jueves 27 de julio de 2006
GOBIERNO ZAPATERO
En tiempos oscuros, no cerrar los ojos
Por Juan Souto Coelho
Nos vamos de vacaciones y las imágenes que nos sirven de los lugares de veraneo de los altos representantes del Estado inducen a creer que aquí no pasa nada, que la normalidad democrática reina por doquier. Nada más engañoso, producto de una propaganda alienante y, no pocas veces, desvergonzada. La realidad es muy preocupante.
A la vuelta de las vacaciones volveremos a enfrentarnos al inquietante problema de la educación. A la Iglesia y a numerosas organizaciones educativas y familiares de la sociedad civil les preocupa sobremanera la cuestión educativa. Nadie puede mirar hacia otro lado, a todos nos afecta, porque en ella se juega la propuesta de hombre, de familia y de sociedad en el que se abren camino los hombres y las mujeres de nuestra sociedad.
El problema no es la imposición de la asignatura "Educación para la Ciudadanía"; existe en otros países con el mismo o con otro nombre. Defiendo que toda la educación o prepara para ejercer la ciudadanía o está fracasada de origen; o es por sí misma formación de ciudadanos competentes para vivir en sociedad y afrontar las situaciones vitales con sus propias capacidades y autonomía, o no cumple con la misión pública que le está asignada. La escuela, en cuanto espacio y tiempo privilegiado para la educación, debe ser, en tiempo real, mientras los alumnos y los profesores están en ella, un ejercicio de verdadera ciudadanía.
Siendo así, de existir una asignatura con ese nombre, el problema grave no es una asignatura más o una asignatura menos, sino el adoctrinamiento obligatorio de los niños y los adolescentes en el credo laicista y en la moral única. Conocidos los borradores, no podemos estar de acuerdo con las propuestas. Duele decirlo, pero cada día es más claro que este Gobierno se ha adueñado del Estado para manejarlo a su antojo, y quiere adueñarse de la sociedad para ponerla a su servicio. ¡Qué barbaridad!
Pero la cuestión educativa es solamente un indicador de los tiempos difíciles y oscuros que vivimos y de lo peor que nos espera. En efecto, corren tiempos difíciles para los militantes, simpatizantes y votantes del Partido Popular porque, desde los poderes que el Gobierno tiene a su disposición, se les está estigmatizando diciendo que no quieren la paz. Esta táctica me parece propia de gente ruin, porque es una mentira con tintes de odio y enfrentamiento; además de comportamiento antidemocrático, es injurioso, es una ignominia. Desde el País Vasco, me dicen: "antes, los terroristas nos perseguían, insultaban y mataban; ahora, los terroristas nos persiguen y los socialistas nos demonizan e intentan eliminarnos del juego democrático". Esto no es la paz.
Todos, absolutamente todos queremos la paz. Pero somos muchos los millones de ciudadanos que, legítimamente, por motivos diversos, no aceptamos la paz de la muerte y la mentira, la paz que imponen los de los atentados y las pistolas; y tenemos derecho a no ser injuriados y estigmatizados. Quiero descubrir atisbos de concordia, de diálogo y de entendimiento. Sin embargo, cuando escucho, por ejemplo, a José Blanco, no los veo por ninguna parte. Con el número dos del partido de Rodríguez Zapatero la infamia hace carrera política. Creo que el presidente debería relevar inmediatamente a este personaje.
Corren tiempos de triste gloria para los militantes y votantes de los partidos que apoyan la gran mentira disfrazada de "proceso de paz", porque los terroristas y los que les apoyan están alegres, crecidos y cada día más activos, porque han vuelto a tomar las calles y los representantes del Estado les han sentado a la mesa de negociación. Ellos sí que no engañan. Triste causa la de aquellos que aspiran a la paz impuesta, al juego del engaño. ¿Cómo es posible que persigan a los demócratas y sigan de la mano a los terroristas?
Tiempos oscuros y desalentadores ante el incremento de la propaganda y la exaltación de la II República, el sistema que resultó el mayor fracaso político de nuestra historia del siglo XX, juntamente con el franquismo. Hace poco me decía una alta personalidad de la vida pública que, a este paso, "su Majestad el Rey será un ente sobrante" en la nueva república de Zapatero; la Constitución de 1978, en sentido estricto, a la entrada en vigor del nuevo Estatuto de Cataluña, será papel mojado. Y pensábamos que habíamos encontrado el camino y que no volveríamos la vista atrás...
Estos son tiempos de llamada a la fe y a las convicciones, de fortaleza y amplitud de miras, cuando se relativizan los valores comunes asentados en nuestra tradición y cultura y se imponen peregrinas ocurrencias discutibles; y cuando desde los poderes públicos, los programas educativos, los programas políticos dominantes, la izquierda radical resurgida del 11 al 14-M, a la cual Zapatero pone la sonrisa, se intenta imponer un pensamiento único, con mensajes de intimidación y exclusión de los que disienten.
Corren tiempos de inquietud e incertidumbre para muchos millones de españoles que no quieren que resurja el odio de la guerra civil, que Zapatero se empeña en que renazca con una tramposa ley de desenterramiento selectivo de los muertos. Tiempos difíciles para aquellos que queremos recuperar el espíritu de reconciliación de la Transición y el capital derrochado de la Constitución de 1978. Pienso en aquellos ciudadanos, y en los católicos, en particular, que, en estos momentos, se sienten desamparados, desconcertados, perplejos y necesitados de una palabra iluminadora.
Juan Souto Coelho es miembro del Instituto Social "León XIII"
Gentileza de LD
jueves, julio 27, 2006
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