viernes 5 de marzo de 2010
El enigma de Marruecos
Ernesto Ladrón de Guevara
S ABIDO es que el enemigo natural de España es el régimen semifeudal de Marruecos, encabezado por el déspota sultán que lo gobierna. Sabido es que los derechos humanos en ese país están sojuzgados, mediante un sistema político-policial que suprime cualquier disidencia. (Si no que se lo pregunten a nuestros excompatriotas del Sáhara) Sabido es que Marruecos compite con España con malas artes para controlar las aguas de pesca que están en las internacionales compartidas por los respectivos espacios marítimos. Sabido es que el sultán déspota chantajea cada vez que puede a España jugando contra nuestros intereses. Sabido es que Marruecos reivindica cada vez que puede nuestras ciudades históricas de Ceuta y Melilla y que lo hará con las Islas Canarias en cuanto le sea el momento propicio, al igual que lo hizo –aprovechando la debilidad del franquismo en un momento de grave riesgo para la transición política española- con el Sáhara español. No es tan sabido el hipotético grado de implicación de Marruecos en el 11-M, ni probablemente se sepa, en su caso, pues ya se encargarán de impedirlo los numerosos antipatriotas que pululan por la política española. Y sabido es que el sultán anhela por recuperar el imperio de los almohades, que abarcaba al actual territorio de Andalucía.
Y en este estado de conocimiento descubrimos que Felipe González disfruta de una mansión propia de multimillonarios en Tánger. La citada vivienda, por llamarla de alguna manera, tiene dos mil doscientos metros cuadrados, una casa principal de seiscientos metros cuadrados, otra para el servicio, garajes, porches, piscina…, todo ello a pie de playa, en un lugar protegido. Valorada en 2,3 millones de euros, que son aproximadamente unos cuatrocientos millones de las antiguas pesetas si no me salen mal las cuentas. Si no me equivoco, con el sueldo consignado para el presidente del Gobierno durante los años que estuvo a su frente no pudo obtener del erario público más de cien millones de las antiguas pesetas. Y quince años después, como mucho ha podido percibir otros doscientos veinticinco millones de la hacienda pública, y supongo que su residencia habitual en España no le sale gratis y tiene gastos corrientes que habrá tenido que abordar. Por tanto no me salen las cuentas. Y, por otro lado, está claro que para construirse esa mansión, con todas las servidumbres que exige el mantenerla, ha obtenido el beneplácito directo del mandamás alauí.
En consecuencia, la pregunta que me viene a la mente, y también le habrá surgido a usted, estimado lector, es qué le debía el tirano de Marruecos a Felipe para tan suculento favor, y por qué Felipe González tiene tantas querencias a lugares de tan poco lustre en el cuidado a los seres humanos allí residentes, como son algún país americano de habla hispana donde los derechos humanos brillan por su ausencia y Marruecos. En definitiva qué nos esconden al respecto, pues nadie ata los perros con longanizas ni regala nada si no hay contraprestaciones.
Yo cada vez entiendo menos a los socialistas que predican el reparto del patrimonio ajeno pero luego viven en un derroche escandaloso de lujo, olvidándose de la miseria y del hambre de sus congéneres, o de los derechos que les acompañan por su condición humana. ¿Dónde está la coherencia entre el predicamento y los hechos?
Milité en el Partido Socialista en los años de Felipe González. La verdad es que en mi mente era el “one”, como le calificó Txiki Benegas. Se me cayó la venda de los ojos tras los casos de corrupción y el GAL, además de los tristes episodios en la economía española que se podrían emparejar a los actualmente vividos por su desastrosa gestión. Por fin, vistas las querencias de su partido por los nacionalismos rupturistas y harto de constatar que no están para servir al pueblo y que lo de socialista es un mero apelativo como el de “roja” para asignar color a la caperucita del cuento, opté por irme de ese partido. He de confesar que fue la mejor decisión en el plano político que he adoptado en mi vida, a la luz de los hechos.
Al contrario de esta gente que expolia nuestros recursos económicos, surgidos del sudor y de las lágrimas de los españoles, yo he dado ejemplo, pues creo que la política debe ser eso precisamente: pedagogía predicada con el ejemplo, y cuando tuve ocasión de llevarme algo de dinero a mi casa, con el que hubiera tapado algún que otro agujero, hice una auditoría y devolví a la Hacienda pública lo que sobraba. No conozco otro caso en la política española así, y como guardando el hecho por falsa modestia o humildad no contribuyo a nada, lo vuelvo a airear. Con esto deseo decir que había gente como yo –quizás no muchos por desgracia- que se creían lo de socialista, es decir el predicamento a favor de la sociedad, que es lo mismo que el bien común. Pero gente de esta calaña ha destrozado un ideal que muchos teníamos con honestidad y con lustre, con la cabeza alta y la mirada limpia.
¡Qué desgracia la de los españoles que siempre caemos en manos desaprensivas! Aunque la culpa es de muchos de nuestros conciudadanos, que no levantan la voz, y mucho menos el espíritu, para desatarse de las cadenas.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=5589
viernes, marzo 05, 2010
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