miercoles 12 de julio de 2006
ECONOMÍA
El salario mínimo no reduce la pobreza
Por James A. Dorn
La política de salario mínimo refleja la doctrina de Karl Marx: "A cada cual según sus necesidades, de cada cual según sus posibilidades". Ese sentimiento afloró nuevamente el mes pasado en Washington, cuando 52 senadores votaron por un incremento del salario mínimo federal de 5,15 a 7,25 dólares la hora en los próximos tres años.
El último aumento se produjo en 1997. El senador Ted Kennedy declaró que se trata de algo justo y decente, ya que los congresistas se han aumentado el sueldo varias veces. Pensar que los legisladores pueden ayudar a los pobres imponiendo un aumento salarial es el colmo de la arrogancia.
Mientras la retórica del salario mínimo suena muy bien, la realidad es totalmente diferente. Obligar a que los empleadores paguen salarios por encima de lo que indica el mercado y sin que haya mejoras en la productividad lo único que hace es disminuir el número de gente con empleos formales.
La Federación Nacional de Negocios Independientes calcula que si el salario mínimo federal se aumenta a 6,65 dólares la hora unas 217.000 personas perderán su trabajo. Y las consecuencias a largo plazo serían todavía más severas, a medida que las empresas incorporasen equipos y nuevas tecnologías que ahorrasen mano de obra.
La realidad es que muchos trabajos para principiantes ya se pagan a más de 5 ó 6 dólares la hora, por lo que el argumento de que sin salario mínimo se explota al trabajador es un mito. Pero a los congresistas les encanta hacer creer que los sueldos aumentan gracias a ellos, a la vez que niegan las malas consecuencias cuando el salario mínimo impide que los más jóvenes y menos hábiles consigan su primer empleo. Un salario de 7,25 dólares la hora se convierte en un salario de cero dólares cuando la persona no consigue el empleo o cuando es despedida.
Sería mucho más inteligente permitir que los trabajadores y patronos negociaran los salarios, en lugar de tener leyes fijadoras del salario mínimo que imposibilitan que los jóvenes adquieran la experiencia y el sentido de responsabilidad indispensables para lograr un alto nivel de vida.
Las investigaciones del economista David Neumark, de la Universidad de California (Irvine), demuestran que aumentar el salario mínimo no reduce la pobreza. Por el contrario, Neumark estima que un aumento del 10% en el salario mínimo incrementa entre un 3 y un 4% el nivel de pobreza. Es muy triste que aquellos a quienes se pretende beneficiar con los aumentos del salario mínimo sean exactamente los mismos que más sufren por ello.
Los aumentos del salario mínimo llenan de orgullo a los congresistas de izquierda, y les procuran apoyo electoral, pero no hacen nada por el crecimiento económico ni reducen la pobreza. Hong Kong no tiene salario mínimo y es una de las economías más prósperas del mundo; porque es la más libre.
La libertad económica, y no los salarios mínimos socialistas, es la clave para reducir la pobreza, como está comprendiendo China. Si de verdad los congresistas quieren ayudar a los pobres, lo mejor que pueden hacer es abolir el salario mínimo.
La mayoría de los trabajadores que comienzan muy abajo y logran ir subiendo lo hacen por dedicación y esfuerzo personal, no por leyes sobre el salario mínimo. Las políticas que aumentan la competencia y la libertad de elegir en el campo de la educación son los verdaderos fundamentos de la prosperidad y la dignidad de los trabajadores.
© AIPE
James A. Dorn, vicepresidente académico del Cato Institute y director del Cato Journal.
Gentileza de LD
martes, julio 11, 2006
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