viernes, marzo 27, 2009

Miguel Martinez, Mossos: A por ellos, oeeee, a por ellos, oeeee…

viernes 27 de marzo de 2009


Miguel Martínez

L LEVAMOS una semanita caliente con el tema del desalojo de la Universidad de Barcelona, y al cuerpo de la policía autonómica catalana les están dando como para encerar todos los baños de la Preysler, pero bastante más cera de la que arde, más incluso de la que ardía años ha, cuando nos referíamos a otros tiempos o a otras porras y, especialmente, a otros manifestantes, que ni estaban organizados en grupos, ni coordinaban sus movimientos por Internet, ni variaban sus planes sobre la marcha empleando tecnologías al uso como el SMS; porque, como muchos de mis queridos reincidentes sabrán, hubo un tiempo en que la policía podía impedir cualquier concentración, de hecho las impedía, y en los que el imperio de la ley, por llamarlo de alguna manera, prevalecía en cualquier caso sobre los derechos fundamentales de los ciudadanos.

Puestos a echar la vista atrás y a contar batallitas, podría narrarles cómo dos energúmenos con chapa de policía abofetearon al adolescente que caminaba junto a quien les escribe, cuando requerido para que se identificase en una céntrica calle por haber cometido el tremendo error de pasear una sospechosísima funda de guitarra -con una guitarra dentro, por supuesto- y expresarse éste en catalán cuando le preguntaron dónde iba y qué llevaba allí dentro, le salió la broma tal que así.

- Una guitarra, què hi vol que porti? (Una guitarra. ¿Qué quiere que lleve?)
- ¡Plaf - plaf! -respuesta en lenguaje mímico- A mí me hablas en cristiano, melenudo maricón y trae el carné que te voy a empapelar.

Huelga decir que mi compañero se quedó con las dos tortas y este servidor de ustedes dando gracias a Dios por haber dejado ese día la guitarra en casa y agradeciendo al cielo que no se dirigiesen a él en ningún momento, porque con el susto de la situación no sabe quien les escribe si le hubiese salido castellano, catalán, latín o sánscrito. Y allí acabó la historia porque, en aquellos años, ir a la comisaría a pedir explicaciones sobre un bofetón era hacer oposiciones a otro más gordo. Y eso lo sabía hasta el tonto del pueblo.

Ahora resulta que se puede ocupar una Facultad durante varios meses, y cuando se decide –de una puta vez, y perdonen el taco, pero un servidor pagó la matrícula universitaria de su niña para que le dieran clase, y no para tenerla de la biblioteca del campus al bar de la facultad y viceversa, esperando a ver si cuatro niñatos que dicen ser estudiantes la dejan o no entrar en clase- desalojarlos, se lía la de Dios es Cristo por la violencia empleada en la disolución de la manifestación. Cómo es posible que a ningún mosso, en vez de emprenderla a porrazos con los congregados, se le ocurriera sencillamente decirles: “Buenas tardes, queridos conciudadanos, les ruego que abandonen su actitud hostil y regresen a sus casitas ordenadamente”, porque a buen seguro que empleando ese tono todos los manifestantes, especialmente los de la cara tapada, hubiesen colaborado y se hubiesen disuelto pacíficamente, empatizando con el mosso y reconociendo cuán complicada es su tarea.

Ahora que nadie piense que estoy defendiendo la violencia policial gratuita o que considere que en la disolución de una manifestación todo vale. Permítanme sólo que les apunte un par de consideraciones.

Cuando se disuelve una manifestación no suelen funcionar los ruegos a los manifestantes para que sean buenos chicos, y, para hacerlo, hay que utilizar las porras. Igual que los cámaras de las películas pornográficas, en su afán de obtener primeros planos, corren el riesgo de ser salpicados, un reportero que se quiera situar en el centro de la revuelta, justo al ladito de los que van con la cara tapada, corre el riesgo de recibir un golpe de rebote, máxime si no se identifica adecuadamente con algún distintivo lo suficientemente llamativo. Ser reportero entraña sus riesgos como los entraña ser policía, la diferencia está en que el policía no suele tener la opción de decidir dónde se coloca para realizar bien su trabajo.

