domingo, julio 02, 2006

Los inmigrantes son una bendicion

lunes 3 de julio de 2006
Los inmigrantes son una bendición
Félix Arbolí

L A frase que sirve de título a este artículo no es mía. He de aclararlo, para que no me llamen loco o anormal. Ignoro a quien pertenece, ni me apetece lo más mínimo averiguar su identidad. Allá él y sus elucubraciones. No obstante, me gustaría saber en qué barrio vive y quienes les rodean en su cotidiano quehacer. Seguro que si lo hace en el mío y los tiene hasta en la sopa, disfrazados de fideos, no opinaría de igual forma. Claro que puede referirse a que esa “bendición” sea porque al pasar en vida el Purgatorio, nos libramos tras la muerte del Infierno. Los emigrantes, salvo honradísimas y no muy numerosas excepciones, son una lacra y una epidemia que nos ha caído desde todos los ángulos, en escaso tiempo y sin darnos tiempo a prepararnos y adaptarnos a esa afluencia masiva y descontrolada de seres de los más diversos países, costumbres, creencias y formas de vivir que, (contra toda lógica), no quieren abandonar al pasar nuestras fronteras, sino que seamos nosotros los que nos adaptemos a sus extrañas maneras y extravagancias de enfocar el día a día y cumplir sus diferentes ritos religiosos. Ellos vienen con ínfulas de conquistadores, imponiendo sus métodos totalmente inadecuados a nuestra cultura y casi obligándonos a que nos hagamos cargo de todos sus problemas y el posterior traslado, lo más rápidamente posible, del resto de la familia, incluidos cuñados y primos. A más de uno le he oído decir: “Ahora son ustedes los que tienen que cargar con el “debe” y nosotros con el “haber”.Venimos a recuperar el oro que se llevaron”. Y a mi que me registren, pero no conservo un solo ochavo de aquellos tiempos, ni tengo nada que me relacione con la conquista y mucho menos con la explotación de aquellos nuevos e incivilizados mundos. Es como si intentáramos los españoles que la Italia actual nos restituyera todo el producto de nuestras minas y riquezas que se llevaron los romanos cuando formábamos parte de su imperio, como “Hispania”, una de sus provincias. Viendo las cosas bajo esa perspectiva, (aunque duele tener que hablar así), fue mejor la colonización inglesa sobre el Norte, porque eliminaron a los indígenas y los encerraron en reservas y se evitaron posteriores reclamaciones y masivas e incontroladas invasiones sobre su suelo europeo siglos más tarde, como nos está pasando a nosotros. Una cosa es que acojamos a la persona que desea una vida mejor y más digna, con cierto criterio de selección, dispuesta a trabajar honradamente y otra que tengamos que soportar a tanto vago, maleante y gángster que se les apetezca cruzar nuestras fronteras, abusando de la excesiva clemencia de tanta ONG, Cruz Roja y otras instituciones y estamentos que los atienden y acogen como si España fuera la piedra angular de sus desgracias y recompensas, la culpable de su calamitosa situación. ¿De verdad creen que esos emigrantes, a los que da miedo encontrarse de frente y a los que, pobrecitos, la naturaleza le ha negado su semejanza al hombre normal, benefician en algo a España?. ¿Esos son los que van a constituir la nueva España?. Pues, francamente, prefiero un país de escasa y europeizada población, a un batiburrillo de seres, que parecen los desechos de sus países de origen. Me recuerda esto cuando Fidel Castro abrió las cárceles cubanas, prostíbulos y demás lugares marginados y se libró de esa lacra dándole sus “bendiciones comunistas” para que abandonaran la isla y fueran a engrosar la ciudadanía americana. Hay una película “El precio del poder”, de Al Pacino, en la que hace un magnífico papel, como todos los suyos, donde el emigrante cubano resulta un personaje de cuidado y se erige en poco tiempo, a base de crímenes, luchas y violencias, en un destacado capo de la Mafia y el crimen. ¿Por qué no seleccionamos con todas las de la ley y extremados cuidados a todo aquel que penetra en nuestras fronteras dispuesto a quedarse y así evitaríamos que la chusma internacional nos consideraran “hermanitas de la Caridad” y perritos falderos e