sabado 27 de febrero de 2010
El renacer del águila y la degradación del hombre
Félix Arbolí
D ICEN que el águila es el animal más longevo de los de su especie, ya que puede durar hasta los setenta años. Ahora bien para alcanzar ese límite ha de someterse a un duro y doloroso proceso de renovación a los cuarenta, consistente en desprenderse de su viejo y excesivamente encorvado pico con el que ya no puede desmembrar a sus presas, así como de sus desgastadas y entumecidas garras que no le permiten agarrarlas y sostenerlas e incluso cambiar sus ya desgastadas plumas que no le sirven para sostenerlo en sus vuelos. Un duro tormento que dura ciento cincuenta días, pues ha de desprenderse de cada una de estas partes de su cuerpo a base de dar fuertes golpes con su viejo pico contra una superficie dura hasta terminar perdiéndolo y luego esperar el crecimiento del nuevo, con el que se arrancará las viejas garras y plumas de las alas hasta que les salgan nuevamente. Tras este largo y mortificante periodo de cambios, tan precioso y majestuoso animal podrá prolongar su vida treinta años más. Muchos humanos lo hacen a base de la cirugía estética y otras operaciones más o menos molestas y peligrosas, aunque sus resultados no sean tan satisfactorios como los obtenidos por esta maravillosa rapaz. El no hacerlo le supondría morir de hambre en torno a los cuarenta años. Pienso que la Naturaleza aparte de sabia es muy comprensiva con sus criaturas, aunque no siempre sean éstas las que comprendan y sigan sus normas y oportunidades. El más necio de todos, aunque se autotitula “rey de la Creación”, es el ser humano. Es raro que un animal, por muy ínfimo que sea, se haga daño a si mismo o no intente mantenerse en forma en cada instante de su vida, eliminando de sus costumbres aquellas que puedan perjudicarle o acostarle su existencia. Tampoco es normal que mate por placer o capricho, siempre lo hará en defensa propia u obedeciendo a sus propias necesidades de subsistencia. Muchos menos que con el tiempo en lugar de evolucionar y perfeccionarse, se vaya degradando o actuando contra natura. ¿Y éste es el rey de lo creado…?.
El hombre, generalmente, desde que inicia su jornada, está dándole vueltas a la cabeza para hallar la fórmula que le permita pasar lo mejor posible el día y satisfacer cualquier innecesario placer, aunque ello suponga hacerle la puñeta al vecino, al compañero de trabajo y hasta a ese desconocido que se cruza casualmente en su camino. No nos detenemos a examinar nuestra víctima, sus particulares circunstancias y si de verdad valía la pena infringirle ese daño para obtener tan poca cosa. Lo más sorprendente y lamentable es que los que siguen este proceder de pisar cabezas a diestro y a siniestro sin reflexionar sus consecuencias sobre el infeliz, ajeno o allegado, son los que alcanzan el poder, la gloria, las alabanzas y los homenajes en vida. Hoy tenemos más santos laicos que los canonizados por Roma y dedicamos más lisonjas e inclinaciones serviles a los que a ojos vista nos están martirizando por un egoísmo puro y duro, que a los que pasan por la vida casi de puntillas sembrando amor y abnegación en su casi anónimo caminar.
Triunfan los ineptos, viven la gloria los que deberían seguir encerrados para no herir sensibilidades y lo pasan a lo grande los que van de zafios, amorales, carentes de escrúpulos y pregoneros de rencores. Los que dejan salir libremente su instinto de animal, su lado de bestia, ante el delirio y la conmoción de una masa que está falta de ejemplos que la motiven y necesitada de ídolos que no sean de barro. Nos hemos convertidos en voceros y aduladores del que debería avergonzarnos al considerar que forma parte de nuestra especie. Más aún, los avispados y nada escrupulosos manipuladores de la masa que están al frente de algunos medios de comunicación, los acaparan, les lanzan a la fama y les pagan sus groserías porque les consta que este tipo de material es el que gusta y atrae a sus oyentes y seguidores, a los que han ido desprendiendo a base de desaguisados y esperpentos de su posible ética y moralidad. Los han convertirlos en algo peor que animales salvajes, pues tienen una mente que les tendría que servir para discernir entre lo bueno y lo malo, lo correcto y lo chabacano.
