viernes 6 de marzo de 2009
Retorno hacia el abismo
Ismael Medina
¿MERECE la pena entrar en el análisis de los resultados electorales de Galicia y Vascongadas o en la hipótesis de sus consecuencias que llenan las páginas de los periódicos impresos y las tertulias de radio y televisión? Se cruzan tantos intereses partitocráticos y ambiciones personales que serán no pocos los enredos y las variables a corto y medio plazo. Lo que a la vuelta de unos días se dé por seguro puede mudar a no tardar mucho. Si acaso unas mínimas anotaciones para enmarcar los verdaderos problemas de fondo que atañen a la generalidad de los españoles.
El examen numérico de los resultados electorales nos sitúa ante la evidencia de unos comportamientos colectivos que se repiten desde muy antiguo, no sólo en España: las elecciones las decide un porcentaje de los votantes que suele oscilar entre el 5 y el 12%. Lo que algunos dieron en denominar el voto del descontento. Existe una cosificación del voto que se ha demostrado impermeable a la degradación de sus respectivos partidos y de sus dirigentes. Vale para ellos el grito de adhesión inquebrantable de los seguidores del Betis, club de fútbol: “¡Viva er Beti m´anque pierda!”. O dicho a la manera de un socialista profesionalmente bien situado al que en plenos escándalos de corrupción del gobierno González le pregunté si seguiría votando al PSOE. Su esperpéntica respuesta me dejó boquiabierto: “Ya era hora de que también robaran los nuestros”. Una mentalidad de obcecado seguidismo que se perpetúa y agranda.
LA ESTRATEGIA ILUMINISTA NOS CONVERTE EN POCILGA
LA estrategia del desfondamiento moral de la sociedad que imprime el iluminismo a todos sus secuaces, unido a la rigidez del totalitarismo partitocrático, favorece la endemia de la corrupción y las diversas varas de medir de una Justicia igualmente penetrada por el partidismo y la masonería, amén de una policía al frente de la que Rubalcaba ha situado a fieles peones de confianza en toda la red.
Un informe sobre la masonería francesa ilustraba sobre la falsedad de las diferencias o colisiones entre las diversas ramas masónicas. No son infrecuentes las ocultas reuniones por sectores institucionales de miembros de unas y otras para acordar acciones comunes y repartirse los papeles. España no escapa a este tipo de subrepticios manejos, los cuales afloran a superficie cuando se analizan atentamente los comportamientos de concretos jueces, mandos policiales, políticos o dirigentes mediáticos.
España es hoy más que una pocilga cuya existencia ha sido aviesamente perseguida desde el poder. Es un volcán cuyos temblores hacen temer una erupción de consecuencias impredecibles. La nueva y averiada irrupción judicial en la contienda política del juez Garzón es pasto prioritario en los medios. También las elucubraciones sobre lo que hará o dejará de hacer en Vascongadas el compañero Francisco López, más conocido como Paxti, para saciar su insaciable apetito de poder y el de su jefe, el Gran Timonel que le llama Herman Tertscht. O el quinquícrata mayor del Reino para mí.
CUANDO LA ARBITRARIEDAD EXCITA LA ANARQUÍA
PERO emerge en segundo plano una realidad agreste y amenazadora que guarda relación estrecha con el desmoronamiento moral de las instituciones y de la sociedad. Día tras día nos desayunamos con noticias de asesinatos, sangrientos ajustes de cuentas entre bandas mafiosas, atracos y, en suma, una creciente delincuencia. O la existencia de esas pandillas violentas que, azuzadas desde el poder, emergen de la izquierda radical cada vez que se registran manifestaciones o pronunciamientos personales en defensa de la unidad de España, de nuestra verdadera historia o de aquellos valores que, como la defensa de la vida o principios católicos ante los que el Partido Popular parece acobardado, cuando no cómplice.
