viernes 21 de julio de 2006
Fuentesoto sede del Císter
Antonio Parra
E L PAPA BENEDICTO XVI ha nombrado a un jesuita como su portavoz de prensa y para celebrarlo (ya les veníamos anunciando que este pontificado iba a deparar asombros que hacía falta un relevo, el revirement) me voy a la bodega de mi pueblo con los de mi cuadrilla. Ya van flaqueando un poco las fuerzas pero el vinillo de la ribera sigue igual de tieso. -¿Que hay bien y tú la familia bien? -Todos buenos. Y en salud. -Eso es lo que hace falta. Al tío Colodro ya le han dicho unas cuantas misas pero su fantasma se me aparece. ¿Es el Colodro o su hermano Victoriano al que decían Vitines, entenado o de un costado y que por aquí llamábamos el “andao”? Misterios del lenguaje de mi pueblo. Eco de las voces que resuenan de aquí a la eternidad. Los ojos de la torre sin campanas siguen colando azul del cielo y largan al viajero una mirada estática. Parece un obispo en su silla. El báculo en lo alto y por ojos dos cuévanos. Bien se trasiega este vinillo de la tierra y calma la sed. Mucho tiempo sin volver por estos tesos. Una eternidad que no lo cataba pero aquí en estas bodegas de la ladera hurgándole las entrañas al monte pues se excavan en plena roca se está bien. El descanso del guerrero. Mi primo Juan José al que no veía desde hace mucho tiempo matiza: “Y por muy poquito dinero”. Me llevo una grata sorpresa cuando éste me enseña un fajo de papeles. Son mis articulos que ha sacado de la impresora. Me sigue, sabe que estoy vivo por mis artículos de vistazoalaprensa.com. Mejor halago no puede existir para este plumilla. Gracias, primo. La sangre tira. Tenemos la misma nariz. Impronta de familia. Mi hija Helen, la inglesa que ha dado señales de vida al cabo de mucha vida y mucho tiempo no puede negar que pertenece a la estirpe. Es una nariz “galinda”. La de mi tía Paulina, la de mi madre, la de mi prima Leo y la de mi ahijado Marianito. En fin perdonen estas expansiones y desahogos sentimentales pero hacía mucho tiempo que no pasaba una tarde tan feliz bajo la sombra de los almendros que flanquean la entrada de la bodega milenaria. A tres o cuatro leguas de por aquí están los arribes del Duero zona de Sacramenia “con la venia”, Valtiendas “para que me entiendas”, Moradillo “y su parada ¿quedó preñada la yegua? Y no fue el garañón sino el céfiro que la empreñara”, Aldeasoña “dormida en un empalme de caminos, territorio bisulco”; Membibre para molinos y de cimbel, Peñafiel”; Castro “los chivos”; Torreadrada “las cabras”; El Caserío de San José “gente garrida”. Por los Valles nunca pasar que te pueden acantear y San Miguel mucho barro y poca miel. Para beatos Fuentepiñel, y Fuentesoto cagaberros que se crían en Peñacolgada por donde alza la pata la zorra cuando a ella la da la gana”.A por roñas íbamos al pinar. Y si quieres pan vete al batán que allí hay un perrito que caga poquito le alzas el rabo y le das un besito. A la bum-b-ura-bara. Amagar y no dar. A la bumburero juego tenemos. Amagar y no dar. El que se ría paga la bola, etc. Cosas de la mi tierra. Trabalenguas. Acertijos. Las viejas palabras parece que me estallan en la cabeza y me traen un viento del ayer tramontada la vuelta de los carros donde más de uno hizo molino cuando subía a las eras cargado de haces. Los recuerdos están vivos y no parece que haya pasado medio siglo. Aquí cada lugar tenía un patrón de reconocimiento y el personal lo cantaba en el soniquete del “prefacio” gregoriano para entretener el aburrimiento de la faenas de los largos veranos entre colleras, trillos, horcas y garabatos, hoces, zoquetas. Había que llenar la botija y mover las abarcas. No usábamos calcetines sino peales y aquel calzado tenía una cierta semejanza con el coturno romano.¿Qué fue de tanto afán? Fuentesoto se reclina sobre un valle al pie de una fuentona manantía a la que nunca vi seca y que este verano lleva más agua que nunca. Con la torre de San Gregorio centinela montando guardia sobre el morrillo del somo que vigila todo el cotarro dando la espalda a Tejares, el anejo y que honra a San Mamerto. Cuando los de Tejares bajaban a la fiesta por San Pedro siempre había leña pero eso fue ya hace mucho tiempo. Esto de las rivalidades regionales está muy metido en la medula. El cristianismo desasnó no pocas mentalidades pero la cabra sigue tirando al monte. Muchos siguen siendo paganos y aquí un celtíbero sigue siendo un celtíbero y un vacceo un vacceo. Cada pueblo de esta comarca que dicen comunidad de Villa y Tierra tenía por su singularidad un apodo o remoquete y la gente se lo pasaba bomba llamándoles nombres cuando no había prensa rosa ni televisión. Y una personalidad propia, una manera de entender el mundo y hasta un acento característico. Gran parte de toda aquella tradición oral hoy se ha perdido, mas he ahí un filón que sigue sin descubrir y está aun por investigar para filólogos y etnólogos. Enólogos abstenerse porque desde que irrumpieron aquellos catavinos y pincernas para los que el mosto no era lo que era sangre de Cristo y no la toquéis más que así es la rosa lo el fruto de las cepas ya no es lo que era. Se ha vuelto arisco y cabezón. De “polvos” como decía mi abuelo Benjamín el hombre que más ha influido en mi vida. Parece que escucho todavía su voz y su dicción empedrada de refranes y de esa sabiduría de los hombres de campo. He venido a visitar su sepultura y beso la cruz blanca de mármol que preside el cuadradillo de tierra donde duermen sus restos en la esperanza de la resurrección. El trece de julio se cumplieron justo 49 años; aún percibo su presencia. El Justo nos dice el Eclesiastés no muere del todo. Así es. En algo, volviendo a las rivalidades de campanario, había que entretenerse. ¡A ver! Algo brutos sí que éramos pero no del todo mala gente. Sólo cuando el vino no se nos subía a la cabeza. Yo recuerdo escuchar a mi abuelo las tardes de trilla aquellos cantares que la voz anónima del pueblo sacaba por aquí y corrían de boca en boca hechos, dichos, fazañas, desacatos y otras truculencias. En mi infancia me crucé con los últimos juglares que recorrían estos hontanares y adradas como una reliquia de la España del Cid. Tuve la suerte de vivir en mi niñez los últimos resoles del esplendor de la edad Media con todo lo que eso conlleva. Toda esa riqueza de expresiones, tonadillas, retahílas, giros, donosura y diferencia en el decir sedimentó en mi alma un poso de literarios afanes. Un empeño quijotesco sin perder de vista a Sancho. Antaño acariciaba sueños de gloria que no pueden ser aunque esas cosas nunca se saben. Ahora la escritura es desahogo y terapia. Rescribir y vivir. Soñar y regoldar todos esos sueños sobre el papel. También rezar al llegar escucho los coros de Resurrección y la voz fantasmal de los monjes se esparce meliflua por todo el valle. San Bernardo llegó desde Claraval con doce monjes, abrieron un fundo en Pecharromán que está de la fuente matriz a un tiro de piedra y nos enseñaron a labrar la tierra y plantaron majuelos siguiendo los consejos de Virgilio en las “Geórgicas” de quiero mi viña en cuesta. Esa tradición fue el origen del Vega Sicilia. Ese caldo famoso no era superior al que pisaba mi abuelo en el viejo lagar romana y luego combinaba en la cubeta manso néctar escondido entre las duelas de roble. No se inventó en el mundo mejor quitapesares. De niños si caíamos malos nos daban sopilla. ¿Cómo no nos va a gustar el soplen y marchen? Fuentesoto posee una vida interior. Tierra mollar y cabal. Primera encartación del Cister. Mis raíces. Devoción a la Virgen. El eco de las plegarias en canto llano y un sol rusiente que penetra oblicuo por las vidrieras de poniente, hastial iluminado, en la ermita de San Vicente. Luz celestial. Es como un legado místico de hortus conclussus. Aquí los cistercienses establecieron el primer jardín de María en Castilla la Vieja. La huella templaria quedó estampada en los chimorretes que orlan la fachada de la vieja torre de San Gregorio. Es la cruz visigótica de palos iguales. Tomas imitan a la de la Victoria del tesoro de Chindasvinto. Con su sentido de protección apotrocaica. Fue el signo que vivió Constantino el cielo tras la batalla de Puente Milvio. Héroes, mitos, tradiciones, leyendas y creencias pero todo forma parte de un acerbo común. Una forma de vida al pie de la cruz. Que dio forma a la gran síntesis y cohesión a un pueblo de múltiples etnias e hijos de muchas leches aunque no el melting pot o el cocktail molotov olla presión que cuando estalle - yo no lo veré pero los que me conocen dicen que tengo algo de profeta- puede ser terrible para mi patria descangallada en plena vorágine totalizadora. Vendieron la tierra y por eso ahora algunos hacen montón. Aunque, ojo. Con el mucho quito y nada pon pronto se llega al hondón. Después de comer subimos la pina cuesta del cementerio donde se hacía el vía crucis. Cada estación una cruz de piedra esculpida hacia la mitad del s. XVIII. La otra noche derribaron dos dellas adrede que no fue el aire. ¿Una gamberrada o una profanación? Cualquiera sabe. Asimismo, la bandera española que colocaron ebn la torre de San Gregorio un monumento prerrománico que se ve de todas partes nada más dar vistas al pueblo los albañiles según inocente costumbre como terminación de obras sobre el hastial pues ha habido que adecentar un poco el torreón y cubrirlo de aguas fue arrancada de su mástil. Incomprensiblemente vuelven las banderías y enfrentamientos. Parece mentira. Un lugar que fue siempre tan pacífico. Pero por lo que se ve a este rincón perdido en la cornisa de una de las provincias más hermosas y tradicionales de Castilla la vieja, feudo católico del tradicionalismo que fue refugio del Empecinado durante la de la Independencia y bastión del carlismo, ha llegado la marea negra que trae confusos y en clima de dis4ensión a los españoles. Ya van quedando pocos refugios copados todos los paraísos. Sólo el de la amistad, el amor. El perdón. La tolerancia. Para mi este lugar fue una especie de Helicón de punto de referencia mítico. Merece la pena una visita. Los forasteros siempre serán bien recibidos. Al trepar por el husillo de la escalera, peldaños muy gastados, siglos y siglos de subir y bajar al campanario, un hueco muy estrecho pues se conoce que en la edad media eran chaparros pèro de escasa estatura, me doy un coscorrón contra el dintel. Todo se hereda. Mi padre RIP y que duerme en este huerto los callados en un nicho adyacente el pobre siempre se estaba dando papirotes en la cabeza. Murmuro una plegaria por su eterno descanso. Le dimos tierra una tarde de junio del 92 y pienso en el versículo de Ezequiel “No permitas, Señor, la dispersión de mis huesos”. Con la reforma este monumento cuyos sillares venerables han aguantado muchos cierzos y las campanas tocado a anúteba, a peste y a fuego más de una vez ha quedado como para aguantar otros mil años. Merece la pena venir. Esto es digno de verse. Las fiestas de San Vicente se celebran hacia mediados de agosto. Este lugar apartado fue un Jardín de María un Hortus Conclussus del Cister. Las actas de fundación del Monasterio de Cárdava datan de 1139. Hemos pasado un buen día.
jueves, julio 20, 2006
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