miércoles, marzo 03, 2010

La trampa del consenso

Portada de Intereconomía

Debate sobre la crisis
La trampa del consenso
19:26 | 03 de marzo, 2010 Federico Quevedo. Grupo Época / Equipo de reflexión y pensamiento

Me he permitido tomar prestado el título de este artículo de un libro magnífico escrito por el politólogo alemán Thomas Darnstadt y cuya lectura me recomendó en cierta ocasión la portavoz popular Soraya Sáenz de Santamaría, con mucho acierto, tengo que decir.

Don Juan Carlos y Zapatero

Darnstadt define el consenso como “una forma carísima de organizar la irresponsabilidad”, y esa idea me ha estado dando vueltas en la cabeza desde que la semana pasada, durante el debate sobre la crisis en el Congreso de los Diputados, el presidente del Gobierno extrajera de la chistera de los conejos la idea de una especie de comisión liderada por una troika de ministros -que se enteraron del asunto al mismo tiempo que el resto del mundo a la vista de la improvisación posterior- con el fin de lograr una especie de pacto o de acuerdo entre las fuerzas políticas para sacar a España de la crisis. La idea de la trampa ya me barruntaba incluso antes, cuando su majestad el Rey abandonó su proverbial imparcialidad para ponerse al frente de la manifestación pro-pacto empujado a ese abismo por el propio presidente del Gobierno, en definitiva el único culpable de la situación en la que nos encontramos. Rodríguez gobierna con una cómoda mayoría parlamentaria que, sin ser absoluta, le permite llegar a acuerdos puntuales con distintas fuerzas políticas para sacar adelante medidas diversas y distintas… Así, ha pactado con el PP el Frob, con la izquierda las políticas sociales, con los nacionalistas los Presupuestos… Es decir, no tiene un problema para gobernar, salvo el de su propia incapacidad, el de su negativa a asumir los costes de determinadas decisiones, el de no querer responsabilizarse de nada. ¿Solución? Intentemos que la responsabilidad sea compartida, diluirla en un toma y daca con el que se desfigura la realidad, como resalta el profesor español Francisco Sosa Wagner en el prólogo de ese mismo libro.

La democracia está concebida como el gobierno de la mayoría: una mayoría de ciudadanos encarga ese gobierno a un partido o a un grupo político, y ese partido o grupo tiene la obligación de gobernar, es decir, de adoptar decisiones sean éstas más o menos populares. ¿Qué ocurre cuando un Gobierno abdica de su obligación, como ocurre en nuestro caso? Es cuando se plantea la trampa del consenso. Incluso se va más allá y se exige a los demás, en este caso a la oposición, que asuma su propia responsabilidad en la situación. En ese sentido, resulta un absoluto despropósito, una indecencia política escuchar a Leire Pajín decir que la pelota está en el tejado del PP… Pero ¡un momento! ¿Quién gobierna aquí? ¿Quién tiene la responsabilidad y la obligación de tomar decisiones? Lehmbruch afirma que “el principio de la decisión por mayoría es uno de los más importantes descubrimientos que ha hecho la Humanidad en la historia de la civilización europea”… Entonces, ¿por qué renuncia el Gobierno a esa prerrogativa? O, mejor, dicho, ¿por qué sólo la usa cuando le conviene? Para otros asuntos de indudable calado social, como la ley del aborto, el Gobierno no ha acudido al consenso, pero para buscar soluciones difíciles a la crisis, para eso sí, porque sabe que el coste en términos electorales va a ser mayor. Pero ésa es, como dice Darnstadt, la razón de ser de una democracia competitiva que descansa “sobre el principio de una responsabilidad organizada. Quien fracasa, pierde las elecciones. Y así recibe el Gobierno la legitimación para tomar medidas decididas y si es preciso impopulares”, algo que impide el consenso.

Darnstadt imagina la democracia como un castillo encantado tras cuyos muros el pueblo ha otorgado a sus habitantes el poder de hacer y deshacer con la única condición de examinarse cada cuatro años. “¿Y que hacen los del castillo? Instalan un grupo de mediación en cada habitación, con pequeñas botellas de agua mineral, que discute hasta altas horas de la noche para llegar finalmente a unos consensuados compromisos descafeinados. Tras lo cual pasan a tomar un tentempié”. Y esto es, exactamente, lo que pretende hacer el Gobierno con su comisión sacada de la chistera de los conejos: no pactar nada, no acordar nada verdaderamente sustancial, sino unas mínimas medidas que permitan vender a la opinión pública que, en efecto, se ha trabajado mucho para conseguir llegar a esos espacios comunes que realmente no sirven absolutamente para nada más que para seguir mareando la perdiz, que la pobre debe estar ya a punto de desfallecer.

El Gobierno se escabulle de su responsabilidad y ni siquiera se plantea la opción de llevar propuestas concretas a la mesa de diálogo, sino que en el colmo de la dejación de funciones pone la pelota en el tejado de los demás y espera que sean el resto de los convocados a la mesa del consenso los que expongan sus hojas de ruta. “Cuando el pueblo vuelve -añade Darnstadt-, se han bebido toda el agua y explican sentados en torno a la mesa que las probabilidades para llegar a un acuerdo están al 50%. Y por muy severo que sea el análisis, no se encontrará a nadie que se responsabilice de este fracaso”. Eso es, exactamente, lo que no espera, aunque con un pequeño matiz en este caso porque el Gobierno sí que ha encontrado un culpable de todo, hasta de la muerte de Manolete: el Partido Popular. Pero, por si acaso, Rodríguez sigue negándose a hacer lo que está obligado a hacer: gobernar.

http://www.intereconomia.com/noticias-gaceta/opinion/trampa-del-consenso

No hay comentarios: