miércoles, julio 26, 2006

El dia gris del jubilado

miercoles 26 de julio de 2006
EL DIA GRIS DEL JUBILADO.
Félix Arbolí

H AY días que me despierto con la mente en blanco, sin ideas preconcebidas, con ese desierto mental que a veces sacude la cotidianidad del jubilado. ¡Es horrible tener veinticuatro horas a tu entera y total disposición y no encontrar la fórmula para cubrirlas!. Piensa en la lectura como posible evasión y no hallas en ese momento el libro adecuado que alivie tu mortificante ociosidad. Los buenos e interesantes que van saliendo ya los ha leído, aunque algunos he de confesar que no he podido terminarlos, a pesar de la propagando e incitación que les rodeaban. Otros me han sabido a poco y algún que otro, lo he tenido que conocer por etapas, ya que la densidad de sus consideraciones, la complicación de sus detalles y el querer enhebrar la aguja cada dos por tres, me causaban algo de hastío y desaliento momentáneo. No es fácil hallar un libro que te embriague con su lectura de principio a fin. He de aclarar que no soy lector fácil. Por ejemplo, no he podido terminar “El perfume”, ese famoso libro que dio la vuelta al mundo en olor de aclamaciones. Cuando llegué al sexto o séptimo asesinato y otro tanto tipo de perfume, me salía colonia por todos los rincones de la casa y tuve que dejarlo. Sin embrago, de su mismo autor Patrick Süskind, me leí de golpe sus otras dos novelas “El contrabajo” y “La paloma”. Desde entonces, mi simpatía por estas numerosas y habituales “ciudadanas” aladas, ha desaparecido. Otro autor de reconocido prestigio como García Márquez, me dejó inédita la totalidad de sus “Cien años de soledad”. Y la relación continuaría, ya que como lector soy algo especial y caprichoso. Lo único que soporto de principio a fin, sin posible titubeo y muestras de cansancio es la historia novelada e incluso la novela histórica que, aunque parezca igual, no es lo mismo. La primera nos cuenta un hecho histórico, con evidentes signos de verosimilitud, en forma de novela. El relato de un suceso o acontecimiento que ha tenido lugar, aunque lo narre en forma novelística. La segunda, es una idea que se le ha ocurrido al autor, que incluso ha podido suceder y que escenifica y desarrolla en una determinada época histórica, con detalles precisos y datos fiables de lo que era la vida en aquel tiempo. Me gusta descubrir el pasado, sus hombres y circunstancias, sus aventuras y desventuras, sus éxitos y fracasos, saber de donde procedo, pero no muestro el mismo interés por el desarrollo de la mayor o menor fantasía de un autor determinado, aunque ello no sea óbice para que me enfrasque en su lectura si su estilo, forma de expresarse y calidad literaria me aconsejan que me introduzca en sus páginas. Si la lectura no es tu meta en este día gris, tienes el aliciente de la televisión. No obstante, cuando la conectas y empieza tu recorrido por los distintos canales, te encuentras que las diversas cadenas te transmiten los mismos programas por los que no parece pasar el tiempo, ni la variedad, con las caras de siempre e idéntico contenido vacío y sin pretensiones. Cocineros, en su mayoría vascos, (por lo visto son los únicos que saben de ollas y sartenes en toda España), que aprovechan esa tribuna casera para airear sus nombres, anunciar sus negocios y aumentar el prestigio y número de tenedores de los mismos a costa de esa embobada tertulia de marujonas que los oyen embelesadas. Asimismo, tienes que soportar a los que acudieron de simple invitado y colaborador a un programa determinado y como avispados acaparadores de la oportunidad que se les brindaba, aprovecharon su aparición para hacerse imprescindible y fijo en la programación de la empresa televisiva. El policía dejó su placa y su pistola, el abogado sus legajos y toga, la ligera de cascos desabrochó ampliamente su portentosa delantera rellena en una clínica, el cuchufleta de turno exageró sus gracias y animaladas y la chistosa “malaje”, sin chicha ni “limoná”, alardeó de andalucismo y “catetería”, con gestos, expresiones y poses que ya no se llevan en su propia tierra, que es la mía, para abrirse paso en ese incomprensible mundo del “trinque” generoso y el enchufismo. Todos dejaron ocupaciones, escenarios habituales y hasta matrimonios que marchaban sin problemas, para embarcarse en esa nueva y fascinante aventura que no sólo le aportó fama y popularidad, sino elevados beneficios. Y