indefensos. Me horroriza pensar que esos elementos que no los quieren ni sus propios países (no aceptan que se les devuelva), sean los futuros españoles para desgracia de nuestra civilización, cultura, manera de vivir, de creer, de pensar y de ser. Y encima se oyen voces, de los que viven en barrios alejados a su influencia y encuentros, que piden se les conceda toda clase de privilegios y derechos en idéntica proporción a los nacidos en la “piel de toro”, incluso en poder votar. No me extraña que pronto tengamos a un alcalde, presidente de autonomía o cualquier otro cargo practicando el vudú, la santería y otras lindezas por el estilo, que nos lleve de regreso al inicio de la civilización, aunque ya no tengamos árboles donde subirnos. No he sido jamás racista, ni me mueve este artículo el color de la piel que tenga cada individuo. En todas las razas existen individuos positivos y negativos. No es un privilegio de ninguna determinada. Lo que si me molesta en grado sumo y ello es la causa de este artículo que puede parecer intransigente, pero es sincero, es que aceptemos todo cuanto nos echen o se nos venga de todos esos “paraísos regidos por déspotas”, sin que digamos el “!Basta ya!” y pongamos coto a ese desmán nuestro de cada día. Enseguida venimos con reuniones, foros, debates y demás zarandajas defendiendo lo indefendible, porque ninguno de los que participan en ellos sufren el problema de cerca y cotidianamente y los que representan a esa “marabunta foránea”, lógicamente, se muestran de acuerdo con las tesis que les son favorables. ¡De tontos no tienen un pelo!. ¿Y nuestro gobierno que hace?. Nada, son futuros votos para mantenerse en el poder, que es lo único que le importa. Les dan casa, aunque queden a la espera nuestros hijos y conciudadanos, les facilitan médicos y hospitales que han sido construidos y mantenidos con nuestros impuestos, desde antes de que ellos llegaran, ocupando camas y alargando esperas a los naturales que se los han currado y hasta colegios, donde les permiten continuar con sus “velitos” y tradiciones religiosas, llevando a cabo la contratación de profesores de su religión, e incluso la construcción de mezquitas, que ya proliferan en Madrid y la supresión de nuestros símbolos religiosos, de los naturales y mayoría, para no herir su susceptibilidad. Hasta han pedido a Zapatero el derecho a la poligamia. Y se los concederá, porque aquí lo único importante para este desgobierno que nos rige es evitar todo vestigio católico, eliminar cualquier imagen religiosa y poner trabas a la asignatura de religión católica, los demás pueden estar tranquilo. Es como si los españoles que viven en un país islámico, exigieran al gobierno que les acoge, todos los derechos de los naturales y encima, pidieran y consiguieran que ocultaran mezquitas, levantaran templos cristianos, hicieran callar al Almuecín llamando a la oración y hasta la ocultación de su sagrada Kaaba, para no herir nuestros sentimientos religiosos. ¡Ah y que en los colegios no se enseñara el Corán, pero sí los Evangelios!. Lo menos que podría pasarnos es que nos pusieran fuertemente vigilados más allá de sus fronteras. Lo normal una “grata y confortable” prisión o quizás hasta la muerte “más dulce”, a la que puede aspirar un ser humano. España es diferente y ellos lo saben y nuestras dignísimas autoridades así lo demuestran. ¡Hasta quisieron que la Catedral de Córdoba, se pudiera utilizar asimismo como mezquita!. Ya lo he dicho en varias ocasiones, el moro, a la hora de pedir, no hay quien lo pare. Y el condescendiente Rodríguez Zapatero, el de la eterna sonrisa y la intolerancia religiosa, sólo para los católicos, creyéndose un “salva patrias”, porque se pliega gustoso a todas estas exigencias. ¿Qué le ha pasado de poco tiempo a esta parte al PSOE para su “cruzada” contra nuestra religión en todos los ámbitos y esferas de su mando?. Me da que pensar que los del “mandil” y su “filosofía altruista”, está detrás de todo esto. En España, actualmente, hasta dos guardias civiles solicitan una y otra vez, subiendo escalones hasta donde se les permita protestar, para que