lunes 22 de marzo de 2010
MIRARSE EL OMBLIGO
Fue concretamente un póster de Britney Spears lo que me hizo pensar en algo que nunca me había tomado en serio. A partir de ese póster, comencé a notar que –sobre todo entre las mujeres jóvenes, pues los hombres no disponen de la elegancia suficiente para hacer algo así– había una obsesión compulsiva por mostrar el propio ombligo.
Muchas lenguas del mundo comparten la misma expresión cuando se trata de definir a una persona concentrada sólo en sí misma: «¡Se está mirando el ombligo!».
¿Por qué? Britney Spears me llevó a hacer algunos descubrimientos interesantes. Primero busqué en una enciclopedia, en la que el ombligo aparece descrito de forma muy limitada: cicatriz resultante de la caída fisiológica (natural) del cordón umbilical. Generalmente, el formato que presenta en los seres humanos es redondo y profundo.
Menos mal que no me limité a eso, pues poco a poco fui descubriendo que dicha `cicatriz redonda y profunda´ es objeto de algunas referencias históricas serias: las culturas antiguas usaban esa misma palabra para referirse a los lugares que se consideraban sagrados. En el templo de Grecia donde se profetizaba el futuro –el oráculo de Delfos, dedicado al dios Apolo– había una piedra de mármol a la que llamaban justamente `el ombligo´. Relatos de la época cuentan que allí se encontraba el centro del planeta.
En Petra (Jordania) existe otro `ombligo cónico´ que simboliza no sólo el centro del planeta, sino el de todo el universo. Tanto el de Delfos como el de Petra pretenden señalar el eje por donde transita la energía del mundo, mostrando de manera visible algo que apenas se manifiesta en el plano que podemos llamar `invisible´.
A Jerusalén también se lo denomina el `ombligo del mundo´, y ocurre lo mismo con la isla de Pascua, en el océano Pacífico. Lo más curioso es que estas civilizaciones, teóricamente, jamás se comunicaron entre sí.
La primera explicación, la más lógica, enseguida se desmonta: se nos alimenta a través del cordón umbilical y, por tanto, éste es el centro de la vida. Un psicólogo me respondió de inmediato afirmando que esta teoría no tenía ningún sentido: la idea central del hombre es siempre la de `cortar´ el cordón, a partir de lo cual el cerebro o el corazón se convierten en los símbolos más importantes.
En la mitología de la India, uno de los símbolos de renacimiento es el ombligo. En el ombligo de Vishnú, divinidad india responsable de la creación y la destrucción sistemáticas del universo, se sienta el dios que va a gobernarlo todo durante determinado ciclo. Los yoguis lo consideran uno de los chakras, puntos sagrados del cuerpo humano. Las tribus más primitivas solían levantar monumentos en el lugar donde suponían que se encontraba el ombligo de la Tierra.
En los textos que han recopilado los antropólogos sobre las creencias de las tribus mexicanas podemos leer:
«Cuando el hechicero comienza a comprender su nuevo universo, entra en una especie de trance y `ve´ que todo lo que nos rodea es una gigantesca tela compuesta de filamentos luminosos. A veces, estos filamentos se muestran como un huevo de luz, y eso significa que se transforman en un ser humano. El punto de entrada de esta energía en el cuerpo de la persona corresponde al lugar donde está localizado el ombligo».
Por último, si alguna vez tiene usted la oportunidad de conversar con alguna artista especializada en la danza del vientre, ella le dirá que los movimientos más clásicos son los que tienen el ombligo como centro.
Gracias, Britney Spears, por hacerme pensar en algo que nunca me había pasado por la cabeza.
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lunes, marzo 22, 2010
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