viernes 21 de julio de 2006
Los que no sirven
Hugo Alberto de Pedro (Buenos Aires)
E N Argentina para la dupla presidencial (Kirchner/Fernández de) las leyes y el control parlamentario no sirven. Los periodistas no genuflexos no sirven. Los opositores políticos no sirven. En consecuencia, a menos de que todos pasemos a formar parte de “los K” no serviremos. Esto realmente es una conclusión inmediata y primaria, aunque necesaria. Lo relevante en la cuestión de “los que no sirven” está sencilla y desgraciadamente en la definición de quienes serían “los que sirven”, en un país muy próximo a cumplir dos siglos de la gesta de mayo de 1810. El ánimo opositor, la lucha por la libertad, la actuación del periodismo y el establecimiento de normativas nacionales fueron algunas de las bases que sentaron los principios del futuro independentista, a más claro está, de las necesarias luchas contra invasores y colonialistas de entonces. Poco más de un lustro después se declaraba la independencia de todo dominio, y aquella revolución fue imprescindible como antecedente contra la opresión. Eso hoy parece ciencia ficción para muchos. Los argentinos conocemos, por experiencias desgraciadas, lo que significa conculcar las libertades y los derechos cuando ejercieron el poder los matrimonios, las ternas genocidas militares y los unicatos uniformados como para estar alertas en el presente y futuro. También recordamos a quienes con mentiras y cómplices de entonces regalaron el patrimonio nacional y quienes entregaron centenarios principios políticos al neoliberalismo. El travestismo de amplios, amplísimos, sectores de la vida política, gremial, social y cultural para subirse a la “nueva ola progresista” no es una novedad por estos pagos. Ayer sucedieron y duraron muy poco tiempo después de haber alcanzado las prebendas, privilegios, prerrogativas y beneficios buscados. Hoy muchos impensados personajes se desviven por las gratitudes de la dupla presidencial y van entregando los compromisos, luchas y reconocimientos públicos y populares por estar en los escenarios, palcos y bancas que “generosamente” permite y entrega el poder. Mañana, cuando los personeros de los derechos humanos abandonen el protagonismo de la actividad política ejecutiva y legislativa, quedará para muchos los vestigios de “el haber pertenecido” y las ansias por volver a pertenecer a cualquier “pagador” de turno, sea quien sea, provenga de donde provenga y vaya a donde vaya. Ahí, sin embargo, están y estarán los 129 artículos de una magna ley que se refiere a la forma de estar constituidos como Nación y desde donde se establecen los principios de la argentinidad, junto a las más altas garantías y derechos de todos los habitantes. Sí, aún de los que no pertenecemos al grupúsculo de oráculos, bufones, contratados, pagados y vendidos al poder por unos cuantos cientos, miles, o millones de pesos dispuestos arbitrariamente por el responsable político de la administración general del país y administrados sin control por el ministro jefe de gabinete. Pero resulta sorprendente, y por que no sospechoso, que no se puedan lograr los consensos necesarios -para permitir poner un freno a las arbitrariedades, terminar con los miedos que produce el no estar arrimados al poder y exigir que no se haga aquello que sabemos que será nefasto y dañino- desde la oposición política y de los que somos independientes de cualquier pertenencia partidista. No ideológica por supuesto. ¿Serán las “necesidades y urgencias” las que establecen “superpoderes” para acallarnos? ¿Serán los miedos insinuados desde el poder lo que inmoviliza al periodismo crítico? ¿Serán las contraprestaciones de todo tipo y cuantía recibidas por los legisladores, gobernadores e intendentes las que hacen bajar los principios otrora defendidos? ¿Serán todos ellos los que no sirven y no justamente nosotros?
jueves, julio 20, 2006
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