El morbo de las lágrimas de la Pantoja arrincona a Zapatero y Rajoy
Antonio Martín Beaumont
España vive feliz. Ahora de veraneo, o casi. Algunos políticos, mientras, instalados en la "emergencia nacional" no observan la sociedad postmoderna, "del espectáculo", con la que lidian.
24 de julio de 2006. Mariano Rajoy puede ser increpado por opositores en Benavente; José Luis Rodríguez Zapatero se fotografía con "palestino" al cuello entre jóvenes socialistas; el asesino de ETA Txapote es juzgado de nuevo en la Audiencia Nacional adonde acude con la misma cara de verdugo impasible y envalentonado en busca de amedrentar a víctimas y jueces… ¡Y qué más da!Lo que despierta interés es que Julián Muñoz, el novio de Isabel Pantoja, ha ingresado en la prisión de Málaga por los casos de corrupción de Marbella. Es decir, por llevarse el dinero de todos los marbellíes a su casa. Pero, ¡ojo!, no interesa la corrupción en sí, salvo a un puñado, ni que el asunto esté domiciliado en un Ayuntamiento, lo realmente importante es la popularidad y el morbo que despierta la tonadillera sevillana, la viuda de Paquirri, representante de lo más cañí de este país, fenómeno de masas desde hace años y portada una y otra vez de todo tipo de prensa.España vive feliz. Ahora de veraneo, o casi. Y algunos políticos no se enteran. "Los Simpson", "Salsa Rosa", "¿Dónde estás Corazón?" y "¡Aquí hay Tomate!" tienen más espectadores que los Informativos juntos de las grandes cadenas de televisión. No hablemos ya de fútbol. La mayoría de españoles no quiere problemas añadidos –bastante tienen con los de su vida cotidiana- y cambia de canal cuando la clase política se tira los trastos a la cabeza. "Esto es sólo para frikis de la política", dicen los más jóvenes. Los asuntos políticos hace tiempo que no conectan con el gran público. Cosa distinta es si los que se tiran del moño son los "famosos" de las revistas. Las peleas del "famoseo" preocupan en su justo término: es un nuevo circo para millones de españoles que mientras disfrutan malician que tanta disputa se debe más a intereses del guión que a inquinas personales. Vivimos en una sociedad postmoderna, una sociedad "del espectáculo" con formas, tonos, imágenes y temas de movilización alejados de los usos políticos.Algo similar, aunque con diferente melodía, se refleja en las encuestas que llegan a la mesa de Zapatero y Rajoy: no gana las elecciones el político mejor sino quien menos rechazo tiene entre los ciudadanos; no se vota a alguien sino que se vota contra alguien. De ahí la preocupación que reina en la dirección del PP al observar el rechazo que tiene su partido. "Se está llegando a los niveles de don Manuel –Fraga- en los ochenta", señala un dirigente con despacho en el edificio de la gaviota azul de la calle Génova. También reina la preocupación en un socialismo abandonado por muchos votantes que ha visto, por ejemplo, cómo en sus feudos de voto en Cataluña la participación en el último referéndum no ha alcanzado ni el 40%.
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