miércoles, julio 12, 2006

¡Que pena de periodismo!

jueves 13 de julio de 2006
¡ QUÉ PENA DE PERIODISMO!
Félix Arbolí

A MO a esta profesión y la respeto, casi con la misma veneración y cariño que se puede sentir por una madre, mujer o hijos. Es un sentimiento muy profundo, tremendamente arraigado, que se lleva inmerso en los rincones más recónditos de nuestra anatomía, sin que nada que le perjudique, desvirtúe o le deshonre nos deje indiferentes. Al menos, esa sensación es la que experimento cuando veo a esa caterva, si caterva, de “pseudo-no se qué”, ocupando foros, debates y cotilleos en revistas, pantallas y emisoras de radio, sin que tengan la más simple identificación o justificación su presencia y protagonismo en los mismos. ¿En virtud de qué tipo de rollo o criterio se eligen a estas señoritas y señores para desempeñar un papel y una misión para los que ni han sido preparados, ni se han formado, ni tienen autoridad alguna para emitir opiniones y formular críticas sobre el prójimo al que intentan y lo consiguen despellejar?. Salvo algunos, la minoría, que figuran como profesionales de prensa, ( no se si por estudios y exámenes o porque han recibido el carné a dedo, ya que me extraña que un verdadero y respetable profesional se preste a ese juego siniestro), el resto son personas sin la debida preparación, corrección y conocimientos para ocupar una tribuna donde se juzga, (¡hay que tener caradura y osadía para eso!), a una persona más o menos famosa o popular, como si fueran los componentes del famoso Tribunal Internacional de la Haya. Y el que más o el que menos de los jueces y árbitros de esa camarilla deontológica, tienen más motivos para enrojecer y avergonzarse que el pobre o la pobre infeliz que ha caído en esa asamblea de envenenados y zafios, con el único objetivo de hacer feliz a esa concurrencia, que ruge y aplaude cuando se descubren los pecados del prójimo y las intimidades que a nadie deben interesar. Contra más gorda y desagradable, mejor. El público asistente, ya lo hemos visto, sin comentarios. Forman la plebe que, como ocurría con el antiguo populacho romano, acude gozoso a este nuevo Coliseo, donde los leones y fieras salvajes han sido sustituidos por prestigiosos miembros de nuestra comunidad cuya misión y único objetivo es dar carnaza y grosera diversión a tan respetable auditorio. Pan y circo. Calumnias y cotilleos soeces y desagradables, con broncas y descalificaciones hasta entre los miembros del programa, para dar mayor emoción y efecto al espectáculo. Y mientras, el chorreo de los mensajes que se van recibiendo, acumulando más euros a los avispados organizadores de estos eventos. Como éramos pocos, parió hasta la burra. ¿Este es el periodismo que me enseñaron en la Escuela Oficial, que me costó el ingreso, cinco años de carrera y una tesis, para que me inscribieran en el registro y me dieran el título oficial?. Para llegar a esa pobre imagen de subcultura no hacían falta tantas alforjas. ¡Vaya tiempo perdido, si con el simple hecho de ser un cantante fracasado, una persona insatisfecha de su apariencia sexual o un alardeado drogata y pasado un tanto oscuro, era más que suficiente para ejercer la carrera con todas las de la ley!. Que no se sientan aludidos los que no reúnan tales “méritos”. ¿Hasta cuando vamos a tener este circo extravagante y decadente?. Vamos retorciendo culturalmente y sin posible remedio, ni hallar las causas de esta vuelta atrás, a lo superado, a lo que ya creíamos extinguido de nuestra manera de vivir. A lo expuesto anteriormente, se unen esa auténtica plaga de telenovelas, exportadas mayoritariamente desde los países latinoamericanos, que nos bombardean sin remisión mañana, tarde y casi noche. ¡Es horrible poner cualquier cadena y no encontrarnos con esos programas llamados basura, de los que ya hemos hablado o novelones de cientos de capítulos, interminables!. Además, seguidos unos de otros, donde Gabriel, Carmen, Hortensia, Rosaura y tantas otras “lindezas de allende el Atlántico”, nos “deleitan” y “culturizan” con sus enfados, enredos, maldades, amoríos y demás zarandajas que ignoro y aún no me explico, cómo han podido calar en los espectadores de una nación que colonizó y evolucionó culturalmente a tantos países en todos los rincones del planeta. ¿Quién ha sido el feliz mortal que ha intentado retornar a las Cuevas de Altamira al pueblo español?. ¡Se merece una medalla, pero atada al cuello y con el calificativo de “cabestro”!. ¡Pobre España, hasta donde llegaste y donde vas a ir a parar, si Dios o una persona inteligente y con influencias no lo remedia!. A mí me han condenado a no ver la televisión en la mañana y en la sobremesa, porque no quiero perder la poca o mucha cultura que la vida y los estudios me han proporcionado. Prefiero le lectura, el ordenador y una buena música que me deleite y relaje de tanto oprobio y tanta frustración. ¡Vuelve, Franco, te perdonamos!.

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