas las partes se van con la sensación de que les han jodido y estafado. El hecho de que Rodríguez y Otegui se muestren tan cortésmente risueños como Justino de Nassau y el marqués de Spínola en el cuadro de las Lanzas, indica que el Proceso de Paz es fruto, no de una negociación, sino de una rendición con revoloteos de buitres, auxilios de picabueyes y salvados para los gorrinos, bajo el pluralismo moral de Savater -«estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros»- cantando «Mi jaca» en el Derby.
Gregorio Corrochano descubrió en Marruecos la correspondencia entre el vuelo de los buitres y el movimiento de las tropas. «Hoy nos sale esto de balde -le dijo un día Sanjurjo-. No se ven buitres. No habrá tiros.» Y no hubo tiros. En el suelo, cuenta Corrochano, se veían como grandes copos de nieve: eran picabueyes, ave zancuda amiga del ganado, al que picotean la piel y lo alivian de parásitos. También siguen a las yuntas por los surcos recién abiertos, en busca de comida. «El buitre es ave de rapiña, de guerra. El picabuey es ave de paz; hasta su plumaje blanco es anuncio de buenaventura.» El buitre, desde luego, es el espejo de la gula: glotón, insaciable, sin poder volar, al pie del ensangrentado despojo. Si la vista guía al buitre en el campo, el oído -el tam, tam, tam, tam... de la campana- les anuncia muerto en la ciudad. «Al buitre lo atrae la muerte y sacia en ella su glotonería. Al hombre lo atrae también la muerte y especula. En esto se parecen el buitre y el hombre.» En cuanto a los «gorrinos», eso es cosa de Ternera, que va de amo de la granja y que llama así a nuestros socialistas.
martes, julio 04, 2006
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