viernes 21 de jullio de 2006
Embobados por lo de Marbella
Miguel Ángel García Brera
E MBOBADOS por lo de Marbella, donde sucesivos dirigentes municipales parece que no han dejado fondos ni para limpiar las calles, el pueblo español dormita aparentemente bajo este verano tórrido, en el que no faltan pedriscos inoportunos y sí el agua que necesitan nuestros pantanos sedientos. Pero quien viaja por nuestro territorio, quien escucha, quien mira con atención, sabe muy bien que hay demasiada gente que, en poco tiempo, pasa de ser camarero de una taberna a millonario, sin que le haya tocado la lotería ni una quiniela, y eso está claro que no puede ser. No digo que no sea tan justo que llegue a rico un camarero como un arquitecto y que no me alegre de ver que efectivamente haya personas de cualquier profesión o empleo que alcanzan una situación económica desahogada. Lo que pasa es que hay profesiones cuyo sueldo no da para tales encumbramientos por muy ahorrador que se sea y sólo la suerte o el hallazgo de alguna otra actividad, permite mejorar. Sería el caso, por poner un ejemplo, del camarero que un día tropieza con alguien que le otorga la representación de una mundialmente famosa bebida refrescante o de una ropa de marca, para una extensa comarca. También el acceso a la política puede permitir a un donnadie mejorar mucho económicamente, pero no tanto, si no se corrompe, como parece que le ha supuesto a un tal Roca y a otros de su Ayuntamiento. El caso es que, como iba escribiendo, quien viaja, escucha y mira, se encuentra en España con demasiada gente que no puede haber hecho, con su sueldo o con un lícito comercio, el capital del que dispone. Por eso, siempre me desconcierta que, sólo de cuando en cuando, salga a la luz una trama malaya, cuando en España tanta gente es sospechosa de enriquecimiento ilícito, sólo con saber su oficio y ver cómo viven. En las agencias inmobiliarias hay gentes dedicadas a ir por las calles anotando los anuncios de venta o a leer iguales anuncios de particulares en la prensa. Luego la agencia se dirige a los vendedores ofreciendo sus servicios y sí consiguen algunos clientes. Tal vez la Hacienda tendría que tener unos inspectores, siempre en la calle, dedicados simplemente a comprobar quienes viajan en coches de lujo o navegan en yate, o a comprobar quién ocupa los chalets más elegantes, o a ver quien se deja más dinero en los Casinos, o a calcular lo que puede costarle una boda a alguna gente. Sin duda, en muchos casos, esos signos externos se corresponden con un esfuerzo comercial o empresarial conectado a un buen puesto, pero me temo que iba a haber muchas sorpresas y que por ese “humo” se podrían encontrar muchos fuegos, como los de Marbella. La existencia de esos avisadores de fortunas irregulares facilitaría también la indemnización a quienes son robados, estafados, expoliados y demás por algunos delincuentes que, incluso atrapados y condenados, se declaran insolventes, mientras siguen haciendo la misma vida lujosa de siempre. Algún mecanismo judicial y policial sería preciso para que, por mucho que determinados bienes figuren a nombre de terceros, pudieran recuperarse para hacer frente a las indemnizaciones y reparaciones debidas. Padres, hermanos, tíos, cuñados y otros parientes o amigos de infractores, cuya vida al salir de cortos periodos en prisión sigue siendo la de antes, deberían ser investigados – respetando su presunción de inocencia y al máximo su intimidad – para saber si ellos mismos han podido generar esos bienes que aparecen como signos externos o se trata de transferencias delictivas por alzamiento. Tampoco me parece de recibo que nuestros dirigentes sigan, como el Caudillo, respondiendo ante Dios y ante la Historia. En Abril de 1936, una proposición de los socialistas Prieto y Largo Caballero permitieron la destitución del presidente Alcalá Zamora. Yo creo que se debería recuperar – ahora que tanto gusto hay por la II República – ese tipo de previsiones que permitiera destituir a algunos dirigentes y exigirles responsabilidades por su gestión, aunque no haya sido delictiva. Pienso, ahora en TVE, de la que van a despedir a 4.150 trabajadores. Quienes hemos sido empleados de esa empresa, sabemos muy bien que, si a lo largo de los últimos años siempre ha sobrado gente en esa Casa, no ha sido sino porque el trabajo que podrían haber desarrollado se ha preferido encomendar a profesionales ajenos o empresas externas. Muchos se han hecho millonarios con contratos blindados o montando productoras que han vendido a TVE series o trabajos que hubiera sido fácil hacer con la plantilla, bien preparada por lo general, del propio ente público. Los cambios políticos hicieron célebre el famoso “cementerio de elefantes” donde se ha relegado al ostracismo a mucha gente valiosa, cuyo trabajo hubiera evitado la sangría de RTVE en la compra de programas ajenos. Seguramente no haya ningún delito que reprochar a quienes han dirigido la Casa con esos planteamientos, pero ¿No cabe exigirles alguna responsabilidad política, administrativa o económica, derivada de tan inconveniente modo de actuar? ¿No cabe hacerlo también con algún dirigente imprudente que entra en el delicado mundo internacional como un elefante en una cacharrería?
jueves, julio 20, 2006
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