viernes 14 de julio de 2006
Zidane roba el protagonismo a Italia
Javier del Valle
Ú LTIMAMENTE, los campeones de los grandes torneos futbolísticos son despreciados. Ese es el caso de Italia, flamante ganadora del Mundial Alemania ’06, y que aprovechó su oficio, picardía y ambición para llevarse su cuarto título, a pesar de que su protagonismo ha quedado en segundo plano por las circunstancias que rodearon la expulsión de Zidane. A la selección campeona de la anterior Eurocopa, Grecia, se la tachó de hacer un fútbol poco brillante. A Italia tampoco le han llovido los elogios de los puristas del espectáculo o “tiqui-taca”, como diría el polémico narrador televisivo Andrés Montes. Exceptuando la espectacular prórroga que valió a Italia para eliminar a los anfitriones alemanes, el fútbol de los “azurri” no ha comulgado con los principios del fútbol estético. A favor del combinado entrenado por Marcelo Lippi conviene reseñar la revalorización de unos futbolistas puestos en entredicho por los procesos judiciales de corrupción que se ciernen sobre el Calcio y que, muy probablemente, supondrán el descenso de la mítica Juventus. Asimismo, la tradición habla bien de Italia, que ya suma su quinto título y que se encuentra a un solo campeonato de la todopoderosa Brasil, un equipo que enorgullece con demasiada arrogancia de practicar un “jogo bonito”. El caso es que los comentarios sobre la final se han centrado en la figura de Zinedine Zidane, que emborronó el último partido de su carrera deportiva siendo expulsado y convirtiéndose en el principal culpable de la derrota de Francia en la final del Campeonato del Mundo. Casi todos, supongo que los aficionados italianos no, estamos pendientes de conocer qué extraños motivos impulsaron al centrocampista francés de origen argelino a cometer la salvaje agresión que supuso su expulsión. Nada, ni siquiera insultos hacia su familia o de índole racista, justifica la actitud de Zidane, sobre todo por la veteranía del ex jugador del Real Madrid. Llueve sobre mojado, ya que este tipo de acciones han sido constantes en su carrera; por ello el futbolista debería haber reprimido aún más sus impulsos. No seré yo quien discuta la calidad de Zidane, uno de los jugadores que más me ha hecho disfrutar del fútbol. Bajo su apariencia de hombre corpulento ha convertido el deporte rey en un arte estético a la vez que práctico. Sus regates, pases y elegancia a la hora de parar el balón le han convertido en un mito. Ha ganado múltiples admiradores, incluso de hinchas rivales por su timidez y sencillez. Siempre se ha alejado de los focos y del ambiente juerguista que tanto daño han hecho a algunos compañeros suyos en el Real Madrid. Sin embargo, la otra cara de Zizou es siniestra; ha incurrido esporádicamente en acciones antideportivas impropias de un jugador de su categoría. Si bien sus puntos negros no han sido frecuentes, el astro ha reincidido y no ha sido capaz de frenarse ni siquiera en el partido de su despedida como profesional. Nada justifica esta actitud, ni siquiera las continuas agresiones físicas y provocaciones dialécticas que el francés ha tenido que soportar a lo largo de su carrera por parte de defensas que, impotentes ante su forma de esconder el balón, han utilizado armas antideportivas para desquiciar los nervios del Balón de Oro. Tampoco es justificable que los organismos se empeñen en premiarle en estos momentos. Así, la FIFA le nombró Mejor Jugador del Mundial y recientemente ha sido nominado para optar al premio Príncipe de Asturias del Deporte. De todas maneras, agradezcamos a Zidane por destapar sus esencias durante el reciente Mundial y deleitarnos con un repertorio de buenas jugadas. Y preguntémonos por qué el jugador no ha sido capaz de dar lo mejor de sí mismo durante sus dos últimas temporadas en el Real Madrid. Podemos argumentar que el sistema de juego de Francia, basado en un centro del campo con jugadores sacrificados como Vieira y Makelele, ha sido propicio para que Zidane adquiriese el protagonismo que merecía. Sin embargo, choca una metamorfosis tan rápida, en cuestión de dos meses. El futbolista acabado y agotado física y mentalmente se ha convertido en el líder del subcampeón del Mundo. Resulta sospechoso.
jueves, julio 13, 2006
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