jueves 11 de marzo de 2010
11-M
Juan Urrutia
C UANDO nos viene a la memoria el fatídico 11 de marzo de 2004, no podemos evitar el recuerdo de la atrocidad que segó ciento noventa y un vidas. Incrédulos escuchamos en diversos noticiarios cómo la cifra de fallecidos aumentaba y las imágenes, devastadoras, mostraban la aniquilación de nuestros conciudadanos, vecinos, amigos o familiares.
Hoy día esta fecha, en la que el mundo entero se conmocionó ante los atentados de Atocha, se ha convertido en la elegida por el Parlamento Europeo para recordar a todas las víctimas del terrorismo en Europa. Por eso, estando tan cerca del nefasto aniversario, quiero aprovechar estas líneas para rendir homenaje a este colectivo, el más digno de admiración y encomio de España y también a nivel europeo.
A menudo se confunde a las personas desgraciadas con héroes. No tiene ningún valor haber sufrido un trance espantoso; la muerte, la mutilación y la pérdida de los seres más queridos no son los méritos de las víctimas del terrorismo. Lo realmente impresionante, admirable y por lo que tendrán mi eterno respeto, es el después. Ante las balas, luchan con la palabra, ante la mezquindad y la calumnia, con dignidad y argumentos. Frente al riesgo de morir asesinados, perseveran para alimentar la libertad, la democracia que sin ellos, sin su lucha, perdería la esencia que la convierte en tal. Apenas les prestamos atención porque no son ruidosos, radicales en sus declaraciones, ni faltan jamás al respeto, ni siquiera ante la más grave provocación. Sin embargo, todos les debemos mucho. En el ámbito nacional son miles los anónimos que merecen la pública gratitud de este país. Concejales, periodistas y jueces que, cada uno en su terreno, y arriesgando la vida, trabajan todos los días por mantener el pluralismo. Tienen en contra a los terroristas etarras y al nacionalismo totalitario. Policías, militares, guardias civiles y escoltas, que con su trabajo avanzan paso a paso hacia la exterminación del terrorismo, motivo éste que no pocas veces ha causado su asesinato. Conscientes de ello, siguen adelante. Empresarios, aquellos que se niegan a ceder ante la extorsión terrorista, poniéndose en su punto de mira por no proporcionarles medios para matar. Por último están todos los que han sufrido en su vida o en su propio cuerpo el zarpazo asesino del terrorismo, aquellos que, sabiendo a lo que se exponían, no dieron su brazo a torcer por defender la libertad de pensamiento. Padecida la peor de las tragedias, mantuvieron sus convicciones plenamente conscientes de las posibles represalias de los asesinos. Todos ellos se merecen, sin duda, que les digamos por su valentía y titánico esfuerzo: GRACIAS. Son un ejemplo de humanidad, respeto, dignidad y valores democráticos. Pertenecen a una extraña especie en extinción, la misma a la que han pertenecido los más grandes hombres y mujeres de nuestra historia: la de los nobles de corazón. Lo más sencillo ante una agresión es responder con otra, sin embargo jamás han alzado el puño contra quienes destrozaron sus vidas, siempre han utilizado, y utilizan, la pluma contra la espada.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=5604
jueves, marzo 11, 2010
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