desaparezca de su hornacina, en el despacho de su Comandante, la imagen de la Virgen del Pilar, Patrona de España y del Cuerpo, (a lo mejor resulta que son emigrantes y por ello no se sienten identificados con nuestra Pilarica) y se intenta alentar y eliminar de una vez por todas cualquier ostentación pública religiosa. El gobierno está dando ejemplos y alicientes para ello. Pero solo a las que se refieren a la creencia católica. No digo iglesia, que también la sufre, sino doctrina que es la mayoritaria del país, aunque esto le pese y no le detenga a los que quieren desterrar a Dios de nuestras conciencias. ¿A quién podemos acudir los que nos sentimos ultrajados de esta manera, teniendo que convivir con muchos de los indeseables que han largado de sus propios países, para eliminar un peso y encima recibir unos millones de euros que salen de nuestras arcas?. El gobierno, con esa sabiduría y estrategia de las que hace continua gala, les ha ofrecido ayuda en barcos y vigilancias y hasta en euros cantantes y sonantes, a cambio de que paren ese éxodo hacia nuestras costas y como respuesta, ¡toma ciribicundia!, les dicen que ganan más dinero con los giros y trasferencias de esos emigrantes, que el que le pudiera ofrecer España, por no dejarles salir. Así que nos toca soportarlos, aumentados día a día, en cantidades alarmantes. ¡Tan impotente se ve nuestro gobierno para atajar este problema y con tanta facilidad para endilgarnos otros!. Encima nosotros pagando su manutención, barracones y centros de acogidas y cubriendo sus necesidades, a costa de nuestro trabajo y esfuerzos. ¡Ya está bien de tanto quijotismo!. Conforme se divisan, antes de que lleguen a nuestras costas, darle la vuelta a la patera o al cayuco y enfilarlos, estrechamente vigilados a sus lugares de procedencia. Nada de tenerlos días y meses y hasta camuflados y para siempre, porque esa es la peor propaganda que podremos hacerle para atajar de una vez y para siempre este problema. Duro es tener que hablar así, pero vivo rodeados de marroquíes, subsaharianos, colombianos, ecuatorianos, dominicanos y demás y esto parece una Babel, pero no por la diversidad de lenguas, sino por el continuo y mortificante suplicio de tener que soportar su música salsera y machacona a todo volumen, sus reuniones cada dos por tres, con broncas, botellones y gritos en su manera de hablar y encima ese aire de indiferencia e incluso rencor, con el que te miran, como si fueras tu el extraño que ha llegado para perturbarle y amargarle la existencia. En mi piso de veinte viviendas, solo seis o a la sumo siete, son naturales de nuestro país, el resto llegado de allende las fronteras. Claro que aunque los alquileres no estén al alcance de cualquier bolsillo, para ellos no es problema, pues ocupan cada vivienda un promedio de quince a veinte individuos y entre todos es asequible el alquiler. Toda la culpa la tiene el dueño, por permitirlo. En más de una ocasión ha venido el juzgado y los guardias a preguntar por alguno, para el desahucio por falta de pago o cualquier otra causa. Y me han molestado solicitando datos sobre el individuo en cuestión. ¡Cómo si yo supiera a donde van, de qué viven y qué hacen estos “angelitos” llegados por aire y por mar!. Más de una vez me han caído un cuadro o han movido con exceso la lámpara del techo ante las enormes vibraciones de su música vocinglera e insoportable para el oído normal. De nada vale protestar educadamente. Es que ni te abren la puerta al saber quien eres y para qué llamas. Siguen con su música, sus risotadas, sus gritos e incomodidades, porque aún no han asimilado que su entorno habitual ha cambiado por completo y están en un país civilizado que, da la casualidad, que no es el suyo, sino el que se ha visto obligado acogerles, soportarles y cuidarles en todos los aspectos. Yo solo pido que los que altruistas y caritativos no estén de acuerdo con mis sentimientos y expresiones, tengan la paciencia y valentía de pasar “sólo quince días” rodeados de esta caterva y luego podrán comprobar si no han cambiado de opinión.

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