AL ABORDAJE|DAVID GISTAU
Caña a España si asoma
23.02.2010
RECORDARÉ siempre a Vicente Tortajada, al que visité con Alfredo Valenzuela en su piso de Sevilla, entre jazz y marihuana y crujidos del suelo, mientras la enfermedad le consumía despacio, como si le hubieran dejado atado junto a un hormiguero. Aún están a tiempo de hacer su descubrimiento con Flor de cananas. Vicente, un escritor espléndido con el don de la amenidad al hablar, tenía un modo gracioso de declararse al mismo tiempo, respecto del ambiente de Sevilla, apocalíptico e integrado: «Yo soy ateo y odio el fútbol. Eso sí, ay de quien me toque al Gran Poder o al Betis».
Hoy, la parte de los titulares deportivos que trasciende la pelota le deja a uno tentado de improvisar una frase igual de paradójica: «Yo no soy monárquico, pero ay de quien chifle al Rey». O no tanto al Rey como a la encarnación simbólica de una nación lastrada por los complejos, en perpetuo repliegue, con espacios físicos y morales en los que no puede ni asomar sin que la maltraten odios de sílex que no son menos primarios porque les haya prestado cobertura la coartada progresista.
Ignoro si el Rey cayó en una trampa porque quisieron incorporarlo a la evangelización normalizadora que tiene a Patxi López repartiendo comuniones constitucionales en las selvas del Norte, como Jeremy Irons en La misión. Si es así, acabó en la marmita. Todo era bastante previsible, y más ante una grada. No lo era tanto la comprensión, cuando no la identificación morbosa, de una parte de la izquierda en teoría nacional que aprueba todo desgaste a la Corona sin calibrar de dónde viene el ataque, ni qué Franskenstein libera la complicidad. No es novedad que, incluso ante ultras, España quede inerme porque aún arrastra, desde el post-franquismo, una absurda acepción derechista contra la cual el nacionalismo ha levantado su razón moral. Y eso aún cuela en la izquierda más infantil. Pero es que, además, los motivos que inspiraron la chifla al Rey del domingo, relacionados con la eterna cizaña nacionalista y el anti-españolismo montaraz, y no con el advenimiento liberal abortado por el «¡Vivan las caenas!», no enseñan el camino hacia la república que uno querría seguir. El de la propia república es un concepto secuestrado por la izquierda, que no entiende otra que la del Frente Popular, que acaba sintiéndose cómodo compartiendo chifla con el lumpen radical. Así, los que no están por la monarquía, pero tampoco por esa república de la que ya decimos «No era eso...», se quedan perdidos en una tierra de nadie sin asideros. A la espera, como siempre en nuestra tradición, de una tercera España a salvo de sí misma y homologada con los ejemplos exteriores de civilización.
http://www.elmundo.es/opinion/columnas/david-gistau/2010/02/22798132.html
martes, febrero 23, 2010
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