Es normal ver en algunos programas televisivos como se pregona a los cuatro vientos que se es homosexual, como si esa condición fuera el “curriculum vitae”, que se exige para el triunfo y la popularidad. Y habla de su “marido” con una naturalidad pasmosa, no la presentadora o locutora de turno, sino el presentador del programa que acapara las mayores audiencias. Y parece que al decir “mi marido”, su expresión se transforma de orgullo y felicidad, como podría ocurrirme si hablara de mi mujer o de mis hijos. No es que me repugne el que un hombre ame a otro hombre o una mujer a otra mujer, allá cada cual con sus sentimientos y la manera de enfocarlos, lo que si me desagrada es que hagan de la mariconería un arte y una suerte y no una condición humana que no merece la pena comentar ni en sentido favorable, ni peyorativo. Y desde este punto de vista me parece tan fuera de tono e injustificado la crítica acerba como la celebración a bombo y platillo del “día del orgullo gay”, donde sólo puede sacarse la conclusión de que es una burda y obscena provocación a los que se cruzan con esa “carnavalada”´ en las calles. Es como si quisieran decirnos que .los realmente equivocados fuéramos los que amamos y deseamos a una mujer porque la Naturaleza nos hizo con el cuerpo y los atributos de varón. Resulta verdaderamente acojonante este despliegue de “arco iris” en programas, películas, actuaciones y artículos que al parecer deben tener gran número de lectores y seguidores cuando proliferan tanto y en todos los medios.
Cuando Jorge Negrete, el cantante mejicano y esposo de María Félix vino a España le hicieron un recibimiento multitudinario. Las mujeres y jovencitas, como ocurre con los ídolos artísticos, le acosaban, besaban y aclamaban. Al visitar unas bodegas jerezanas, con esa altanería propia del triunfador mejicano, no pudo resistir tantos empellones y halagos femeninos y en tono chulesco comentó en alta voz ¿Qué quieren estas mujeres?. ¿Es que en España no hay machos?. No le dio tiempo a más, pues Miguel Primo de Rivera, entonces alcalde de esa bonita y famosa ciudad andaluza, se levantó y mientras le daba un buen puñetazo, le contestaba “Aquí tienes a uno”. El episodio fue muy sonado, aunque la prensa de entonces, amordazada a todo aquello que no fuera lo correcto y ejemplar, lo silenció. Hoy somos muchos los que nos preguntamos ¿Es que han desaparecido los machos españoles?.Viendo la realidad pienso que debíamos tener más armarios cerrados que dormitorios. ¿O es que son los heterosexuales los que se han encerrado ahora?. ¿A qué es debida esta vuelta a la tortilla tan generalizada en nuestros días?. Creo, no me cabe la menor duda, que algo debe cocerse en las altas e interesadas esferas para este patrocinio y despliegue de inconformistas con su apariencia física, que lo único que están consiguiendo es hacer desaparecer de la sociedad el verdadero sentido y respeto al matrimonio, hoy tan combatido y vapuleado, y al tradicional amor de la pareja hombre-mujer. Algún siniestro y oculto propósito debe girar en torno a esta proliferación hombres-.mujeres y mujeres-hombres, que hoy nos salen en todas partes y dirigen nuestros ocios en clamor de multitud. No soy partidario de la caza despiadada de otras épocas contra todo aquél o aquella que no se sentía a gusto con su cuerpo y les hacían barbaridades o los excluían de una vida o profesión que nada tenían que ver con su condición sexual. Pero pasar de perseguidos y anónimos a convertirse en ídolos de multitudes y hasta alcanzar gracias a ello el triunfo y la fama va todo un abismo de despropósitos. En España, como tantas otras cosas que nos han traídos estos equivocados aires democráticos, estamos ya más que saturados ante tanto afeminamiento descarado y alardeado. Vamos a llegar a un punto en el que los heterosexuales nos sentiremos acomplejados en un mundo apto exclusivamente para gays.
Y no digamos de estos personajes que surgen de improviso y arremeten públicamente contra todos y contra todo, sin detenerse a pensar en el lugar donde se encuentran, las personas que en ese momento le están contemplando y oyendo y la forma grosera e incivilizada con la que demuestran su desprecio al público, que espera oírle cantar y se encuentra ante un individuo que se transforma en energúmeno y de manera obscena y fuera de tono demuestra su odio y su grotesca manera de expresarlo. Incalificable y lamentable a todos los niveles, pero más aún que esa desafortunada actitud le haya servido para que le contrate una cadena televisiva en un programa de cotilleos y le pague una cantidad exorbitante por dejarse machacar y provocar por unos periodistas que basan su trabajo en asestarle “puñaladas traperas” y sacarle a relucir sus asuntos más turbios. Lo veo como un premio a la irresponsabilidad, mala educación y carencia de civismo y una influencia nefasta para una juventud desorientada por falta de estímulos adecuados. La zafiedad y lo grotesco, las erróneas representaciones de falsos modelos que nos exhiben como arquetipos del éxito y la gloria, se han convertido en el becerro de oro de nuestros días y sin darnos cuenta hemos entrado en una espiral de embrutecimiento colectivo que está terminando con todo lo bueno y noble que nos distinguían de las fieras. Cómo escribía un profesor de secundaria en una carta al director del diario “El Mundo”, refiriéndose al triste episodio de este personaje en la selección de “eurovisión”, hay muchos “John Cobra” en nuestras aulas y lo peor del caso es que verán reforzada su mala actitud al pensar y comprobar que cualquier macarra de barrio puede triunfar y hacerse famoso con sólo hacer el payaso o dejarse llevar por sus instintos más mezquinos
http://www.vistazoalaprensa.com/contraportada.asp
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