martes 9 de marzo de 2010
Hay nubes que me traen recuerdos
Félix Arbolí
E STOY sentado ante la ventana de mi estudio y advierto un cielo azul celeste y un sol que quiere ser espléndido, pero lo condicionan unas nubes tras las que aparece y se pierde a ratos. Es una especie de quiero, pero no me dejan, en una lucha continua contra el dominio de ese tiempo nublado y desastroso, que anegó campos, cerró caminos y desoló las ciudades con esas inundaciones, nieves y vientos huracanados que han ocasionado la ruina total en gran mayoría de casos. Mi querida tierra chiclanera una de las más afectadas. Estoy con ellos en pensamiento, sentimiento y solidaridad.
La visión del cielo en este día me trae reminiscencias de un pasado algo confuso en mi memoria en sus detalles, pero fijo en sus consecuencias. Hace setenta y tres años, cuando la mayoría de ustedes andaban por ese mundo ignoto de los nonatos, vagando errantes por los espacios perdidos más allá de los límites naturales, un pequeño de cuatro años contemplaba a más de setecientos kilómetros de donde me encuentro ahora, el paso de las nubes asomado al balcón de una casa solariega. En brazos de la niñera admiraba ese cielo azul lleno de pequeñas y caprichosas nubes y con su dedito señalaba una de ellas. Era una enorme “bola de algodón”, que se perdía cielo arriba en busca de nuevos escenarios.
- ¡Mira, “Currita”, en esa nube tan bonita y grandota va mi papa camino del cielo!.
La joven que quería a ese niño como si lo hubiera parido ella misma, no podía contener las lágrimas y acariciaba dulce y lentamente su diminuta cabeza, que no apartaba sus ojos de ese extraño y nebuloso ataúd que avanzaba con excesiva lentitud Dios sabe adonde..
Era el 8 de marzo de 1937. En la calle, mientras el pequeño permanecía fijo en el cielo y el avance de esa nube, los vecinos presenciaban entusiasmados, me figuro que en algunos de ellos la procesión iría por dentro, una nueva manifestación para celebrar la toma de un nuevo pueblo por las tropas de Franco. Ya casi toda la provincia había caído en manos de los nacionales, pero aún quedaban reductos en los pueblos más alejados de la sierra, donde se ocultaban y hacían frente grupos de milicianos y algunos vecinos. Las estrofas del “Cara al Sol” y los gritos entusiastas al ejército salvador de la patria, eran continuos y delirantes, aunque en esta ocasión el chavalín no se sintiera atraído por los mismos, ni les prestara una mínima atención. La evolución de esa extraña y vaporosa envoltura blanca en un cielo azul y un sol más brillante que el de hoy, acaparaba todo su tiempo.
En el rostro del pequeño se evidenciaba cierta pena, aunque no asomaran lágrimas en sus ojos fijos en la nube donde iba su papá camino de ese cielo prometido a las buenas personas. Él, a pesar de sus escasos años, sabía que su padre había sido de los mejores del mundo. Don Juan, el desaparecido padre, fue abogado y secretario del Ayuntamiento chiclanero durante la monarquía, la República, el Frente Popular y los primeros años del franquismo. No hubo impedimento alguno, a pesar de las distintas y encontradas ideologías imperantes a lo largo de esos años para que lo cesaran en el cargo. Ni siquiera las presiones de los dirigentes provinciales frentepopulistas ante el alcalde comunista lograron que se deshiciera de un secretario tan “carca” y contrario a sus ideas.
- Si todos los “carcas” fueran como don Juan, posiblemente la guerra civil no se hubiera producido,- era la contestación del edil a las peticiones del cese del secretario.
Hombre de sólidos principios religiosos, no dejó un solo día de ir a misa y comulgar antes de entrar a trabajar en el ayuntamiento y a la salida del templo, el capataz y algunos de los trabajadores les esperaban para que les indicara la faena a realizar cada jornada. Ellos no pisaban la iglesia, aunque tampoco las quemaron o profanaron. Chiclana fue uno de loes escasos sitios donde no ocurrieron tales barbaridades. Don Juan, jamás sufrió una amenaza o posible riesgo por parte de nadie y sí se salvaron algunos de evidentes peligros físicos gracias a su intervención y autoridad moral. Aunque pertenecía a una de las principales familias de la localidad, donde hubo banqueros, bodegueros y propietarios de campos y ganados, jamás descuidó sus funciones municipales y siempre estuvo abierto y dispuesto a cuantos llegaban a él buscando algún favor, una protección o una ayuda. Por su afán de hacer el bien y ayudar a todos, salió fiador en una importante operación de un pariente muy cercano, que al estallar la guerra y quedar en zona roja no pudo hacer frente a sus pagos y al morir don Juan a los seis meses de habérsele diagnosticado un cáncer de pulmón incurable, la viuda se encontró con el embargo bancario de casi todas sus propiedades. El banquero que figuraba entre sus amigos más allegados, viendo que uno estaba en zona roja y el otro había muerto, aceleró el cobro y embargó los bienes de don Juan, que era el que tenía a su alcance, dejando casi en la ruina total y sin previo aviso a su viuda y sus cinco hijos. Don Juan había sido avisado por un amigo de las intenciones del banquero gaditano, para que antes de morir pudiera salvar sus propiedades, pero pudo más su integridad moral y su sentimiento religioso y la confianza en que su amigo banquero no le haría ninguna faena a su familia, pues le había prometido que esperaría el regreso del deudor al acabar la guerra, que no hizo nada que consideraba turbio y deshonroso y murió “con la conciencia tranquila, porque así quiero presentarme ante el Alto Tribunal que me ha de juzgar. Dios velará por mi mujer e hijos”.
