13-III-2009
La soga en casa del ahorcado
EDITORIAL
La izquierda, por su parte, ante la falta de argumentos contra Aguirre ha decidido montar números, que eso se le da bien. O eso pensábamos, porque la izquierda madrileña no parece ser capaz de hacer ni siquiera eso.
Dan Rather tuvo que abandonar su privilegiada posición como presentador y editor de los informativos de la cadena norteamericana CBS tras sacar en plena campaña electoral de 2004 unos documentos que acusaban a Bush de haber recibido treinta años antes un trato de favor por ser hijo de quien era. Los papeles parecían falsos y, de hecho, lo eran, como demostró la blogosfera de derechas. Al caso se le llamó Rathergate y acabó con la credibilidad del veterano periodista, que unos meses más tarde abandonaba la cadena en la que había trabajado más de 40 años.
Años después, un periodista de El País ha publicado una serie de papeles que eran supuestos "partes de seguimiento" a distintos políticos del Partido Popular. Por más que luego se intentara echar atrás ante el juez, acusó a miembros del Ejecutivo de Esperanza Aguirre de estar detrás de este espionaje. Los documentos en cuestión no estaban firmados y cualquiera podría haberlos redactado. Su obligación como periodista hubiera sido procurar contrastarlos investigando dónde estaban los protagonistas en aquellos días. Eran políticos y buena parte de sus actuaciones son públicas y están registradas. Pero incumplió con ese requisito básico al igual que Rather no comprobó la autenticidad de los documentos sobre Bush. En ambos casos, servían demasiado bien a la causa como para no ser ciertos. Y El Mundo ha hecho el trabajo que no hizo el periódico de Prisa y ha demostrado la falsedad o completa irrelevancia de los datos contenidos en esos papeles.
Estos hechos han hecho que se diluya buena parte de los argumentos que la izquierda madrileña estaba empleando para hacer oposición a Esperanza Aguirre. La comisión de investigación, que como suele suceder con todas ellas no ha servido de gran cosa, perdió su razón de ser cuando desapareció la base en que se sustentaban las acusaciones contra el Gobierno madrileño. Actualmente, sólo la insistencia de Prada y Cobo en defender lo indefendible permite a algunos, a falta de datos nuevos y ciertos, acusar de nada a Aguirre. Estaría bien que Rajoy abandonara el silencio que mantiene en este asunto y respaldara a Aguirre y exigiera al segundo de Gallardón y a un hombre de su propio equipo que dejaran. Prada ha defendido una cosa y la contraria y da la impresión de que hará lo que pueda para atacar a su antigua jefa. Cobo ya ha demostrado que hará y dirá siempre lo que quiera Gallardón que diga y haga. Y, sin embargo, Rajoy se calla. Se defendió y defendió a los suyos con uñas y dientes cuando Garzón los atacaba, pero se ve que cuando el objetivo de la izquierda y de parte de sus filas es Esperanza Aguirre, prefiere lavarse las manos, en una actitud desleal y contraproducente para los intereses del partido que preside.
La izquierda, por su parte, ante la falta de argumentos ha decidido montar números, que eso se le da bien. O eso pensábamos, porque la izquierda madrileña no parece ser capaz de hacer ni siquiera eso. Anunciaron un boicot a los actos institucionales de la Comunidad de Madrid justo cuando el primero en la lista era el homenaje a las víctimas del 11-M, lo que les ha valido las críticas incluso de sus apoyos mediáticos y les ha obligado a disculparse. Tenían que resarcirse y han preparado el paripé de abandonar la Asamblea cuando hablara Aguirre, dijera lo que dijera, con tan mala suerte que ha coincidido su huida cuando la presidenta del PP madrileño les estaba recordando los diversos casos en los que hay socialistas madrileños imputados por la Justicia y que, al contrario que los populares, no han dimitido. Así que han dado la impresión de huir en el momento en que se les enseñaban sus propias vergüenzas.
Aguirre tiene en Madrid una izquierda incapaz en la labor de oposición, que cuando habla de corrupción –y pocos dudan ya de que ha habido corruptos en las filas del PP madrileño– parece estar mentando la soga en casa del ahorcado. Si limpiaran sus pocas filas podrían ganar algo de autoridad moral y credibilidad en sus denuncias. Y además no les faltaría ayuda, por lo que están demostrando Rajoy, Gallardón y sus respectivos subordinados. Pero se ve que a los socialistas madrileños no se les puede despegar del cargo ni con agua caliente.
http://www.libertaddigital.com/opinion/editorial/la-soga-en-casa-del-ahorcado-48191/
viernes, marzo 13, 2009
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