jueves 6 de julio de 2006
LA INCOMPRENSIÓN DEL QUE NO QUIERE RAZONAR
Félix Arbolí
N O esperaba yo esta reacción a mi anterior artículo “Suenan tambores de guerra”. Lo que más me ha sorprendido y dolido es que me tachen de antipatriota, blando, poco dispuesto a defender a España y desafortunadísimo en mi manera de enfocar un problema de tan graves proporciones. Esas calificaciones, perdonen mi contundencia, no las consiento ni a mi bendito padre que bajara del otro mundo. ¿Quiénes se creen que son esos profetas y agoreros que piensan que son los únicos que tienen la patente de la verdad absoluta y en exclusiva?. Se creen con derecho a descalificaciones, etiquetas y ofensivas insinuaciones y ser los únicos que sienten el amor sin fisuras a España. ¿Esa es su manera de defenderla?. ¿Enfrentando a sus hijos y hermanos que no piensen de igual manera?. Me parece humano y político, cabal, que no todos tengamos que sentir preferencia por el mismo color y opinar de la misma manera. Asimismo, la defensa valiente y decidida, sin tregua, pero sin metralletas ocultas, de los que no sientan a España encuadrada en los cánones y criterios de la civilización cristiana y occidental, en contra de los que desean verla sin creencias y desmembrada. Pero las defensas de sus respectivos argumentos o fundamentos de su teoría deben hacerse en foros, debates, hemiciclos disponibles para ello, mítines callejeros y actos organizados, con una prensa seria y consecuente y la mente libre de ataduras y prejuicios. No dando pábulo a mentes retorcidas que solo ven el garrotazo y tente tieso para sostener su doctrina política contra todo aquel que no esté de acuerdo. Considerándose con el exclusivo privilegio de que ellos hablan “ex cátedra”, como el Pontífices de la Iglesia Católica. Para mi son tan indeseables por su errónea y exigente manera, (tipo matón de película de gángster americana), de imponer sus ideas, que serán muy respetables, por cierto, aunque no la manera de defenderlas, que los que acuden al pasado buscando la revancha de una guerra que perdieron, defendiendo una República que ellos, con la misma intolerancia y mentes retorcidas de los que ahora están buscando nuevas trincheras, se cargaron ante un pueblo harto de soportar tiros en la nuca, paseos sin retornos, represiones y quemas de iglesias y religiosos por un odio exacerbado a todo lo que representaba Dios, Patria y Ley. Más de un millón de muertos nos costó esa enorme barbaridad de la guerra fratricida. ¿Quieren que vuelva a repetirse esa hecatombe?. Yo no. ¿Es que defender lo expuesto me supone la etiqueta de “hereje”, “desafortunadísimo articulista” y otras lindezas por el estilo?. Incluso con apellidos de prestigio en la vida militar, que en nada tengo que envidiar al que yo llevo, pues tengo muy valiosas, queridas y destacadas aportaciones familiares en sangre, coraje y valor a la Causa de España, llevando uniformes militares y camisas azules, cuando dieron su sangre y su vida por la Patria amenazada. No vayamos a creernos tener “patentes de corsos” sobre el resto de los mortales, ni erigirnos en exigentes tribunales para sopesar el pensamiento de los demás como únicos poseedores de la razón y la verdad. ¿Es lícito obrar de esa manera a los que presumen de cristianos, van a misa, dicen cumplir los mandatos de la Ley de Dios y recitan diariamente el Padre nuestro?. ¿Se han detenido alguna vez a examinar el contenido de esta oración?. ¿De qué ha servido la muerte de Cristo y su Pasión, si sus enseñanzas de amor al prójimo y perdón a sus enemigos, no la seguimos a rajatabla ?. No digo que amemos las barrabasadas políticas y gubernamentales a que estamos siendo sometidos. Ni que podamos sentirnos cómodos con ese terco nieto que nos echa el cadáver de su abuelo cada vez que abre la boca, como si fuera el único perjudicado en esa pasada guerra. Que arremete contra nuestra Iglesia y favorece a las foráneas y enemigas de la Cruz. Que elimina los símbolos religiosos, creencia de la mayoría y está desmembrando a España a marchas agigantadas y que autorice que dos hombres y mujeres se puedan convertir