No es sólo la descomposición moral del gobierno, de las instituciones, de los partidos y de los diecisiete Estados en que se ha disgregado el llamado Estado Central lo que favorece y excita la anarquía latente que nos corroe y la propensión de muchos, cada día más, a tomarse la justicia por su mano. Subyace un sentimiento arraigado de impunidad generado por el Código Penal que parió el entonces ministro de Justicia, el socialista Belloch, y llamaron enfáticamente de la democracia. Alguien advirtió que del mismo resultaba beneficiado el delincuente y desprotegida la gente honrada. ¿Buenísimo roussoniano como algunos sostuvieron, o instrumento encaminado también a que la sociedad se sintiera presa del miedo y desprotegida? Existen muchos jueces no contaminados por la politización que aplican correctamente la ley. Pero sin margen de interpretación al imponerse la rigidez del positivismo. Y si interpretan correctamente son expedientados e incluso apartados de la carrera judicial, como sucedió, por ejemplo a a Gómez de Liaño y a Ferrín.
El origen del mal radica en quienes hacen las leyes e imponen su aprobación mediante la disciplina totalitaria de la mayoría parlamentaria, tantas veces contaminada aún más por los apaños concesivos con las minorías secesionista y radicales. Se cierra así la tenaza de un nuevo absolutismo al concentrarse de hecho en el gobierno los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Un ciclo que completa la dependencia del mismo de lo mas sustantivo del poder mediático.
Ocurre al propio tiempo que si las arbitrariedades son el signo distintivo del presidente del gobierno y de sus mesnadas, se disparan los comportamientos anárquicos en la sociedad y se acrece la ley del más fuerte sobre los amedrentados. Y que éstos, al verse desprotegidos, no encuentren para su defensa otra vía que una legítima reacción visceral. Es el caso axiomático de Emilio Gutiérrez al emprenderla a mazazos con la taberna de los filoterroristas, la cual debería estar cerrada por ley, pero seguía abierta por la lenidad de Rodríguez y de un gobierno secesionista al que el terrorismo etarra hace su juego y el socialismo de Francisco López, más próximo a los objetivos del PNV que a las exigencias de una racional política de Estado. Pero sería necio esperar una política de Estado en Vascongadas del que es tan sólo brazo disgregador de un presidente de gobierno para quien el concepto de Nación es discutido y discutible.
INQUIETANTE ACTUALIDAD DE LO ESCRITO POR EL CARDENAL GOMÁ
POCO antes de escribir esta crónica, conocidos ya los resultados de las elecciones taifales en Vascongadas, había leído en “Altar Mayor” (num. 125, febrero de 2009) un sugestivo artículo de José María García de Tuñón Aza, titulado “El cardenal Gomá, un catalán que amó a España”. Un agudo análisis, distanciado y objetivo, de la personalidad y ejecutoria de quien fuera Cardenal Primado de España y sobre el que la progresía retrohistórica ha volcado paletadas denigratorias. De los textos expurgados con tino por García Muñón para componer su estudio sobre el cardenal Gomá en el escenario real de la II República hay una serie de ellos que parecen un calco de lo que sucede en la actualidad. No en vano el vitriólico revisionismo rodriguezco nos retrotrae a los ejes básicos del laicismo militante en aquella nefanda época.
Y como la rabiosa actualidad la ocupan las posiciones del PNV y del PSOE respecto de futuras alianzas para dirimir quien ocupa el sillón de la presidencia de la taifa, recurro a extrapolar algunos textos del cardenal Gomá seleccionados por García Muñón. Escribía el cardenal en un informe a la Santa Sede, motivado por el comportamiento del obispo de Vitoria, don Mateo Múgica: “Más grave (que el de Cataluña) es el problema de las provincias de Vizcaya y Guipúzcoa, Diócesis de Vitoria. Como ocurre en estos casos, del extremismo lamentable del nacionalismo furioso –que ha llevado a una gran número de católicos a una alianza de armas absolutamente reprobable con los comunistas, y sobre la que he informado ya a la Secretaría de Estado- se ha pasado al extremo contrario de una intolerancia que ha rebasado los límites de la conveniencia por parte de las autoridades”. No se puede negar la equilibrada actitud del purpurado.