Cuando un estudiante de los que sí entiende la etimología de esa palabra ve que a su lado se coloca un grupito, con la cara tapada, equipados con sprays de gas mostaza y pertrechado de pancartas acolchadas y de banderas sujetas con palos de dos metros y medio de largo, se queda allí a su lado ejerciendo su derecho, hay para darle dos medallas. Una por tonto, y otra por si la pierde.

Cuando uno es un padre de un niño de 10 años y ve que se está disolviendo una manifestación, lo inteligente –y lo responsable- es quitar a su hijo de en medio de inmediato, y no porque deba temer que un policía le vaya a arrear al niño con la porra, que no me creo yo ni harto de pentotal sódico que un policía sea capaz en este país de hacer esto, sino porque una pelota de goma rebotada puede andar dando tumbos decenas de metros, o porque las carreras de la masa desbocada son capaces de llevarse por delante al niño, a la madre y a la abuela con silla de ruedas si se tercia, porque en toda manifestación existen unos personajes que aparecen irremediablemente, ya sea ésta de estudiantes, ya sea de trabajadores de la SEAT , ya sean del CUSCUS (colectivo de usuarios de condones usados –el reciclaje llevado a su máxima expresión), que se dedican a la inocente tarea de liarla, ora improvisando lanzacohetes con tuberías –imaginen la precisión del artilugio- para lanzarlos contra los policías, ora incendiando y atravesando contenedores y un sinfín de circunstancias que llevan a la irremediable conclusión de que si al estudiante de antes le concedíamos dos medallas, el padre que no quita a un niño de inmediato ante tal mogollón se merece, por lo menos, siete u ocho.

Dando por sentado que sí pueden existir, de forma esporádica, actitudes puntuales en las que algún policía quizás no se haya ahorrado algún gomazo, hecho que sí debiera aclararse, explicarse y, en su caso, corregirse, sacar de contexto imágenes, obviando la agresión previa a la respuesta policial, huele raro; por ese motivo, y ante todo el revuelo originado, a un servidor se le plantean una serie de dudas.

¿Cómo es posible que apareciendo en la prensa la detención de varios altos mandos de otro cuerpo policial acusados de delitos graves en relación con redes de prostitución y falsificación ese mismo día, esta noticia quede relegada a discretos recuadros en páginas interiores mientras que la imagen del mosso con la porra aparece en portada, en la página uno, en la dos, en la tres, en la cuatro… Que un servidor ya esperaba encontrarse un desplegable central con los mossos dando estopa.

¿No tienen mis queridos reincidentes la sensación de que alguien, con sabe Dios qué intenciones, muestra gran interés en erosionar -cuando no directamente desprestigiar- al cuerpo autonómico catalán? Sí es así –que no les quepa duda que lo es- resulta poco inteligente, porque cuando se quiere desprestigiar a la policía en democracia lo que se está desprestigiando es el propio sistema democrático.

Decimos en mi tierra que qui no vulgui pols que no vagi a l’era, o, lo que es lo mismo, que quien no quiera polvo, que no vaya a la era. Y que nadie interprete que siquiera insinúo que aquel que desee ejercer su derecho constitucional a manifestarse PACÍFICAMENTE deba dejar de hacerlo, de hecho un servidor ha ejercido su derecho a manifestarse pacíficamente cada vez que lo ha creído oportuno, y puedo asegurarles que jamás ha recibido no ya un porrazo, sino ni un mero empujón. Eso sí, ha sabido alejarse de aquellos que no acudían a la manifestación persiguiendo los mismos fines que el resto.

Cuando la policía reprime a los que no cumplen con sus obligaciones está protegiendo los derechos de los que sí lo hacemos. Quizás el problema consista en que en esta ocasión, como en otras muchas, quienes tenían como obligación la dirección del mantenimiento de la normalidad –y no me refiero a la policía- se hallaban en los mundos de Yupi oliendo florecillas silvestres, y a los niños malos se les dejó ser tan malos, y durante tanto tiempo, que finalmente se lo creyeron.

Ahora corramos todos a ponerles el micrófono delante a los niños malos para que rajen de la poli, que eso sí que vende.

http://www.miguelmartinezp.blogspot.com/

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