en marido y mujer. Es lógico pensar que un proceder así nos tenga soliviantados y con unos enormes deseos de que el causante de tanto daño no siga rigiendo los destinos de España. Pero ello no da pie, ni ofrece fundamentos, ni menos justificación, que para evitar ese desafuero zapaterista nos ensalcemos a tiros llenos de odios y venganzas como en el 36, contra todos los que equivocados o no, no se sientan identificados con nuestra postura. A muchos de éstos y en su propio partido político a significados personajes, (a algunos les ha costado el cargo y a otros el pasar a la “zona oscura”), tampoco les gusta los desarreglos de este político que, sin saberlo ni esperarlo, se encontró al frente del gobierno. Pero, ¿son ellos también presas idóneas a nuestro delirio de revanchismo y rencor, porque no son militantes ni votan al PP?. No creo que sea una solución adecuada apilar cadáveres de hombres, mujeres y niños en una lucha que, por el odio reconcentrado y los afanes que ponemos en avivar las cenizas del sadismo y la venganza, sería una auténtica y lamentable carnicería humana. Y eso, digan lo que digan, no lo quisiera para mis nietos. Allá los que estas consideraciones no le signifiquen valor alguno y prefiera el sacrificio de los suyos para volver a empezar una lucha que, sin los desmanes y despropósitos de los que no supieron gobernar con cordura y mano firme cuando tuvieron el poder a su favor, los que toleraron los abusos, las tropelías y el encono de las masas, la incitación a la venganza y el uso de la violencia contra el adversario político, dieron motivos a los otros para lanzarse a una dura guerra que nunca debió haberse producido, pues se trataban de españoles, hermanos contra hermanos. Esto es lo que yo temo vuelva a producirse, y creo que no es motivo para que se rasguen las vestiduras y me pongan a parir. Soy pacifista, que no “manso”. Ese calificativo en el contexto que se produjo, deja mucho que desear y aclara la calaña del “berrendo” que la pronunció. Los mansos fueron alabados y bendecidos por Cristo, ( ¿acaso tampoco es válido el mensaje de Cristo para frenar vuestra intolerancia?), a los “bravos” se les lidia en los cosos taurinos. Esa es la diferencia de esa incógnita “Focas”, respecto a nuestra diferente manera de enfocar la cuestión. El insulto y la descalificación, no es medicina aconsejable para curar los males de este mundo y este momento. Y me obligan a caer en ese mismo error, ya que soy humano y no me considero aspirante a ocupar, cuando desaparezca de este loco mundo, un lugar en los altares. Hay formulas de expresar un desacuerdo sin llegar a tales extremos, en los que no tengo más remedio que saltar, aunque no me produzca satisfacción ponerme a la altura del que insulta y no sabe guardar la debida compostura política y social. Me desagrada horrores que los que no saben usar la debida corrección sean los que pretenden presumir de derecha. Una derecha que considero intransigente y desfasada y no sentida y emocional. Debería ser , sobre todo, tolerante y bien asimilada en sus niveles culturales y buenas maneras. No vayamos a criticar al adversario y demos una mala lección y un inoportuno ejemplo de no saber dialogar, criticar y exponer nuestras opiniones sin recurrir al insulto, la calumnia, la ofensa personal y la descalificación en todos los aspectos. Hasta el Papa ha pedido perdón por los errores de la Iglesia. Por lo visto mis intolerantes lectores son los únicos que poseen “bula” para manchar, envilecer, ofender y machacar a un español que sólo espera el milagro de que España vuelva a convertirse en una nación unida, pacífica, tolerante y digna en su manera de obrar, expresarse y rebatir al contrario. ¿ Es tan difícil esto que pido mis queridos lectores?. Me da tristeza que aún existan seres capaces de matar a un semejante por no considerarlo afín a su idea. Yo prefiero combatirlo con la dialéctica, el raciocinio y el descubrimiento de su error públicamente, para que todos puedan calibrar y comprobar su perversidad.
miércoles, julio 05, 2006
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