Pero al hilo del juicio del cardenal conviene recordar que aquel “nacionalismo furioso” antepuso el mito racista e independentista a su pregonada ideología conservadora y católica para hacer causa común con socialistas y comunistas, cuyas milicias asesinaban a mansalva a obispos, sacerdotes, religiosos y seglares, al tiempo que profanaban y quemaban templos. Sus “gudaris” no fueron ajenos a muchas detenciones que desembocaron en torturas y fusilamientos. Fraguó así una perdurable simbiosis entre nacionalismo e izquierda radical que reverdeció al socaire de la Constitución de 1978 y al amparo del Estado de las Autonomías en clave preconfederal. Y en la que el terrorismo etarra, nacido de las entrañas del PNV y protegido por el clericalismo irredentista vasco, se convertiría en el brazo armado del secesionismo vascongado en clave ideológica nacional-marxista.
Tales antecedentes, amén de la infiltración de la llamada teología de la liberación y teología de la violencia en el clero vascongado, atizada por el movimiento Pax, hechura del KGB, condujo al despego por el PNV de su presunción católica y su desplazamiento hacia un radicalismo progresista en lo ideológico que se tradujo en el retorno a compartir gobierno y afanes con el PSOE del postfranquismo e incluso con la escoria comunista refugiada en Izquierda Unida. Retrocesión en la que también cayó el PSOE, con especial determinación tras el acceso de Rodríguez al poder. Las criminales negociaciones de “paz” con ETA, las permanente concesiones al separatismo y la sustitución de Nicolás Redondo Terreros por Franciso López ilustran sin margen al equívoco sobre la deriva socialista hacia la reedición de una similar connivencia que en el periodo republicano.
Los resultados electorales de las pasadas elecciones taifales han generado una situación incómoda para el P(SOE), tanto en Vascongadas como en el ágora parlamentaria. Sería posible que el ansia de poder de Francisco López le llevara a aceptar en principio el apoyo del Partido Popular para aposentarse en el sillón principal de Ajuria Enea. Pero siempre prevalecerá en él la inclinación histórica a reactivar la connivencia con el el nacionalismo independentista en la marcha común hacia la creación de un Estado vascongado en el ámbito de una España confederal, paso previo a la perseguida independencia. Y es simbólico, y nada anecdótico, aunque lo parezca, que Francisco López compareciera en rueda de prensa con la Ikurriña en la solapa y la s bandera secesionista en soledad sobre el estrado.
EN CATALUÑA COMO EN VASCONGADAS
TAMPOCO pierden actualidad las reflexiones del cardenal Gomá respecto de Cataluña en carta al Nuncio, aunque referidas al ámbito eclesiástico: “No se le ocultará a V.E. lo difícil y delicado de mi situación. Nacido en Cataluña y amante de mi tierra y de sus glorias, nunca oculté tampoco mi amor a la Patria grande, dentro de la cual caben todas las manifestaciones de la personalidad de cada región. Más no bastó esto para evitar que en ciertos medios se insinuase malintencionadamente, por el solo hecho de mi origen catalán, que había sido nombrado yo para esta Sede (la de Toledo) para facilitar la amputación de sus derechos primaciales” Se refería el purpurado a la reivindicación de la archidiócesis de Tarragona como silla primada, defendida con vehemencia por Vidal y Barraquer. De ahí la introversión nacionalista de buena parte de la clerecía catalana, nada diversa de la vascongada, y su rechazo a la admisión de obispos que no sean catalanes. Animadversión política que sufrió aquel inteligentísimo y gran sacerdote que fue don Marcelo González tras su nombramiento como arzobispo de Barcelona, contrarrestada por la fervorosa acogida de la población inmigrada de otras regiones de España que exhibió aquella famosa e irónica pancarta de “Como somos mayoría, lo queremos de Almería”.
También en Cataluña se ha registrado una deriva del nacionalismo democristiano hacia la radicalización secesionista, la traslación de una cierta alta burguesía del dinero desde el entusiasmo franquista tras su liberación del yugo frentepopulista y el retorno del socialismo a su reencuentro con Ezquerra Republicana y los comunistas de IU.
LA PÉRDIDA POR LA DERECHA DE SUS SEÑAS DE IDENTIDAD
¿Y la derecha? También en este aspecto es premonitorio lo escrito por el cardenal Gomá: “La revolución triunfante; sin escrúpulos en los procedimientos para afianzarse; con la impasibilidad de los gobernantes ante los inauditos atropellos que la Iglesia ha sufrido estas semanas últimas; la amenaza de aplicar en su totalidad la Constitución, más que atea; el desconcierto en los elementos políticos de la derecha, desunidos algunos de ellos hasta el rencor; perdida la tensión espiritual de nuestro cristiano pueblo, efecto de pasados desengaños; deshecha la economía nacional; (….) el miedo y la cobardía que han debilitado las organizaciones de la vida religiosa; acorralada y reducida de volumen la prensa católica; inminente la implantación de la enseñanza laica en toda su extensión, tal es el panorama que se nos ofrece por el momento”.
Si obviamos la brutalidad laicista y antiespañola de la izquierda de entonces y la sustituimos por la insidiosa del hoy perentorio, aparece inocultable la analogía entre dos periodos de lo mismo, separados por tres cuartos de siglo. También la derecha anda hoy políticamente dividida y desnortada, aunque formalmente encuadrada en el Partido Popular. Ha dejado por el camino de adaptación a los “signos de los tiempos” sus señas de identidad y acomodado su estructura interna al totalitarismo partitocrático y al confederalismo taifal, amén de inclinarse hacia un progresismo medroso que rompe en no pocos aspectos su antigua tradición cristiana y robustamente española, con el consiguiente desconcierto de una masa nada desdeñable de sus afiliados y electores, los cuales lo siguen votando tapándose las narices y por miedo a un triunfo aplastante del radicalismo socialista. Pero acaso el signo más significativo de esa suicida pérdida de identidad de la actual derecha convencional lo proporcione la regresión del PP en Cataluña y Vascongadas, acentuada en éstas tras el Congreso de Valencia en clave progresista y el forzamiento del abandono de María San Gil a causa de su robusta españolidad. La conversión del PP de Basagoiti en árbitro ocasional de una mayoría “constitucional”, que no vigorosamente española, no puede ocultar la evidencia de una regresión electoral, cuyas causas sería suicida que obviaran y no corrigieran Rajoy y su entorno.
TAMBIEN HOY LA MASONERÍA MUEVE LOS HILOS
CONCLUYO estas reflexiones a que me ha dado pie el artículo de García Tuñón, sin que me haya sido necesario acudir a “El Cardenal Gomá, Primado de España” de Anastasio Granados (Espasa Calpe, 1969). Pero no sin recoger la cita que García Tuñón toma de Vicente Cárcel Ortí (“Mártires Españoles del Siglo XX”) referida a la persecución religiosa en la II y III Repúblicas, atizada desde los partidos de izquierda: “ Y todo este explosivo conjunto, incitado por la fobia anticlerical y anticristiana de la masonería”.
También en este aspecto hemos retrocedido a los años treinta, si bien mediante una estrategia más artera. Iluminismo y masonería se han expandido de manera espectacular en el curso de estos treinta años de falsa democratización. Pero con una inquietante novedad respecto de entonces: que además de prevalecer en la izquierda, especialmente en el socialismo que ahora la integra casi por completo, se ha infiltrado de manera penetrante en el actual batiburrillo de una derecha centro-progresista que hace tiempo, ya durante el tardo franquismo, dejó de ser democristiana.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=5093
jueves, marzo 05, 2009
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2 comentarios:
Curiosamente, tanto Ferrín Calamita como Gómez de Liaño, vinculados a la ciudad gallega de Orense
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