Hoy hace setenta y tres años que murió este gigante de la dignidad y honradez, que tuve la suerte de tener como padre. Porque era él al que yo veía en esa nube en aquella triste mañana de marzo y al que todo ilusionado le llamaba a voces esperando inútilmente que ese ataúd flotante me lo devolviera. Aún lo sigo llamando y esperando, aunque ahora siento más cerca sus voces que las mías.
Su ejemplo tan insólito como ejemplar, nos dejó casi en la ruina y nuestra vida dio un cambio de rumbo total, no a peor sino a pésimo. No sólo fue la pérdida de ese hombre que tanto significaba y necesitábamos, sino el tener que abandonar de la noche a la mañana, como en un cuento de hadas, pero al revés, un ritmo de vida maravilloso para sumirnos en un mundo desconocido, precario, sin protección y sin alicientes, porque todo esto se esfumó casi al mismo tiempo que la misteriosa nube hacía su recorrido por ese cielo infinito.
No recuerdo como es un beso de padre, ni una sonrisa, ni incluso una regañina. ¡Quién hubiera podido sufrirla en mis años infantiles y juveniles!. ¡Cuánto sin casi conocerlo le he echado de menos!. A veces, cuando me apretaba el hambre y me dolían las precariedades que tenía que sufrir, me pesaba que mi padre hubiera sido tan mirado e íntegro y no hubiese puesto a buen recaudo, como abogado que era, los asuntos familiares para que no hubiéramos pasado tantas calamidades. Me sulfuraba viendo a mis otros primos viviendo una vida sin privaciones y con toda clase de caprichos, mientras yo tenía que partir mi pan en cuatro trozos para que me sirviera en todas las comidas del día. Me aterraba tener que alternar en un mundo que era el mío, pero al que ya no pertenecía en razón a mis posibilidades. Pasé muchos apuros, vergüenzas y llantos escondidos para que no me viera mi madre y ello le sobrecargara sus propias penas. He maldecido y bendecido por momentos y rachas. Me he sentido lesionado por un elevado concepto de la moral paterna. Se fue cuando más falta me hacía y nos dejó en el mayor de los desamparos. Mi madre debió sufrir lo indecible con la nueva situación y la tremenda carga que se le imponía y con cinco hijos, el más pequeño, yo, de cuatro años y el mayor de once. Dramas que se esconden en muchas familias bajo una discreción absurda por miedo al que dirán si llegan a conocer la verdad de lo que realmente somos.
Luego he visto la huella dejada por ese ser excepcional que me dio el apellido y en muchas ocasiones he sentido un inmenso orgullo cuando alguien que le conoció y trató se me acercaba emocionado y me abrazaba al saber de quien era hijo y contarme como era mi padre y lo mucho que le debía y fue querido. Y esto, no hay dinero que lo compre, ni laureada que lo pueda magnificar.
Fue un momento muy bonito y emotivo para mi, cuando se hizo la presentación de mi último libro en la Delegación de Cultura del ayuntamiento chiclanero, patrocinado el acto por el alcalde, y en las palabras finales del Teniente Alcalde a los asistentes, sentado a mi lado en la mesa, donde yo acababa de intervenir, me dijo que un ejemplar del libro por orden expresa del Alcalde, se había guardado en el expediente de mi padre que se conserva en el archivo municipal. Deseaba que permaneciera junto al hombre que tan magnífico y ejemplar recuerdo había dejado por su trabajo y dedicación a su pueblo, a pesar de haberlo tenido que desempeñar durante tres regímenes políticos tan visceralmente opuestos.
Creo que no se habrán dado muchos casos análogos y sin tener que cambiar de chaqueta, ya que él siempre demostró su profunda fe religiosa, su amor a España y su honestidad para con el asalariado a su servicio, que fueron sus más acérrimos defensores cuando ya desparecido me encontraban por las calles del pueblo. Hoy en este día y estas nubes que tanto me lo recuerdan, pues es la imagen que tengo más clara de su trayectoria como padre, quiero dedicarle mi oración, mi tiempo y mi gratitud para que donde esté sepa que ha sido el hombre más importante y del que me siento más orgulloso.
http://www.vistazoalaprensa.com/contraportada.asp
martes, marzo 09, 2010
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1 comentario:
Un texto precioso. Felicidades por haber recibido un legado tan hermoso y por haber sabido compartirlo con sus lectores.
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