Una España doliente e insostenible
Laura Martí (Elsemanaldigital.com)
CRISIS varias nos azotan. Financiera y económica desde hace unos años; social, política y nacional, desde hace lustros.
Y más crisis aledañas: de principios, de valores, de aspiraciones tan nobles como dignas, de valentía, de voluntad por aprender, de inteligencia, de familia, de conciencia. Crisis es el término y el concepto, la causa y la consecuencia. Mientras reconozcamos que nos sacuden las diversas crisis hijas de la misma desnaturalizada madre el mal será menor, incluso soportable, hasta superable con ahínco, firmeza, perseverando. Pero… los ahorros, quien los tenga, que los ponga a buen recaudo.
Crisis que, opino, ha tenido mucho que ver con las actuales dificultades que sufre gran parte del mundo, a saber: excesivo afán de lucro, especulación jerarquizada, instituciones corruptas de puertas afuera y adentro, consumismo desenfrenado y auspiciado, egoísmo en su peor acepción, injustificada egolatría, ese materialismo que cosifica al hombre y un largo etcétera al alcance de la sensibilidad.
En el fondo, y para la mayoría de esta sociedad, el problema es uno multiplicado por su enésima potencia: el dinero. O mejor dicho: la falta de dinero.
Imaginemos a España como una familia. Una familia, cualquier familia, a lo largo de una vida, conoce alternativas económicas que oscilan de lo malo a lo bueno. Si esta familia se une para "salir adelante", para superar la adversidad, para enfrentarse a los contratiempos con decisión y unidad, antes o después, saldrá del atolladero y hasta la siguiente coyuntura. En caso contrario, si algunos abandonan el barco porque se hunde o cada cual tira por su lado o, en el fondo, el propósito es hundir la nave, el futuro es arqueológico: pasar a la historia.
Las familias que permanecen como tales, disponen de recursos y de esa fortaleza trascendente que las mantiene sobre las olas a pesar del temporal. Pero España no es una familia avenida; ni siquiera es una familia. Basta con ver las reivindicaciones de los representantes políticos de tantas —¿todas?— regiones españolas para darse cuenta. En España hay un exceso de vividores, de altos cargos, enormes sueldos, ingentes prebendas y no poca impunidad, afincados en la política; confiando para mantener el estatus que del exterior, cual maná caído del cielo, vendrá la ayuda y en breve, antes de 2012, los votantes y los contribuyentes —que no es uno y lo mismo— habremos olvidado pesares y penurias.
En estas circunstancias, pedir, exigir, rogar, un cambio de gobierno —vulgo cromos— entre el socialismo de siempre y el PP actual es, única y exclusivamente, para que los segundos rellenen las arcas de la Hacienda Pública pero sin modificar las leyes que han aprobado los primeros; cosa que ya ocurrió con José María Aznar.
Hay muchos sectores interesados en que la economía vaya bien porque su principal norte en esta vida y en este mundo es contar con dinero o su equivalente. La preocupación de una sociedad tan materializada como la nuestra es la satisfacción de sus necesidades, algunas creadas artificialmente, a través de este codiciado recurso. Pero no se habla de la imperiosa necesidad de un cambio de actitud moral e intelectual. Se da por bueno lo que venga si ello arrastra dinero. Se da por bueno convertirse en una isla si tal isla cuenta con medios suficientes para mantener sus raíces y extensiones.
España está en quiebra económica, pero saldrá de esta hasta la próxima. De la quiebra moral y humana, de la Nación y sus gentes: de España y los españoles, no se habla. Somos pocos los que día a día ponemos el dedo en la llaga, a sabiendas de que es una herida invisible. ¡Otra de fútbol! ¡Otra de optimismo antropológico! —al engaño, a la mentira y a la estafa se les llama así— Por la familia, por la vida del no nacido, por la memoria, la dignidad y la justicia a favor de las víctimas del terrorismo se clama esforzadamente en contra de la inercia progresista que es la inercia socialista. Pero ¿y por nuestra familia, por España? Qué asfixiante silencio recorre el páramo nacional.
¿Quiere decir eso que políticos y sociedad civil han dado por perdida la batalla? Exclaman: ¡Preocupémonos de arreglar la economía! Y omiten voluntariamente las demás cuestiones; también la gran cuestión nacional.
Volverá a circular el dinero en unos años o en unos meses, con la deuda disparada, con un sector público enorme, anquilosado y ruinoso; pero qué pasará con la España que conocemos...
En palabras de Miguel de Unamuno: "Ahora garabatea este poema (este artículo), estrújalo, siéntelo en el abrazo de los dedos encallecidos y cuando lo hayas apretado tan duro, y preso con tus puños, repite conmigo: ¡Me duele España!".
http://www.vistazoalaprensa.com/contraportada.asp
jueves, marzo 25, 2010
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