todo por exagerar ante las cámaras su forma natural de andar por la vida. No se busca al profesional serio y competente, que ha quedado como un vestigio del pasado y, por tanto, desechable y criticable. Si eres macho, al estilo de los de antes, esos que presumían de “machos ibéricos”, modera tus gestos y actitudes. Se cotizan más los “cabras locas”, con gestos y mariconadas más femeninos aún que los de la propia mujer. Es el momento del “orgullo gay”. Antes, se alardeaba de macho, ahora los que lo hacían están mohínos y camuflados, so pena de morirse de hambre o pasar más inadvertidos por la vida que esa hormiga que se libra de nuestro pisotón de puro milagro. Es triste reconocerlo, pero es la realidad. Los poseedores de cuentas corrientes más abultadas y anuncios publicitarios más frecuentes. Porque son los nuevos modelos de una juventud desorientada y desconcertada que le siguen sin saber aún el por qué. Mi querido compañero Miguel Martínez, persona a la que admiro por la valentía y firmeza que demuestra en la defensa de sus ideas y convicciones, algo que para muchos supone un tremendo error y para mi una grandeza y dignidad fuera de lo normal, escribe un magnífico artículo, titulado “Estopa”, dedicado a ese grupo musical que, he de confesar, no es de mis preferentes. En dicho comentario, habla sin tapujos, ni falsedades con su estilo directo y limpio que tanto le admiro, de ese descarado elogio del “porrro”, por parte de este conjunto. Y tiene toda la razón en lo que expone. No permiten la publicidad del tabaco, porque por lo visto y según nuestra celosa ministra de Sanidad produce el cáncer y la muerte y si autorizan que en la franja horaria donde se sientan ante la “caja tonta” los niños y adolescentes de la casa, se emitan discos de estos individuos haciendo apología del porro y demás “lindezas” que hoy trastornan y enloquecen a nuestros hijos y nietos. ¿Ellos no producen daño a la salud con las letras incitantes y alevosas de sus canciones?. ¿Por qué no obligan a colocar en la carátula de sus discos y en el anuncio de sus actuaciones en las ondas, pantallas y escenarios que el contenido de sus canciones puede dañar gravemente la salud y mentalidad del público, incluso motivarle su adición a las drogas?. De acuerdo plenamente contigo admirado compañero de página. Has dado una vez más en el clavo, aunque me da la impresión que no tendrás muchos votos favorables en el ranking de respuestas. La mía te la ofrezco sincera e incondicional. ¿Qué puedo hacer Dios mío en este día de tan enorme calor y con una imaginación sujeta a extrañas corrientes y actitudes, que impiden expresarme libremente?. Decir lo que siento y quiero sin ambages. Encontrar ese tema a gusto de todos, que no suscite la polémica, ni encienda la incomprensión entre las distintas maneras de enfocar la vida. Ese filón mental que me haga divagar y deslizarme como en un enorme tobogán por la pendiente suave, feliz y divertida de la escritura. ¿Hay tantos asuntos que quisiera abordar, pero sé que no puedo pensando en los bastones que se blandirían amenazantes en el transcurso de su lectura?.. ¿ Por qué Señor, si nos has hecho libres y nos has dotado de inteligencia, no podemos sentirnos dueños de expresar con libertad nuestros sentimientos y maneras de pensar?. Para rellenar este periodo de ociosidad, he mantenido una interesante charla con mi mujer sobre la fe, el Más Allá y la encarnación de ese Ser Supremo al que llamamos Dios. Generalmente, aunque nunca hemos tenido una desavenencia que durara más de diez minutos, somos algo distinto en nuestra particular concepción religiosa. Ella es defensora a ultranza de la Fe más allá de este mundo, en ese Ser Superior. Yo, aunque respete la Iglesia fundada por Cristo, venerando sus iconos y doctrina, lo confieso apesadumbrado, tengo enormes lagunas y no pocas dudas de lo que me vaya a encontrar más allá de la vida. La visión que tuve cuando sufrí esa hermosa e inolvidable experiencia durante mi grave aventura hospitalaria, era de una inmensa luz, deslumbradora y placentera al máximo, que me atraía con una paz y una dulzura hasta entonces desconocida, para integrarme plenamente en su luminosidad. Es un punto en el que ninguno de los dos nos ponemos de acuerdo porque, desgraciadamente, no tenemos la certeza absoluta de que nuestra teoría pueda ser la verdadera.

Gentileza de LD

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