jueves, octubre 20, 2011

Felix Arbolí, La tragedia final de un gran amor

jueves 20 de octubre de 2011

La tragedia final de un gran amor

Félix Arbolí
H E descubierto la paradoja de que si se ama hasta que nos duele, puede que al final no haya más dolor, sino más amor. La frase la dedico a un amigo que acaba de perder a la persona que más quería y más le dolía ver sufrir una larga y penosa enfermedad. Vicente, es el nombre de mi protagonista y junto a su hermano Juanma, tienen un puesto de libros antiguos y de segunda mano en la Plaza del Campillo del Mundo Nuevo, del Rastro madrileño. Son dos personas muy estimadas y consideradas entre la numerosa clientela que semanalmente les visitan. Los conozco desde hace más de treinta años, cuando el enorme puesto que poseen y en el que siempre se puede encontrar desde el libro más sencillo hasta el más excepcional, lo regentaban sus tíos. Entonces sólo les ayudaban, pero al jubilarse y cesar aquellos, se encargaron del negocio. Además de compañero, soy ocasional cliente cuando advierto algún ejemplar de años ya muy pasados o con alguna característica especial que puede interesarme. Soy un caprichoso del libro, más que un lector compulsivo.

Hoy ambos son ya padres de familia e incluso abuelos, ya que el tiempo corre y las circunstancias que suelen acompañarle en su transcurrir, cambian nuestra vida y alteran nuestro panorama. Todos hemos sufrido diferentes circunstancias y alteraciones desde aquellos lejanos días en los que se pagaba en pesetas y se podía encontrar entre el revoltijo de objetos expuestos al público, alguna pieza de cierto valor o gran interés en este tradicional mercadillo madrileño. No obstante, ya estaba lejana la época de Ramón Gómez de la Serna, cuando este escritor nos contaba que se puso a vender duros a peseta, para averiguar la reacción del público ante tan ventajosa oferta y no consiguió que nadie los comprara en toda la mañana. Con ello intentaba demostrar la desconfianza del cliente hacia las pregonadas gangas. Algo que hoy se repite con excesiva frecuencia ante la proliferación de rebajas en los comercios proclamadas y falseadas en muchos casos. El autor de las famosas “greguerías” no logró vender una sola moneda y eran auténticas. Creían que eran falsas.

Vicente, que ya tiene hija y nieto, ha pasado un auténtico y amoroso calvario con la cruel enfermedad que su mujer padecía y que finalmente acabó con su vida. Hacía años que soportaba un doloroso cáncer que a pesar de los costosos tratamientos en una clínica de Navarra y otras madrileñas, no pudo vencer. Me consta la angustia y el tremendo sufrimiento que ha soportando este amigo, aunque intentaba que nadie lo notara. No exteriorizaba el drama que a diario estaba viviendo el matrimonio. Sólo pretendía con su amor, cuidado y atenciones, infundirle esperanzas de una posible y próxima recuperación, en una piadosa y difícil mentira, que en ocasiones hasta él se llegaría a creer, acuciado más por el enorme deseo de que se realizara, que por las escasas probabilidades de que así sucediera. Siempre esperando ese milagro de Dios o de la ciencia, (según creencias), que le devolviera la salud a ese ser que era la parte más importante de su vida, su inseparable mitad. Yo que quiero a mi mujer más que a mi propia vida, sé lo que se siente cuando la vemos en alguna dificultad o ante una posible amenaza. Nada comparable con la triste, desesperada y dramática situación que él vivía de continuo. En casos así me gustaría tener el poder de decidir y librar de tanta amargura y tanto llanto a estas personas nobles y buenas, llenas de amor y que no merecen sufrir al considerar que tantos esfuerzos, viajes, tratamientos, amarguras y gastos excesivos, no han servido para solucionar el problema y ver cumplidos sus sueños y objetivos.

La pasada semana no colocaron el puesto y ello me causó cierta alarma y preocupación. El domingo los ví nuevamente y al acercarme y preguntar por su mujer, como hacía siempre, me contó el final del drama y el inicio de su trágica y definitiva soledad. El relato fue realmente emocionante y conmovedor.
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- Había muerto el pasado sábado, pues ya el cáncer le había alcanzado el hígado y no pudo resistir más. Fue una muerte tranquila, teniéndola en sus brazos y ofreciéndole todo su cariño, mientras ella le correspondía con una mirada serena, plácida y agradecida que ha quedado fija en su mente más allá de su vida. Su último contacto en esta vida fue el beso que recibió de su compañero. El beso más difícil y sentido que Vicente ha sido capaz de ofrecer a persona alguna. Murió recibiéndolo y él se dio perfecta cuenta del instante en que ella llegaba al final de su existencia y daba ese salto definitivo hacia esa profunda eternidad tan desconocida y temida. Pudo seguir cada minuto de su agonía teniéndola abrazada, en un intento vano de arrebatarle su valioso tesoro a la muerte. El tránsito fue tranquilo y pacífico, como suele ocurrir con las personas que pasan por la vida haciendo el bien. Me hablaba de ese momento con palabras no exentas de dolor, pero llenas de serenidad y de amor al haber tenido la suerte de estar a su lado, estrechándola entre sus brazos, mientras su corazón daba los últimos latidos. “Verla y sentirla a mi lado en sus últimos instantes fue, dentro de la tragedia, un consuelo y un enorme alivio”. Dentro del sufrimiento y la enorme tragedia que ha supuesto para él, le tranquilizaba la gran oportunidad de acompañarla hasta el final, en un abrazo que él seguro querría que fuera interminable. En el preciso e inevitable instante donde todo termina menos el amor y el dolor ante la pérdida de ese ser tan amado. En cierto aspecto se sentía aliviado de haber estado junto a ella en sus padecimientos, mejorías, llantos, amarguras y hasta en sus cortos espacios de alegrías, hasta el mismo instante en el que la muerte puso un punto y aparte a esa bonita y triste historia de amor.
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- Dicen que el amor es el sentimiento más noble del ser humano y que el beso más difícil no es el primero, sino el último. Estoy de acuerdo y me figuro que Vicente también lo sabe por dura y propia experiencia. Me lo ha demostrado en ese breve y emocionante relato que me ha conmovido y admirado a partes iguales.
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- No quisiera tener que interpretar tan amargo y difícil papel en el drama de la vida. Vicente me ha dado una lección de amor, entereza y resignación que pido a Dios no tener que protagonizar, aunque espero que si llegara el caso. sea capaz de padecerlo con la ternura, dignidad y el amor que lo hizo él. Demostrando que es el amor y no el tiempo el único que puede curar las heridas y hacer más leve y llevadero el dolor y estas ausencias definitivas. Hay que ser muy fuerte y amar de verdad, en exceso, para llegar a ese extremo ante tan espantosa realidad. Vuelvo a decir que a veces el sepulturero entierra sin saberlo dos corazones en un solo ataúd, como decía Lamartine. En este caso he de aclarar que se incineraron y guardaron en una urna.
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- Hermosa lección querido Vicente. Estoy seguro de que tu esposa, ya liberada del dolor y su tragedia, se habrá ido serena y pacifica sabiendo que el hombre de su vida, su más grande y único amor, estuvo a su lado hasta el mismo final ofreciéndole lo mejor y más noble de su persona. Descanse en paz ella y me uno a tu sentimiento y dolor.

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=6265

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